Concéntrate en la manzana, concéntrate en la manzana.
Solo le prestaba atención a la manzana que rodaba entre mis manos una y otra vez. Todo el mundo estaba disperso por la sala de planificaciones. Llevábamos más de doce horas intentando que el plan de sacar al superior Eric de su madriguera funcionase, aunque claro, eso no quitaba que David fuese el primero que cayese rendido durmiendo en la esquina mientras yo, estaba aburrido mirando la manzana.
Leo y Beth estaban juntos al otro extremo al que yo estaba, parecían bastante serios. A Leo no le debía de gustar la idea de exponer a Elisabeth al peligro que conllevaba sacar al oso de la madriguera y para ser sinceros, por primera vez sentí cierta admiración por Elisabeth al no titubear en tomar la decisión de hacerlo. Juan y Jay estaban haciendo algo con el ordenador y probando unos pinganillos que Ryan nos había proporcionado y que nos servirían para comunicarnos cuando tuviese que entrar en la sala del superior Eric mientras Jay me guía y por último estaba David, que se había sentado en el suelo observando embobado el reloj que apuntaba las ocho y media de la noche, intentando no volverse a dormir.
Pasé por última vez la manzana roja de una mano a otra cuando sentí a alguien apoyarse en el borde de la mesa junto a mí. Inhalé el inconfundible olor de Jay, alcé las cejas sorprendido, pensaba que estaba ocupado, miré hacia atrás y vi a Juan ocupándose del portátil, luego giré mi cabeza hacia él, que me observaba con ojos de preocupación.
—Se te ve solo. —Levanté un lado de mis labios hacia arriba al escucharle.
—¿Eso es lo que te preocupa? ¿si estoy solo? —Él repitió el mismo gesto que hice y luego miró mi manzana que pasaba de un lado a otro.
—No parece que estés muy convencido con esto. —Bajé mi cabeza al escucharle, volviéndome a fijar en la dichosa manzana.
—No tengo miedo de lo que me pueda pasar allí fuera, me han entrenado para esto, porque hayamos fallado una vez no significa que ocurra una segunda. —Dije serio.
En realidad en estos últimos días en los que Juan nos había exprimido como naranjas, mis pensamientos fueron óptimos al ser el elegido, solo podía pensar en que sería el hombre que les salvó el culo al duplicar un ordenador por otro para que puedan rescatarnos. Sin mi colaboración no podríamos ser salvados. Ser un héroe no era fácil, pero sí satisfactorio.
—Bueno, entonces si estás preparado para esto, no dudo en que lo hagas bien. —Antes de pasar la manzana nuevamente a mi mano, Jay me la arrebató para que le mirase. —Alexis, cuando te diga por el pinganillo que salgas de allí, deberás hacerme caso, no hagas nada que se salga fuera de mis órdenes. —Su tono de voz cambió a uno serio, sabía por qué se comportaba así, se estaba preocupando por mí.
—Ya te he dicho que sí.
—Espero que sea cierto, estás jugando tu vida. —Puse los ojos en blanco. Como si no lo supiera.
—¿Jay, de verdad crees que no sé que me estoy jugando la vida y que debo ir con cuidado si no quiero cagarla? —Noté como su mano rodeaba toda la manzana mientras la apretaba ligeramente lo que hacía que se le notaran las venas.
—Tengo la impresión de que vas a hacer una de las tuyas para salvarnos el culo y no quiero que me salves el culo. —Puse los ojos en blanco antes de llevar mi mano hasta la manzana para arrebatársela ya que era mía. Alzó su brazo hacia arriba haciendo que me quedase con las ganas de cogerla y acabé a centímetros de su rostro, mirándonos detenidamente.
—Te he dicho que no haré nada estúpido. —Susurré picado, alcé la mano con rapidez para poder alcanzar la maldita manzana, pero en cambio bajó el brazo.
—Espero que así sea. —Dijo ofreciéndomela extendiendo su mano.
—Claro que será así. —Se la arrebaté al fin, mientras le observaba unos segundos demás dirigiendo mis ojos a sus labios instintivamente.
Nos quedamos en silencio. Sentí que estaba apunto de encenderse la chispa electrizante pero se apagó más pronto de lo esperado.
—Prométemelo. —Se aclaró la garganta, tensándome al instante.
—Te... te lo prometo joder. —Dije dándole un bocado a la manzana al sentir un nudo en mi garganta.
—Es casi la hora. —Dijo Juan metiendo el portátil junto con algunos cables dentro de la mochila, interrumpiéndonos.
Todos me miraron por unos segundos, cayendo en la cuenta lo juntos que estábamos ambos y que de inmediato me separé dejando la manzana mordida sobre la mesa.
—Elisabeth será mejor que vayas a prepararte, nosotros enseguida te alcanzaremos. —Dio como orden Juan mientras Leo y ella no tardaron en despedirse del equipo para irse.
Me levanté de la mesa y fui directo a Juan que me daba el pinganillo y la mochila. Nada más colocarme el audífono, Jay se acercó para activármelo aunque yo sabía hacerlo.
—Comprobando, comprobando, uno dos, uno dos. —Oí a Juan por el pinganillo. Alcé el pulgar en señal de que le escuchaba.
—Listo. —Dije.
—Bien, vámonos. —Dijo Juan recogiendo todas las cosas para irnos.