Supe que estábamos bien jodidos cuando la estridente alarma sonaba sin parar, un bucle infinito que a cada pitido nos condenaba a una muerte segura. Era la primera vez que sabía que nuestras vidas dependían de decisiones milimétricas y si cometíamos un mínimo error, moriríamos.
La palidez y el miedo era notorio en el rostro de Elisabeth que se paralizó y me miraba buscando una solución, esta vez no había salida y lo único que nos quedaba era correr. Fui hacia ella cogiéndola por la mano para salir de allí y antes de poder comenzar a correr, ella se detuvo.
—¿Qué pasa con mi padre? ¡Debemos sacarlo de allí! —Negué con la cabeza repetidamente, era demasiado tarde, si queríamos salir vivos debíamos abandonarle.
—¡Elisabeth nuestras vidas corren peligro, debemos salir de aquí! —Volví a tirar de su brazo mientras lo único que rondaba por mi cabeza era salvarla.
—¡No me iré sin él Leo!
Las luces rojas nos rodeaban, pronto un ejército nos tendrían rodeados, nos acribillarían a balas, lo único que nos quedaba era salir de allí dejando todo atrás sin importar lo que debíamos sacrificar.
—¡Elisabeth si nos matan, no podremos sacarle de aquí! —Intenté desesperado que entrase en razón mientras el temor de que los demás no llegasen a salir de aquí por nuestra culpa era latente.
Antes de que Elisabeth tomase una decisión, la voz del superior Eric comenzó a sonar por los altavoces de la base, mirando a mi alrededor, sintiendo como poco a poco perdíamos el control del plan, como los ojos del superior Eric nos encontrarían si no nos marchábamos de allí, haciendo que mis peores pesadillas se haciesen realidad.
—Burlar los sistemas de seguridad, hackear las cámaras de seguridad y compartir información valiosa solo se puede pagar con la pena de muerte.
En ese mismo instante el estridente ruido de las puertas de las habitaciones bloqueándose hicieron eco, cada una de ellas, una por una, el sistema inteligente de aquellas puertas blindadas jamás podríamos abrirlas, viniéndome la única imagen de Juan y David quedándose atrapados en las habitaciones por mi culpa. Miré a Elisabeth que de inmediato asintió y entonces no lo dudé, ambos comenzamos a correr por las escaleras principales, por aquella espiral oscura que me llevarían a ellos, solo quería sacarlos de allí con vida, era lo único que me importaba, me daba igual si perdía la vida, ellos merecían salir de esta cárcel de mierda y no pensaba dejarles morir aquí por mi culpa. Subí los escalones frenéticos, con el corazón a punto de salirme del pecho, debía llegar debía, llegar debía llegar ¡joder!
Cada planta que subía sentía el inquietante silencio, la soledad, sabía que el superior Eric estaba planeando la captura más grotesca, éramos ratas enjauladas que pronto acabarían muertas por el deseo más grande, degustar la libertad.
Llegué a la sexta planta sin mirar atrás, las luces rojas tensaban mi cuerpo, mientras la estridente alarma había cesado. Joder, debía encontrarles. Di esquina y entonces choqué contra un cuerpo, mis alarmas se dispararon, si era un guardia debía matarlo antes de que él me mate a mí. Entonces le agarré con fuerza del cuello y entonces, Juan me embistió contra la pared, apartándome de Alexis.
—¡Qué cojones haces! —El grito de Juan a centímetros de mi rostro me alegró más que nunca, impulsándome a sus brazos, abrazándole aliviado de que él y David saliesen de la habitación antes de que las bloqueasen.
—¡Juan! —Grité aliviado mientras veía a los demás chicos mirándome desconcertados y entonces supe que si ellos estaban bien, estaba dispuesto a morir por ellos.
—Un momento. ¿Dónde está Elisabeth? —La pregunta de Jay hizo que toda aquella euforia se esfumase en segundos.
Me giré buscándola, no estaba.
Ha ido a salvar a su padre.
—¡Eh! ¡¿Debemos salir de aquí vale?! ¡Ryan ya está aquí! —Me gritó Juan agarrándome con fuerza de la cara mientras los demás chicos se preparaban para correr.
—¡Juan no puedo irme sin ella! —El asintió con la cabeza sin parar mientras el pánico de haberla perdido por no haberme asegurado que seguía a mi lado crecía latentemente.
—Sí puedes, porque ella ya ha tomado su decisión. —Negué con la cabeza.
—Ella no morirá aquí. —Negué rotundamente ante esa posible idea.
Entonces la voz del superior Eric volvía a sonar por el altavoz.
—Podréis esconderos, pero os recuerdo que un ejército os está dando caza ahora mismo, así que más vale que lo hagáis bien porque si os encuentran tienen la orden de disparar y acabar con vuestra miserable vida.
Noté el fuerte agarre de Juan en mi camiseta tirando de mí, comenzando a correr junto a los demás chicos mientras las luces rojas a medida que se encendían y se apagaban me decían los segundos consumidos, los errores ya cometidos y la balanza inclinándose sobre la muerte a medida que el tiempo pasaba.
Comenzamos a bajar las plantas y nuestra peor pesadilla comenzó a multiplicarse por guardias apuntándonos, balas perdidas en el aire y los chicos apuntando con su mayor destreza a la cabeza, sin desperdiciar balas, viendo los cuerpo cayendo, desplomándose mientras el juego de esquive de balas destinaba el porcentaje que teníamos para sobrevivir. Los cartuchos tirados al suelo, dejando un camino lleno de balas consumidas, de guardias muertos y de un rastro interminable de sangre que nos seguía a medida que bajábamos las plantas, cubriéndonos las espaldas, sacando todas nuestra habilidades y enseñando a la base por qué éramos los jodidos reyes. La plaga de guardias solo tenían un objetivo, seis criminales que habían cometido la traición más grande de la historia de la base Odón, luchando por lo que una vez les arrebataron, la libertad. Al llegar a la planta principal, mi corazón se encogió, nadie estaba allí, Elisabeth no estaba allí.
Los guardias comenzaron a bajar en manada por las escaleras, como perros hambrientos, los chicos se ponían a cubierto mientras sus rostros y camisetas estaban cubiertos de rastro de sangre. Me giré buscándola, una presión en mi pecho me consumía a medida que no la veía, la puerta de salida de emergencia que daba a las plantas del subsuelo me llenaba de furia.