El autobús había entrado en el recinto de la base. Mi piel se puso de gallina al tener que aceptar que debía entrar en aquel tormentoso infierno. Inhalé por la nariz mientras seguía con la mirada clavada en el inmenso edificio viendo las hectáreas que ocupaba todas sus instalaciones. La puesta del sol reflejaba sus últimos rayos en los altos muros de hormigón y rejas. El olor de Leo penetró mi nariz, su inigualable perfume olía tan intenso como él. Giré mi cabeza al verle dormido con la cabeza apoyado en el asiento, su mano estaba puesta encima de mi muslo. Observé lo marcadas que tenía las venas, la sudadera negra que llevaba puesta le ocultaba las venas que seguían subiendo a lo largo de su brazo. Mi mirada fue directa a su rostro, su mandíbula seguía tensa a pesar de que estuviera dormido y no había ningún indicio de que estuviera relajado, seguramente porque sabía que estaba en la mira de los demás. Ya no parecía ser el adorable dormilón que era esta mañana.
Cuando el autobús paró, puse la mano encima de la de Leo para agitarle un poco y conseguir que se despertara.
—Ya hemos llegado. —Le ubiqué mientras cogía abalanzada sobre el asiento delantero mi bolsa negra con mis cosas mientras esperaba a que Leo se despertara del trance.
—Me lo imaginaba, huele desde lejos la mierda que se traen. —Me contestó con voz ronca mientras se levantaba con las manos frotándose la cara, haciéndose a un lado para dejarme paso en el pequeño pasillo del autobús. —Ahí están todos esos mierdas esperándonos en fila india. —Me dijo mientras cogía su equipaje recién despierto.
—Mejor cierra el pico antes de que alguno de la base te oiga y te ponga un castigo por las tonterías que no deberías decir. —Le avisé mientras me colocaba detrás de Jay para bajar del autobús.
—No son tonterías, son verdades Elisabeth. —Me dijo pegando un pequeño salto del autobús al suelo ganándose una mirada de Juan llena de advertencia.
Al bajar todos del autobús dos guardias entraron para registrarlo, no tardaron en confirmar que nada sospechoso ocurría dentro. Después, los mismos guardias nos registraron las bolsas que traíamos de equipaje confirmando que no había nada. Juan les entregó las dos bolsas gigantes repletas de dinero que debíamos entregar a la base, luego nos dirigimos hacia la primera entrada donde nos recibían tres superiores, solo conocía a uno de ellos y ese era el superior Eric.
—Enhorabuena. —Nos felicitó uno de los superiores al completar con éxito la misión.
—Supongo que la misión está cumplida. —Dijo el superior Eric mirando a Juan con frialdad y exigencia.
—Sí. Hemos capturado a Braylon Rehan, recuperado los millones y hemos ejecutado al fin a Ryan Henderson. La misión está cumplida señor superior.—Sentí como todos nos quedábamos sin palabras ante la confesión inesperada de Juan ¿será acaso verdad? ¿realmente lo había ejecutado? Su voz firme decía que sí. La mirada del superior Eric analizó a todo el grupo hasta fijarse en mí, detuvo su mirada en la mía y luego me dedicó una sonrisa oscura.
—Es una gran noticia para la base Odón contar con la muerte de Ryan Henderson. Su traición habría sido un gran problema que debo recordar que fue gracias a vosotros, pero supongo... que esto demuestra vuestra lealtad a la base. —Todos asintieron menos yo, parecían agradecer las palabras del superior Eric.
—Es una pequeña muestra de agradecimiento hacia la base después de perdonar nuestra decapitación. —Agradeció Juan. El superior Eric no tardó en aceptar sus palabras asintiendo brevemente.
—Elisabeth Stuart. —Su voz sorprendida de que siguiera viva hizo que las personas se hicieran a un lado para dejarme paso y que fuera al frente de él. Sentí como mi cuerpo se helaba, Juan me miró con ojos insistentes para que fuera hacia él, así que fui, parándome en frente de él. —Enhorabuena por tu primera misión, parece que hicimos bien en traerte aquí. —Sus ojos analizaron todo mi cuerpo de arriba a bajo, me sentí cohibida. —Puedes estar segura de que el tratado que hicimos se cumpla muy pronto.—Pude notar el pequeño guiño del superior Eric hacia mí, tragué saliva sin saber qué hacer ni qué decir.
—Muchas gracias, significa mucho para mí. —Afirmé. Por su parte me dedicó una última sonrisa.
—¡Ah! Juan...Cuando te instales en tu cuarto no tardes en venir a mi oficina, tenemos que hablar. —La voz rígida del superior Eric al dirigirse a él hizo que volviera a ponerme la piel de gallina. Algo me decía que a pesar de haber completado la misión, las cosas aún seguían mal.
—Sí, superior Eric.
Después de la oscura conversación que tuvimos con Eric, los demás superiores procedieron a dirigirnos hacia dentro de la base. Me fijé que nada más entrar, a varios metros de la puerta de salida en una de las paredes blancas había una pequeña tapa que se camuflaba en la pared, fruncí el ceño un momento, seguro que no estaba ahí porque les diera la gana. Recorrimos los múltiples pasillos hasta llegar dentro del edificio. Todo el grupo se despidió con un apretón de manos con los superiores, luego procedimos a ir hacia nuestras respectivas habitaciones. Subimos las infinitas escaleras mientras la gente que subía y bajaba no paraba de mirar y murmurar.
—Acostúmbrate a que murmuren algo de ti o te persigan con la mirada, estos cabrones son así. —Me dijo Alexis antes de pararse en su planta junto a Jay despidiéndose de mí con un choque de puños.
—Nos vemos luego. —Se despidió Jay cogiendo con uno de sus brazos a Alexis rodeándolo por los hombros mientras con el otro se despedía de todos nosotros alzando su mano como despedida mientras los demás empezábamos a subir las siguientes escaleras hasta llegar a nuestra planta. Entramos a nuestro cuarto dejando las bolsas encima de nuestras respectivas camas cansados por el viaje.
—¿Chicos, os importaría dejarme solo hasta que vaya a hablar con el superior Eric? —La mirada triste de Juan evitó el contacto visual. Miré a Leo que exhaló impaciente.