Capítulo 3: Ojos hechizantes.
Estoy agotada mental y físicamente. La noche anterior caí desmayada junto a Ella. Sé que odia que haga eso, ¿Quién no odia que la retuercen de dolor?
Es raro ¿Saben? Muchos pueden decir que estoy loca, que esa voz dentro de mi cabeza no existe, que no puedo imaginar, crear o intervenir en la muerte de otras personas. Incluso, yo a veces creo que de verdad estoy loca, que todo esto es una pesadilla en donde tarde o temprano despertaré. Pero hay que ser realistas, esta es mi realidad, mi cruel y horrible realidad.
Todo el mundo quiere un cambio sea para bien o mal, para otra persona o para sí mismo. Yo diría que quiero un cambio, pero de vida, suena ¿Raro? Creo que si, en el sentido que no quiero esa estúpida voz en mi mente o mejor dicho esas voces tampoco esa maldición. Muchos dirían que es un don como dijo una antigua enfermera. Lina, era su nombre y digo era porque Ella la asesinó ¿Por qué? Es una respuesta fácil; Lina creía en mí.
Un día más en mi rutina en esta cárcel. Me levanté, hice mis necesidades básicas, espere a que me abrieran y fui al comedor. Lina estaba ahí, recuerdo muy bien como era, fue la madre que hubiera deseado tener, cariñosa, alegre y consentidora. En ese entonces tenía 14 años y la maldita voz en mi cabeza me controlaba más de lo que hubiera deseado. Lina sabía mi secreto y me dijo que era más un don que una maldición... y le creí.
A veces cuando estás con una persona el tiempo se te pasa volando y se te olvida todo, no piensas que algo te va hacer daño...Bueno, así era con aquella enfermera.
Un día Ella, decidió que me estaba haciendo daño y...La mató, controlo mi cuerpo, se fue hacia donde estaba Lina y la mató, lenta y dolorosamente y ¿Lo peor? Yo no podía hacer nada.
Siento que me agitan y hablan, pero no me quiero levantar. Tengo sueño, mucho sueño.
—Leah, despierta. —Escucho una voz susurrando.
Abro los ojos y los vuelvo a cerrar hasta que se adapten a la luz que se filtra por mi ventana. Ya normalizada mí vista veo a mi mejor amiga sentada junto a mí.
— ¿Qué pasa, Katia? —Le digo incorporándome ya que estaba acostada.
—Eso mismo te digo a ti ¿Qué haces durmiendo en el piso?
Anoche debí caer desmayada en el piso. Con razón me duele el trasero y el brazo.
—Debí haberme caído de la cama anoche o yo que sé. —Suelta una enorme carcajada.
—Eres tan idiota, Leah, pero aun así te amo. Ahora vamos que tengo noticias.
Katia se veía feliz, no, mejor dicho, está feliz ¿Por qué? No tengo ni la menor idea, pero seguro me va a decir.
Ahora que lo pienso Ella está bien, no se ve extraña, ni se nota extraña, lo que me hace pensar que la maldita voz de mi cabeza me engaño diciendo que algo le pasaba a mi mejor amiga...Pero ¿Por qué Beth se puso así ayer, cuando pregunté por ella?
Joder pensar tanto hace que me duela más la cabeza.
Llegamos al comedor. Todo los días la misma rutina, pero vale, que se le va hacer. Ubicamos una mesa al fondo del patio y nos sentamos las dos sola. La observó fijamente, tratando de ver más a allá de su alma...Nah mentira, solo quiero que me cuente qué es lo que la tiene tan feliz.
— ¿Me vas a contar pequeña saltamontes?
—Asiente enérgicamente.
—Mis padres y hermanos van a venir la semana que viene y quizás me saquen de este manicomio. ¿No es genial?
— ¡¡¡QUE!!! Ella da saltitos sentada mientras que yo aún me quedo con mi cara neutra. ¿Ella irse?
—Se va a ir y te va a dejar.
Rayos se me había olvidado esa fastidiosa voz.
Katia me mira esperando que diga o haga algo, como no ve reacción de mi parte empieza hablar. — ¿No está feliz por mí, Leah? —La sonrisa que tenía había desaparecido y fue reemplazada por una mueca de tristeza y confusión.
—Oh cariño, créeme que estoy feliz, enserio, es lo que siempre quisiste, es que...bueno, te vas a ir y yo me quedaré, sabes, sola.
Nos quedamos en un silencio incómodo, esperando que alguna de las dos hable.
—Leah, eres mi hermana y no me quiero separar de ti. Fuiste la única buena conmigo aparte de los enfermeros y no sé que haría sin ti, pero no quiero estar más aquí, no me quiero quedar.
—Kat, cariño, no te estoy diciendo que te quedes. — Le agarró las manos y las entrelazo con las mía. —Solamente te estoy diciendo que te extrañare y que por favor no te olvides de mí.