Con una mirada Leandra le pidió a Philip que se tranquilizara. Inmediatamente, siguió al Capitán hasta su camarote, que estaba justo al lado del suyo. Al entrar Leandra quedó asombrada. Era muy espacioso. Había una mesa con muchos mapas abiertos, pergaminos enrollados, pluma y tinta. Las ventanas tenían unas cortinas preciosas de seda blanca, las paredes de madera estaban decoradas con panoplias con toda clase de armas y de diversas pinturas de barcos, atardeceres, el símbolo que llevaban las velas del barco y una de un hombre muy parecido a Owen que llevaba una pronunciada barba, estaba serio y ceñida a su cintura una hermosa espada con el mango plateado. Aquel hombre se veía de aspecto muy duro.
—¿Ese es el verdadero Capitán Owen? —le preguntó Lea.
—Sí, es mi padre —contestó bastante sumiso, lo que sorprendió a Leandra—. Siéntate.
—Gracias.
—Leandra, quiero que me pongas mucha atención —dijo acomodándose frente a ella—. Lo que sucedió el día de hoy demuestra que estás metida en algo muy serio y peligroso, que involucra a todos los dioses.
—Me doy cuenta de eso. Zeus es capaz de cualquier cosa para divertirse.
—Sí, pero me preocupa que no sabemos a dónde vamos.
—Zeus me dijo que el primer anillo estaba en el mar.
—Y ¿cómo sabes que vas por el camino correcto?
—No lo sé, sólo nos cuesta esperar.
—Ojalá y no te equivoques. —Su rostro expresaba preocupación. Luego se inclinó un poco y colocó sobre la mesa un pequeño baúl que estaba a su lado—. Quiero darte esto.
Owen abrió el baúl y de él sacó una espada de doble filo, más pequeña de lo normal y ligera, que puso en las manos de Leandra.
—Estoy seguro que Lysander te enseñó a defenderte. Cíñetela a la cintura, la daga que tienes no siempre te ayudará.
Entró otra vez las manos en el baúl y sacó unas botas de cuero femeninas, unas blusas en colores crema, blanco y negro, de mangas largas y dos pantalones de cuero, una moda que no eran propias de Grecia y menos de las mujeres. Leandra no pudo evitar mostrar una cara de asombro.
—Esto lo usaba la hija de Cleto cuando navegaba con nosotros, se casó y lo dejó aquí, creo que son de la misma talla. No es costumbre que las mujeres vistan como hombre, pero ahora es necesario, con ese peplo y esas sandalias te será muy difícil pelear y, además, viéndote como hombre llamarás menos la atención de mis tripulantes. Hace mucho tiempo que una mujer no nos acompaña y tu presencia hace que se pongan como idiotas.
—Gracias, Capitán, es muy amable de su parte —contestó ella totalmente sorprendida de la actitud de Owen.
—No quiero que te asesinen sin que encontremos a Lysander —contestó dándole una mirada traviesa y esbozando una bella sonrisa.
—Sé cuidarme sola. Tendrán que hacer mucho para matarme. —Hizo una pausa y continuó—: ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro que sí.
—¿De dónde viene tu espada? ¿Es cierto que pertenece a un dios?
—Esta espada —dijo colocando su mano derecha sobre la empuñadura—, es un obsequio de tu hermano. El mismo Hefestos la forjó.
—Es increíble.
—Así es. —Sonrió con el recuerdo que llegó a su mente y luego continuó—: Ya puedes irte, tengo otras cosas que hacer.
—Gracias por lo que haces por mí —le dijo poniéndose de pie, tomó el obsequio del Capitán y se marchó a su camarote.
Estaba muy agradecida, pero sobre todo muy sorprendida por los cambios entre amable y caballeroso, y grosero y autoritario, que tenía el Capitán. Leandra se ruborizó ante la idea de que jamás había conocido un hombre igual y eso le llamaba mucho la atención, pues su único contacto cercano con un hombre, aparte de Philip, había sido con Arquímedes; pero su historia era totalmente diferente a la que experimentaba con Owen.
Al llegar al camarote se cambió inmediatamente de ropa y ciñó la espada a su cintura. Cuando estuvo lista subió a cubierta. Se sentía extraña, pues nunca se había vestido como hombre. Eso era algo imperdonable. Una mujer jamás debía hacer algo semejante; pero no importaba, porque estaba en El Vengador, un lugar donde las reglas y paradigmas normales tenían otra connotación.
Esta vestimenta le sugirió a Leandra que la hija de Cleto no era del tipo común de mujeres. Era rebelde y liberal, además de práctica, ya que las ventajas que le traía no llevar un vestido a la hora de un enfrentamiento, eran bastante convincentes.
Lea lo dudó mil veces, pensando una y otra vez si debía salir o no. Se sentía muy extraña y el pantalón, para su gusto, le ajustaba un poco. Pero decidió salir y enfrentarse a las críticas de los hombres que poblaban El Vengador. Se dirigió al puente donde estaban Cleto, Owen y dos marineros más y todos la observaron boquiabiertos.
—¡Leandra! Estás preciosa, me recuerdas a mi hija —exclamó Cleto y la tomó de la mano y la hizo girar.
—Gracias, Cleto… Y a usted Capitán, ¿qué le parece?
—Te queda muy bien, Leandra. Ahora podrás defenderte mejor —contestó sin mostrar ninguna emoción.
—¿«Bien», Capitán? está como para llevársela a la cama… —dijo uno de los marineros de forma morbosa, al que Owen le dio una mirada fulminante y sombría que no disimuló, pues le había molestado la expresión poco caballerosa de aquel—. Perdón… no… eh… yo… quise decir que usted está muy linda, mi señora —corrigió rápidamente.
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Editado: 29.04.2025