Mi cuerpo se abalanzó sobre el de Juan.
Me tiré encima suya con la intención de matarle, después de todo lo que hizo, difícilmente se salvaría de los golpes que quería darle. Nuestros cuerpos cayeron contra el suelo dentro de la habitación, Juan dio una patada a la puerta cerrándola mientras yo me colocaba encima de él.
—¡Pero qué haces! —Gritó al intentar apartarme con sus manos pero no lo consiguió. Sabía por qué lo hacía y encima se dignaba a preguntarlo.
Entonces le solté el puñetazo que tanto tiempo quise darle, nunca hubiese acabado así con él pero me forzó. Nos ha puesto en peligro a todos, ha mentido a Elisabeth y me ha mentido a mí. Nada más darle el primer golpe por la rabia que sentía pude ver cómo le había roto el labio por la fuerza que empleé. Sus manos fueron directas a mi barbilla echándola hacia atrás para intentar quitarme de encima. Intenté apartarle las manos de mi rostro pero fue demasiado tarde, hizo impulso con sus palmas echándome la cabeza hacia atrás y a la misma vez mi cuerpo cayó. Juan se levantó del suelo y se colocó encima de mí como venganza y me devolvió el golpe, aquello hizo que quedara en shock. Su cara se entornaba oscura y llena de rabia.
—¡Eres un mentiroso! —Le grité al intentar golpear su cara desde el suelo.
Sus manos fueron directas a mis brazos agarrándolos con fuerza para que parase de golpearlo.
—¡Para! ¡No quiero hacerte daño! —Dijo al inmovilizarme los brazos contra el suelo con fuerza.
—¡Pues yo sí! —Estaba tan envuelto por el enfado que ni siquiera pensaba en que los brazos de Juan me volverían a detener nuevamente cuando me lograra liberar.
—¿Por qué? —Me gritó jadeando por el esfuerzo.
—¡Confiábamos en ti! ¡Nos va a matar a todos! —Grité con fuerza mientras mi cabeza se golpeaba contra el suelo al intentar levantarme una y otra vez.
—¡Sabes que jamás permitiría eso! Soy vuestro líder. —Dijo entre dientes apretando mis brazos con fuerza mientras intentaba zafarme.
—¡Mentiroso! —grité —. Yo creía en ti y piensas hacernos lo mismo que Ryan.
Dejé de forzar mis brazos con brusquedad viendo cómo perdía fuerza en ese instante mientras su cuerpo se abalanzaba un poco hacia el mío, sin que se lo espere hice fuerza en ambos brazos hacia los lados quitando sus manos de mis muñecas. Cuando conseguí soltarme lo aparté de mí con un golpe con la palma de mi mano dejándolo a un lado.
Levanté mi puño y vi cómo me sonreía enseñando sus dientes ensangrentados por el labio que le había roto.
—Pégame. —Me ordenó desafiante dejando sus manos rendidas sobre el suelo. —Lo estás deseando. —Mi puño quedó en el aire.
Sentí demasiada ira y que hiciera eso no me ayudaba, él sabía que me frenaba y que mi impulso de hacerlo se comprimía en algo muy pequeño convirtiéndose en enfado. Apreté el puño con fuerza a la vez que cerraba mis ojos durante unos segundos intentando retomar aire y calmarme pero cuando estaba recapacitando sobre lo que quería hacer supe que era mala idea cuando Juan se abalanzó encima de mí volviendo a agarrarme de los brazos y subiéndose encima de mi cuerpo para detenerme.
Busqué a mi alrededor algo que podría utilizar como arma para liberarme de sus brazos, pero al analizar el cuarto me di cuenta de algo, unos planos estaban en una mesa y un portátil también ¿pero qué...? Entonces aparte de estar enfadado me sentí confuso.
—¿Pero qué cojones? —Miré en dirección a los planos y luego miré a Juan con el ceño fruncido, soltó aire cansado y dejó de hacer fuerza contra mis muñecas.
—Te explicaré todo si no vuelves a atacarme. —Por su tono de voz y su mirada pude saber que lo que me decía era cierto. Tragué saliva aún con ganas de darle unos golpes más.
—¿Me vas explicar el qué? —Me solté con brusquedad de sus muñecas. —¿Me vas a explicar por qué le mentiste a Elisabeth? o ¿por qué el superior me ha amenazado de muerte por tu culpa? o ¿por qué cojones has mentido a los superiores poniéndonos a todos en peligro? —Apoyé los codos para poder levantar mi cuerpo mientras él seguía encima de mí. Le miré con rabia mientras su rostro parecía mostrarme la culpabilidad que sentía, se apartó y luego apoyó sus codos en sus rodillas.
—No he mentido a Elisabeth, solo he contado una versión de Leo que existió y que seguramente siga existiendo. —Aquello me dejó nuevamente en shock.
—¿A cuenta de querer joderme mi relación con ella? —Por un momento no quise llamarlo así pero me salió tan de sopetón que tanto a mí como a Juan nos pilló por sorpresa.
—¡Leo no eres un pan de Dios! ¿Qué pasó con las otras chicas Leo? Ninguna estaba a tu altura, ninguna te entendía a todas las has utilizado y luego te librabas de ellas como si fuesen basura. —Me pasé la lengua por la boca intentando no volver a golpearle.
—No lo entiendes. —Ambos nos pusimos en pie.
—¿Ah no? ¿Es que acaso Claudia no estaba a tu altura? ¡Pues claro que sí joder! Lo que pasa es que no sabes cómo querer a una mujer, no sabes tratarla y tampoco sabes como... —Le agarré por el cuello de la camiseta estando a centímetros de su cara. —¿Por qué ella es diferente? —Intenté retener las ganas de volver a pegarle. —¿Es que acaso te pone lo prohibido? Leo deja de jugar con las putas personas. —Le agarré con más fuerza de la camiseta.
—¡No tienes ni puta idea! —Dije entre dientes—. No me vengas con el rollo peliculero de dar consejos cuando ni siquiera te los aplicas ¿es que acaso tu no juegas, Juan? has jugado con todos nosotros desde el principio ¿por qué cojones no nos has contado lo que coño ha pasado en la mansión? ¡He tenido que mentir por ti jugándome el cuello joder! —Le estampé contra la puerta.
—No sabes cuánto lo siento. —Su mirada se mantenía fija en la mía. Negué con la cabeza mientras tensaba la mandíbula.
—Será mejor que me expliques lo que está pasando. —Dije entre dientes intentando retener la furia. Él sin embargo se limitó a asentir.