Lealtad

Capítulo 40: Elisabeth

Cerré los ojos avergonzada sintiendo el aliento de Leo bajando poco a poco a mi intimidad. Jamás había pensado que me abriría ante él, apartando toda la vergüenza que supondría y sobre todo lo expuesta que estaban mis sentimientos hacia él.

Dio unos besos ávidos llenos de placer por encima del borde de la lencería bordada con encajes, me bajó las bragas lentamente y cuando llegó a mi zona íntima le dio un húmedo beso con sus labios que me hizo escapar un gemido de placer. Tiró mis bragas al suelo y entonces volvió entre mis piernas sumergiendo su cabeza, besándome de manera dulce y tocando mis puntos más débiles, su lengua estaba dentro dando círculos lamiendo con placer. Estaba viendo las estrellas, nadie más logró hacer que explotara de placer solo con la lengua y él lo logró. Cada vez que le sentía era como si mi piel ardiese, como si me quemara por cada beso sin apenas detenerse. Mis manos fueron directas a su cabello donde hundía mis dedos en el, mis muslos se tensaron y los apretaba contra él mientras arqueaba mi espalda.

Sus manos apretaron mis muñecas con fuerza mientras mis dedos se aferraban a las sábanas ante el placer que atravesaba mi cuerpo que se detenía en la punta de mis manos y pies.

Su lengua se deslizó por mi zona y luego fue subiendo lamiendo todo mi cuerpo sin apenas despegar la lengua de mi piel hasta llegar a mis pechos deteniéndose al encontrarse el sujetador puesto, lo desabrochó gruñendo. Al quitarlo y tirarlo al suelo, se dirigió a uno de mis pechos que lamió y besó varias veces antes de llegar a mis labios y volver a devorarlos ferozmente. Su mano volvió a dirigirse a mi zona introduciendo dos de sus dedos en ella provocando que arquease la espalda, mientras mis piernas se cerraban tímidamente, mi respiración fue cada vez más entrecortada faltándome la respiración. Sus dedos se introdujeron con lentitud, luego fue metiéndolos y sacándolos.

—Leo... —Gemí de placer sin apenas poder ver nada.

—Shh... Tranquila... —Me susurró al oido.

Quería sentirle dentro, quería que me hiciese suya.

—Todo está bien. —Me volvió a decir susurrándome.

—¡Leo! —Grité su nombre al sentir que iba a explotar. —Quiero... quiero hacerlo. —Dije con la respiración alterada con la esperanza de que me haya entendido ya que mi voz entrecortada no se hacía notar entre los jadeos.

Sus ojos oscuros se alzaron a los míos reflejando la lujuria y el anhelo que sentía. Me dio un último beso antes de alcanzar el condón que había dejado a un lado suyo. Abrió el envoltorio oyendo el plástico romperse, luego procedió a colocarse encima mía entre mis piernas. En un rápido movimiento levantó mis rodillas hasta la altura de su cadera y sin previo aviso cuando volvió a besar mis labios de una sola embestida sentí como se adentraba algo duro, algo inmenso, algo que me hacía sentir totalmente llena.

—Elisabeth quiero verte en todas las posiciones que existen, quiero que te corras una y otra vez. —Su voz ronca jadeaba contra mi oreja.

Me aferré con mis piernas alrededor de su cadera que me embestía de forma lenta, hacia adelante y hacia atrás. Su lengua jugaba con la mía mientras hincaba mis dedos arañando su espalda fortificada de arriba a bajo, dudando por un momento si realmente podía hacerle un rasguño en su piel dura.

—No sabes cuanto te deseo.—Dijo embistiéndome con fuerza.

Las embestidas empezaron a ser cada vez más rápidas y desenfrenadas provocando que de mi boca saliera un gemido tras otro.

Adelante y atrás.

Rápido y duro.

Adelante y atrás.

Lento y suave.

Las manos de Leo me agarraron con fuerza de la cadera y en un abrir y cerrar de ojos rodamos por la cama intercambiando los puestos, esta vez yo me encontraba encima suya, mis manos se dirigieron a su rostro, llevé sus labios junto a los míos provocando que se sentara, apoyó ambas manos sobre el colchón dejando que yo tome las riendas.

—Haz conmigo lo que quieras, pero no pares. —Me suplicó.

Su miembro volvió a hundirse en mí haciendo que ahogara un grito y entonces empecé a subir y a bajar de manera lenta viendo cómo su cabeza se echaba hacia atrás dejando salir un gemido tras otro, tenía los ojos cerrados mientras yo le cabalgaba de manera lenta. Dirigí mis labios a su cuello mientras mis manos se mantenían sobre su pecho para no perder el equilibro. Por un momento el mundo horrendo que nos rodeaba había desaparecido, solo estábamos él y yo. Juntos. Conectados. Había olvidado dónde estaba, quién era o simplemente cómo es que nosotros dos habíamos conectado tan bien siendo polos opuestos. Me sentía totalmente llena. Llena de él, de sus caricias.

—Oh Dios... —Jadeó en bajo antes de que mis labios buscasen los suyos.

Entonces sentí que explotaba y exploté. Me paré en seco mientras él seguía moviéndose, después de varias veces más embistiéndome sentí como se corrió, dejó su cabeza atrás rendido, mientras yo me dejaba caer con la mente en blanco al otro lado de la cama sintiendo como mi pecho subía y bajaba desenfrenadamente.

—No hemos terminado. —Dijo al cabo de un rato.

—No iba a pedirte que pares. —Volvió a sonreír antes de alcanzar mis labios.

Y entonces volvimos.

Una y otra vez.

Con diferentes posiciones.

Rápido y Lento.

Duro y suave.

*****

La luz de primera hora de la mañana se colaba por los ventanales de nuestra habitación, la brisa apartaban levemente las cortinas dejándome ver el cielo despejado y las múltiples aves que volaban libremente. Suspiré lentamente mientras mi cabeza estaba recostada sobre el pecho de Leo que dormía plácidamente sintiendo su corazón latir, relajándome. Pasé mis dedos con suavidad sobre su brazo recorriendo las cicatrices y los rasguños, hasta llegar a su cuello deteniéndome en sus labios.

No pude evitar sonreír al pensar en la noche anterior mientras una parte de mi ardía de la vergüenza queriendo escapar muy lejos. Antes de que mis pensamientos intrusivos acabasen con la noche especial, el fortificado cuerpo de Leo me abrazó mientras bostezaba abriendo los ojos, despertándose.



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En el texto hay: traicion, amor, juego

Editado: 20.07.2025

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