Lealtad

Capítulo 53: Elisabeth

El plan de fuga se había puesto oficialmente en marcha.

Me ajusté la camiseta intentando resultar algo sexy mientras el pelo mojado estaba suelto sin arreglar. Me miré por última vez en el espejo del baño y entonces la puerta se abrió, viendo a Leo entrar. Mi mirada se dirigió hacia él, su cuerpo no tardó en apoyarse en la encimera del lavabo para observarme detenidamente sin decirme nada, le dediqué una pequeña sonrisa para reconfortarlo ya que sabía que el plan que había propuesto David no le parecía buena idea.

—¿Estás segura de esto? —Noté lo nervioso que estaba, no parecía seguro de aquello. —Si has cambiado de opinión siempre podemos...

—No. Está bien. —Le interrumpí. —Es la mejor forma de lograrlo. —Dije intentando aparentar segura de ello.

—Es peligroso.

—Lo lograremos, tu confía en mí. —Mis manos fueron a las suyas instintivamente para agarrarlas.

—Elisabeth...

—Hemos pasado por muchas cosas, esto no es nada. —Sus manos me atrajeron hacia él para luego agarrarme por la cintura.

—Llévale a tu terreno, juega con su mente pero jamás... permitas que acorte las distancias contigo. Nos darás el suficiente tiempo para poder conectar el ordenador e ir en tu búsqueda para sacarte de ahí. —Asentí sintiendo como el miedo comenzaba a manifestarse. —¿Entendido?

Asentí lentamente mientras su frente y la mía se juntaban.

—Entendido.

Él me miraba fijamente a los ojos y luego me miró los labios mientras comenzaba a acariciarme la espalda. Tenerle tan cerca hacía que las chispas y el cosquilleo volviese a fluir por todo mi cuerpo a medida que sentía sus dedos tocarme.

—Cuídate mucho Elisabeth... por ti y por mí. —Susurró y me dejé llevar por sus envolventes palabras.

—Te... lo prometo.

Antes de que Leo pudiese besar mis labios ambos nos detuvimos cuando escuchamos llamar a la puerta para luego ver el rostro de Juan asomarse por él.

—Es la hora. —Dijo observándonos a ambos.

Miré por última vez a Leo y entonces salimos del baño encontrándonos con los demás chicos.

—¡Vaya, Elisabeth! —Dijo Alexis bajándose de un salto de nuestras literas. —El superior Eric quedará impresionado al verte.

El golpe detrás de la nuca que le dio Jay seguramente se lo hubiese querido dar antes Leo.

—Acabemos con esto. —Dije abriéndome paso entre ellos.

—Coloca este pequeño imán en la puerta antes de salir, permitirá que no se bloquee la puerta. —Dijo Juan lanzándolo en el aire para que lo cogiese.

—Entendido.

Las miradas de los chicos se posaron en mí antes de marcharme, viendo a Leo en el centro de ellos pudiendo notar en sus ojos que se arrepentía de dejarme siquiera intentar el plan.

Me volví hacia la puerta decidida y entonces la abrí.

No podía mentir, estaba cagada pero el miedo no superaba las ganas de salir de este infierno, incluso con la condición de ponerme a mí misma en peligro con tal de lograrlo. Los chicos me siguieron, iban a esparcirse vigilando desde a lo lejos el momento en el que lograría sacar al superior Eric de su madriguera para que Alexis pudiese colarse y dar el cambiazo con el portatil.

Llegué a la planta del superior Eric viendo como los chicos ya no estaban detrás de mí, seguramente estarían vigilando la zona sin ser vistos.

Me paré en frente de la puerta inhalando aire preparándome el papel y entonces llamé a la puerta. El rostro del superior Eric no tardó en aparecer detrás de ella, viendo aquellos ojos azules observarme intensamente.

—¿Elisabeth? —Sus ojos no tardaron en estudiar mi cuerpo de arriba a bajo, era la primera vez que podía ver mi silueta sin esconderla bajo la ropa ancha y aquello, le impresionó.

—¿Podemos hablar?

Sabía que al superior Eric le encantaban los pajaritos indefensos, aquellas golondrinas tan hermosas y delicadas que necesitaban de su ayuda. Aquellas chicas rotas, dañadas y frágiles, que necesitaban protección, incluso un hombro en el que llorar y supe que mi delicada voz había sido más que suficiente para que el superior Eric se echase a un lado, abriéndome la puerta para pasar.

Miré por última vez hacia atrás y entonces entré.

—¿Se puede saber de lo que deseas hablar a estas horas de la noche, Elisabeth? —Sus manos se dirigieron al asiento que estaba enfrente de su escritorio, apartando la silla para que me pudiese sentar en ella.

—Vengo a pedirle disculpas superior Eric. —Me aclaré la garganta al notar como el sillón se hundía con su peso conforme se acomodaba más en el.

—¿Disculparte?

—El comportamiento de Leo... no debió entrometerse de esa forma. —Alzó las cejas casi incrédulo.

—¿Entrometerse en qué, Elisabeth? —Su tono de voz se suavizaba a medida que la conversación iba fluyendo, pudiendo notar perfectamente hacia a donde quería llegar.

—En lo que estaba pasando entre los dos.

—No ha pasado nada. —Dijo escapando una pequeña sonrisa. —¿Por qué estás aquí?

—El comportamiento de Leo no me pareció correcto para hablar con usted y creo que le debo unas disculpas. —Noté como aquello no le estaba convenciendo y de que el oso, se estaba percatando de que algo estaba ocurriendo.

—Leo siempre fue uno de nuestros mejores criminales en esta base, la determinación y la crueldad es clave, la frialdad y ser calculados es un arma muy letal que si sabes como usarla puede llegar a crear monstruos tan imparables como él y aunque parezca que ningún monstruo tiene debilidad yo la he detectado... —sus ojos volvieron a analizarme tensándome por un momento, algo me decía que lo que había ocurrido con Leo había hecho que tenga una sed de venganza hacia mí, su debilidad. —Eres su criptonita, aquello que si lo dañan le hace más daño a él y aquello... no lo podemos permitir.

—Lo entiendo superior Eric, estaría dispuesta a asumir las consecuencias. —Alzó casi de inmediato las cejas al escucharme.

—Es la primera vez que lo veo en mis treinta años de labor... un criminal enamorado y una gacelita que estaría dispuesta a sacrificarse con tal de salvarlo.



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En el texto hay: traicion, amor, juego

Editado: 20.07.2025

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