Nos pusimos a idear el plan pero antes mientras todos los demás se ocupaban de sus asuntos, abrí la carta que me había dado Leo junto con el teléfono. Dentro me encontré con un tipo de letra que jamás había visto. Miré a Leo antes de comenzar a leerla viendo que estaba sentado junto a Beth en una esquina de la sala hablando y entonces comencé a leer para mí mismo.
Los meses aquí fueron duros, no puedes confiar en nadie y tampoco puedes amar a alguien, la estancia aquí para mí no fue como una dulce tarta de chocolate que podía saborear. Toda mi vida he estado compitiendo, matando y sufriendo por otros, muchas veces he pensado que la vida era jodidamente mala conmigo, que no me merecía nada de lo que me estaba pasando y desde luego no merecía ser tratada de la forma que fui por el hombre que di todo de mí en su día. Mi hora ha llegado y no la de morir, si no la de vivir una vida libre y aparentemente "normal", creo que en el fondo todos queríamos eso.
Ahora que las cosas se pusieron complicadas, ha llegado la hora de ser generosa y aunque ese estilo nunca me favoreció, creo que en el fondo lo estoy haciendo por él, al hombre que me hizo saber que aún me quedaba un poco de humanidad y no era un simple monstruo. Porque le quiero vivo y a salvo, todo lo contrario que él desea para mí. No importa el pasado, sé que no le volveré a ver así que quiero morir con el pensamiento de que algún día salvé a la persona que un día tanto amé.
Claudia.
Cuando terminé de leer la carta vi varios números y supe que se trataba de un número de teléfono. Cerré la carta y por alguna razón no podía evitar sentirme molesto después de leer la confesión de amor de Claudia hacia Leo, sentía que una vez más no supo valorar lo que seguramente era un diamante.
Sentí la presencia de Leo detrás de mi espalda, giré mi cabeza y ahí estaba mirándome con ojos oscuros, ambos intercambiamos unas breves miradas, algo me decía que necesitaba una opinión de mi parte y por algún motivo me iba a negar.
—Supongo que esos números sirven para algo. —Alcé una ceja mientras cogía la carta entre mis dedos para ofrecérsela.
—No se dónde estaríamos sin su ayuda. —Dije aún molesto mientras veía como me quitaba la carta de la mano para metérsela en el bolsillo.
—Con la ayuda de Ryan hubiera sido suficiente. —Alcé las cejas poco convencido por su respuesta y entonces dirigí una breve mirada hacia Beth que estaba hablando con Alexis y Jay permitiéndome decirle unas cosas más.
—Si Claudia no hubiese querido ayudarnos nos hubiese buscado la ruina y después de lo que le hiciste, nos hubiese buscado la muerte pero no ha sido el caso, ella siempre te ha amado y lo sabes. —Dije por lo bajo mientras Leo se sentaba en la silla que había dejado vacía Jay.
—No podía corresponderla. —Alegó cortante, evitando mirarme.
—Entonces debías haberle dicho algo, has jugado con sus esperanzas todo este tiempo. —Susurré cabreado.
—¿Esperanzas? Nuestras vidas son una mierda y la de Claudia no fue un camino de rosas precisamente ¿de verdad crees que ella tenía esperanzas? —Me respondió cabreado en el mismo tono.
—¿Has leído lo que ponía en la carta? Es una confesión de amor. —Apartó la vista mientras pasaba la lengua por los labios seguramente sin querer escuchar lo que le estaba diciendo.
—Era un jodido niño cuando la conocí ¿de verdad ella pensaba que íbamos a tener nuestra propia historia de amor con esta vida de mierda? Me encargué de sobrevivir hasta el día de hoy, lo último que necesitaba era querer a alguien porque es una jodida mierda. —Agachó la cabeza fastidiado. —¿De verdad crees que no tengo sentimientos de culpa por querer a Elisabeth? —Me miró detenidamente.
—Debes entenderme cuando te digo que no entiendo por qué a Elisabeth decidiste quererla y a Claudia podría quemarse en el infierno y aun así no mirarías atrás.
—¡Yo no he decidido quererla joder! había intentado con todas mis fuerzas mantenerme alejado de ella, incluso me he comportado como un cabrón, pero aun así tenía la necesidad de protegerla y cuando ambas tuvieron aquel maldito combate, supe que era ella cuando sentía algo aquí dentro que se desgarraba al verla a punto de morir. —Señaló su pecho con el dedo índice y entonces pude ver que algo había cambiado en él, que aquella preocupación por el bienestar de Elisabeth era algo latente y real.
—Yo... —Antes de poder decir nada fui interrumpido.
—Créeme, Claudia significó mucho para mí. Fue la primera persona que he llegado a desear y su vida era jodidamente admirable pero creo que tuve tanto miedo de amarla que apagar aquellos sentimientos hicieron que de verdad muriesen.
—Entonces no la cagues con Elisabeth. —Ambos volvimos a mirarnos, sintiendo por primera vez comprensión mutua.
—No lo haré.
—¿Por qué estáis tardado tanto? —Se asomó Alexis entre ambos, sorprendiéndonos.
—Bien, tengo el número de teléfono. —Informé a los demás ignorando la pregunta de Alexis.
Todos se dispusieron a rodear la mesa mientras nos observaban.
—¿Entonces cuál es el plan?¿Llamarles? —Preguntó David.
—Si llamamos seguramente recibamos más instrucciones de cómo salir de aquí, creo que es lo primero que debemos hacer. —Inquirió Jay.
—¿Y si es una trampa? ¿Os debo recordar que el móvil con el número nos lo ha dejado la bruja de Claudia? —Una vez más quise taparle la boca a David con tal de que se ahorre sus increíbles conspiraciones.
—Sin ella no estaríamos aquí, imbécil. —Dijo en un arrebato Leo, fulminándolo con la mirada.
—Bien, entonces llamemos. —Añadió Elisabeth. —Si no lo hacemos no vamos a lograr salir de aquí.
Cogí el móvil en mi mano algo nervioso y de seguido Leo rompió el pedazo de papel que ocupaba el número volviendo a guardar la carta en el bolsillo. Todos nos miramos, si esto era realmente una trampa nos condenaríamos a una muerte segura.