Cerré la puerta detrás de nosotros algo cansado, Elisabeth ni siquiera me miró, fue directa al baño cerrando la puerta dejándome atrás. Me pasé las manos por la cabeza y entonces me senté en la única silla junto a una mesa que teníamos y saqué una pequeña botella de whisky que había robado de aquella mansión, la miré por un segundo y entonces no dude en tomar de ella, la cabeza me estaba matando.
"Tengo un asunto pendiente, iros sin mí"
Las palabras de Juan retumbaron en mi cabeza al no recordar ningún disparo, ninguna última bala, despertando mis dudas de si realmente fue capaz de matar a Ryan o si simplemente lo dejó marchar, como si la pérdida de Jack hubiese sido en vano, como si el sufrimiento del equipo fuese en vano.
Comencé a escuchar los sollozos de Elisabeth mientras el agua de la ducha caía sin cesar, miré la puerta del baño pensando en si debía ir a consolarla ya que sus manos y su cuerpo estaba recubierto con sangre. Volví a suspirar, al pensar que tal vez fui muy duro con ella, que tal vez todo lo que pasaba en su vida no se lo merecía ya que era solo una desgraciada más como nosotros que intentaba lidiar con la presión de ser perfecta a los ojos de los demás. Tomé un largo trago sintiendo el escozor de mi garganta, recordando que ser un mercenario era una mierda de vida que me hacía repudiar todos los aspectos de ella.
Me quedé todo el tiempo sentado pensando en lo que había sucedido, en si realmente habíamos cumplido con la misión. En fin, con Ryan era todo una caja de sorpresas y las expresiones de Juan... parecía ser cierto, las dudas colmaban con tanta agresividad mi cabeza que miré la puerta de la habitación casi decidido en ir a la habitación de Juan a preguntarle qué había pasado. Observé por última vez la puerta del baño escuchando como Beth aún lloraba y entonces la ira invadió mi cuerpo, bebí el último trago de Whisky y dejé la botella sobre la mesita yéndome de la habitación en busca de Juan.
Al bajar a la primera planta me paré delante de su puerta, respirando hondo, intentando calmar mi furia que al parecer estaba más latente que nunca.
—¡Juan! —Aporreé la puerta. —Soy yo, abre.
Escuché unos rápidos movimientos, haciendo que frunciera el ceño y entonces lo que se suponía que debía pasar, no pasó. Silencio, un silencio que me dijo que todo iba mal.
Volví a aporrear la puerta con más agresividad.
—¡Juan! —Grité detrás de la puerta al saber que se encontraba solo en aquella habitación.
Observé el pequeño espacio que había debajo de su puerta, habían unos ligeros pasos pero seguía sin recibir respuesta.
—Abre la puerta ahora mismo o la tumbaré. —Pegué un último golpe a la puerta.
—Leo. —Entonces escuché la voz quebrada de Juan. Cerré los ojos al instante mientras dejaba salir un suspiro. —Estoy... cansado. —Se excusó.
—Déjame entrar. —Le exigí al sentir cómo estaba detrás de la puerta, escuchándome.
—Estoy bien, vete. —Fruncí el ceño.
—¿Qué ha pasado con Ryan?
No hubo respuesta.
—¿Lo has matado? —Dije al no poder contener las ganas de saber si ese cabrón había muerto.
Al no haber respuesta sentí mi sangre arder, pegándole un golpe a la puerta.
—¡Qué ha pasado allí! —Grité frustrado. —¡Eres nuestro líder, joder! No puedes... no puedes hacernos esto. —Dije al no saber qué había pasado con Ryan, que es lo que había sucedido para que Juan ni siquiera se pronunciase ante ello.
—¡Ya lo sé, Leo! ¡Solo déjame...! Déjame pensar. —Aclaró escuchando como a medida que hablaba se le quebrantaba más la voz.
—Podemos solucionarlo, solo déjame entrar, no estás solo. —Me sinceré al saber que desde la pérdida de Jack, él jamás se volvió a recuperar de aquello sintiéndose completamente solo.
—Buenas noches Leo. —Se despidió antes de alejarse de la puerta, dejándome solo.
Le di un último golpe a la puerta frustrado pasándome las manos por la cabeza. Aquel hijo de puta no había muerto. Me volví hacia el pasillo intentando recuperar el aliento al sentir una presión en el pecho asfixiante acabando con mi cabeza mientras el rostro de Ryan era un bucle interminable.
Seguí caminando hasta detenerme en la puerta de los demás chicos, eran tan escandalosos como siempre. Alexis se reía por lo alto mientras podía sentir lo desquiciado que estaba David, Jay apaciguaba el pique mientras la máquina contaba el dinero sin parar. Exhalé al quedarme en frente de su puerta, tal vez disfrutando lo odiosos que eran.
Bajé a la recepción encontrándome con aquel señor que al parecer lo único que hacía era beber y escuchar música latina a todo volumen.
—¿Una mala noche? —Me giré brevemente al señor que tomaba un vaso de Whisky.
Por un momento iba a pasar de largo siendo el mismo cretino de siempre, pero me detuve.
—Es complicado. —Me aventuré a decir.
—Cuando tomas uno de estos, todo deja de ser complicado. —Entonces sacó una botella de Whisky que estaba medio vacía, ofreciéndomela.
—No bebo. —Aclaré algo cortante.
—Pero hoy sí. —Entonces cogió la botella y me la ofreció.
Estiré mi brazo poco convencido y entonces cogí la botella, yéndome con ella hasta el exterior. Sentándome en los peldaños que habían en la entrada del hotel. Limpié la boquilla con mi camisa y entonces comencé a beber. Estaba muy malo, era asqueroso, era un Whisky barato, pero después de este día de mierda me valía cualquier cosa.
Tomé un par de tragos largos de la botella y entonces cuando miraba a lo lejos las mansiones dos mujeres seguramente entre los veinticinco y los treinta años se me acercaron, haciendo que arquease una ceja.
—¿Qué haces aquí solito? —Dijo una de ellas que tenía el pelo negro rebasando su cadera mientras su cuerpo era bastante curvilíneo y con un rostro que le hacía cara al cuerpo.
—¿Quieres un poco de compañía? —Dijo la otra con el pelo marrón y con el mismo cuerpo que la primera, pareciéndome exactamente iguales.