Lealtad

Capítulo 48: Leo

Aparté a la gente de mi camino.

Iba a matarlo. Iba a tomarla por la fuerza.

Las imágenes grotescas de lo que podría estar sucediendo me hacían perder la cabeza, sacándome de mí mismo, hirviendo hasta mi última vena.

No iba a tener piedad, si había decidido obligarla... a tomarla por la fuerza, no tendría ningún remordimiento en matarlo, en despellejarlo vivo.

No me importaría morir con tal de hacer pagar a ese cabrón, por fin podría hacerle saber todo el odio que me llevo guardando. Le haría suplicar por su miserable vida que igualmente arrebataría.

Salté las escaleras de dos en dos mientras intentaba contener las ganas de gritar por la rabia, si ese hijo de puta la había obligado... tumbaría la base entera con tal de hacerle pagar por haberla tocado. Le reventaría.

Entonces llegué a la planta, me remangué la sudadera y entonces clavé mi mirada en aquel guardia que me miraba. Cuando intentó detenerme le empujé con todas mis fuerzas, apartándolo de mi camino viendo cómo la gente se inmovilizaba y abrí la puerta de un golpe a punto de romperla.

Vi a Elisabeth tumbada boca abajo en el escritorio con las lágrimas bajando por sus mejillas desesperada, aún llevaba la ropa puesta.

—¡Quién te ha deja-! —Le aparté de ella de un empujón, levantando a Elisabeth de la mesa con brusquedad. —¡No sabes lo que estás haciendo!

—¡Pedazo de hijo de puta! —Entonces le pegué un puñetazo.

—¡Leo basta! ¡Vámonos por favor! —El rostro invadido de lágrimas de Elisabeth me suplicaba que le dejase. ¿Pero cómo iba a permitirlo? ¿Cómo iba a dejarlo estar?

—¿Qué te pasa Leo? ¡¿Ahora tienes sentimientos por esta zorra?! —Iba a ir a por él, no me importaría morir si él moría primero.

—¡Leo no vayas, vámonos! —El rostro de Elisabeth se interpuso desesperada entre ambos.

Sentía mi pecho desgarrarse por la rabia al verla destrozada, apretaba mis puños con fuerza, con tanta que si me abalanzaba sobre él acabaría con su vida en unos segundos. Volví a ver su rostro lleno de miedo, terror, invadido por las lágrimas, por el sufrimiento.

Jamás iba a dejarlo estar, iba a terminar con él.

—¿Sabes lo que podría pasarte? ¡Puedo matarte!

—Yo sí que podría matarte. —Dije entre dientes, observándole fijamente, su cargo de superior se hizo tan pequeño ante mis ojos, que nada me detendría.

—¿Qué has dicho? ¿Sabes el poder que tengo?

La puerta volvió a abrirse con brusquedad viendo a Juan, Alexis y David entrar por ella.

—¡Leo no lo hagas! —Me advirtió Alexis, dándome exactamente igual sus palabras.

—Vamos Elisabeth. —Vi a Juan hacer el intento de agarrarla.

—¡Ni se te ocurra tocarla! —Le amenacé sin escrúpulos, estando fuera de sí alzando mi mano advirtiéndole, dejándola detrás de mí.

Nadie iba a volver a tocarla.

—Si vuelves a tocarla... a mirarla, si decides decir algo al consejo, créeme que las mejores cartas las tengo guardadas para ti. —Me volví hacia el superior Eric, amenazándolo. —Si decides hacer algo, le haré saber al consejo lo que estuviste haciendo con Claudia todo este tiempo. —Entonces cogí el toro por los cuernos cuando su rostro se ensombreció, siendo él, el que no tenía ningún poder.

—¡Acabaré con vosotros! ¡Si creéis que esto no tendrá consecuencias estáis equivocados! —Entonces saqué la navaja que tenía en el cinturón que estaba alrededor de mi cadera y clavé el cuchillo sin piedad en la mesa, anclándolo.

—Recuerda que hablas con criminales y que esta navaja podría clavártela con un pestañeo. —Le amenacé, intentando controlar las ganas de clavarle la navaja.

Su cara estaba roja por la rabia al no poder hacer nada. Ahogado en su propia miseria.

Por fin probaba de su propia medicina.

Mi di la vuelta intentando controlar aun la furia que recorría mi cuerpo observando a Elisabeth, que parecía estar débil, destrozada, llena de miedo. Inhalé aire y entonces la cogí en brazos, iba a sacarla de ahí, iba a cuidarla.

—¡Esto no acabará así! ¡No tenéis ningún poder! ¡Soy vuestro superior!

Me abrí paso entre los chicos que nos miraban desconcertados mientras el rostro de Elisabeth se escondía en mi sudadera.

No iba a permitir que nadie más le hiciese daño.

Nadie más iba a tocarla sin su permiso.



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En el texto hay: traicion, amor, juego

Editado: 20.07.2025

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