Corrí hacia el cristal que impedía que Elisabeth saliese con nosotros.
—¡Beth! —Grité al estamparme contra el cristal.
—¡Lo siento! —Gritó sin despegarse del cristal que impedía tenerla en mis brazos.
El alma se me encogió en menos de un segundo, ella no podía hacer esto, no me podía hacer esto, la necesitaba conmigo y también libre.
—Abre esto. —Le ordené. No soportaría que se fuese de mi lado. —¡Abre esto! —Le di un golpe al cristal mientras sus ojos brillaban de tristeza y miedo.
Si la dejaba allí acabarían con ella, la perdería por completo, no iba a permitir que se arruine la vida por mí y por los demás, debía de haber una forma de sacarla.
—¡Debéis iros antes de que lleguen más guardias! Leo vete por favor. —Me rogó mientras veía a los guardias apuntar hacia el cristal, me negué rotundamente, no me iba a ir a ningún lado sin ella.
—Si lo haces por tu padre te prometo que encontraré la forma de sacarle, pero tienes que venir conmigo, por favor. —No soportaba verla detrás de aquel cristal grueso, no me importaba morir si lo hacía junto a ella.
—¡Leo debemos irnos! ¡antes de que sea tarde! —Gritó Juan y entré en pánico, volví a pegarle un golpe al cristal.
—¡Elisabeth sal de allí! —Su rostro estaba a centímetros del mío, pegué mis manos al cristal, hoy no sería el día en el que la iba a perder, apenas tuve tiempo de amarla.
—¡Elisabeth tienes cinco minutos para abrir esa puerta o tu padre morirá aquí mismo! —Amenazó Eric que de inmediato le fulminé con la mirada, tenía que acabar con ese hijo de puta.
Entonces el sonido de la puerta abriéndose captó nuestra atención, la puerta que daba al exterior había sido abierta por Jay alertando al superior Eric.
—¡Eh tíos! —Gritó Jay.
—¡Leo debemos salir de aquí! —Dijo Juan mientras les ordenaba a los demás que se fuesen.
—No tenéis oportunidad, aunque ella no abra la puerta decenas de guardias tienen la orden de meteros una bala en la cabeza. —Continuó Eric.
—Te lo ruego. —Volví a dirigir mi mirada a ella, ignorando todo lo demás.
—¡No puedo! —Mis ojos analizaban su rostro, tenía las pulsaciones sobrepasando el límite y mis nervios acababan con mi persona.
—¡Leo! —Gritó Juan mi nombre haciendo que me volviese a él con rabia.
—¡Vete! ¡Vete con los demás, pero yo sin ella no pienso irme!
—¡Leo, por favor vete! —Me volví a girar hacia ella al escuchar suplicarme eso.
—¡Abre la puerta Beth! ¡ábrela de una maldita vez si no quieres que lo haga yo por ti! —La amenacé buscando algún otro botón que serviría para levantar la puerta de cristal.
—¡Tu padre o tus amigos Elisabeth! —Dirigí una mirada fulminante a Eric mientras él hacía fuerza con la pistola contra la cabeza de Mathius.
Ella se quedó mirando a su padre, con sus manos apretando el maldito cristal destrozando mi alma en pedazos, si la perdía sería por mi culpa.
—¡Leo! —Las manos de Juan me agarraron con brusquedad por los brazos echándome hacia atrás, me solté y le cogí por el cuello de la camiseta.
—Te he dicho que te vayas con ellos ¡vete! —Le solté volviéndome hacia el cristal, pegué mis manos a el y la miré fijamente.
—Tal vez si nos hubiéramos conocido en otra vida jamás te habría dejado ir pero es necesario, jamás dejaría a mi padre aquí y tampoco dejaría que te maten así que vete por favor. —Los ojos de Beth se llenaban de lágrimas mientras me miraba llenándome de ira.
—No, no es verdad, es la vida perfecta, es esta, solo tienes que apretar el botón para comenzarla conmigo. —Por primera vez en años volví a sentir un dolor agudo en mi garganta, eso impidió que terminase bien la frase. —Elisabeth te quiero por favor no me hagas esto. —Me costó tragar la saliva mientras sentía un dolor punzante en mi corazón.
—Yo también te quiero Leo. —Dijo poniendo una mano delante de una de mis manos que mantenía apoyadas sobre el cristal.
—¡Tienes tres segundos o dispararemos! —Dio la cuenta atrás Eric.
—¡Elisabeth, sal por favor! —Le supliqué desesperado apretando con fuerza las yemas de los dedos contra el cristal sin saber qué mas hacer.
—¡Lo siento..!. —Una lágrima cayó sobre su rostro bajando la mano que tenía apoyada en la puerta.
—¡Tres!
—¡Leo! —Escuché el grito de Juan a mis espaldas.
—¡Dos!
—¡Nonono!—Eric cargó su arma, le pegué un puñetazo al cristal intentando romperlo y luego varios golpes con ambas manos.
—¡Uno! —Volví a darle un golpe con fuerza sintiendo el agarre de Juan.
—¡Beth!
—Disparad. —Dio la orden.
Las balas comenzaron a clavarse en el cristal que sin éxito no lo rompían y luego, tres balas se clavaron en el costado y en la espalda de Elisabeth. Me había quedado sin aliento, la otra mano de Beth impidió que su cuerpo se estrellara contra el cristal por el impacto de las balas en su cuerpo. Me miró fijamente, sus ojos se pusieron como platos mientras sus manos cubrían sus heridas viéndolas llenas de sangre.
—¡No! —Grité mientras su cuerpo se apoyaba contra la pared.
—Te quiero. —Me dijo antes de mirar detrás de mí, hacia la puerta de salida y luego a volver a dirigir la mirada a mi rostro.
Solté una lágrima de la impotencia y la rabia al no poder hacer nada mientras ella se estaba muriendo detrás de aquel cristal. Pegué unos últimos golpes antes de que Juan y Alexis me cogieran del brazo tirando de mí con fuerza hacia atrás, me tiré al suelo resistiéndome, no podía irme, no podía dejarla allí.
—¡No! —Grité dejándome la voz mientras ambos tiraban de mi cuerpo. —¡No! ¡Soltadme! ¡No!— Intenté zafarme pero no pude.
—¡Eh! ¡Volveremos a por ella pero ahora tenemos que salir de aquí si no queremos morir nosotros también! —Me dijo Juan seriamente mientras me giraba hacia él. —Ella acaba de arriesgar su vida por la nuestra, nosotros haremos lo mismo pero ahora debemos irnos.
Volví a mirar por última vez a Beth, arrepentido por la decisión que iba a tomar, me cogí el alma en los dientes y asentí.