Se acomodó las sandalias y salió a cubierta a tomar aire fresco. Antes de subir, tropezó con uno de los tripulantes y este se quedó mirándola fijamente. Ella no le hizo el menor caso, ya que en otras ocasiones aquellos hombres la habían mirado con deseo. Se dirigió al puente de mando. Mientras caminaba percibió que cada hombre que la veía se quedaba mirándola. Leandra se sintió extraña e incómoda. No sabía cómo reaccionar a que ellos la miraran de esa manera. Así que decidió no hacerles caso.
Al llegar se encontró al Capitán guiando el timón. Era un hombre muy formidable, aun después de la terrible noche que tuvieron no había descansado, si no que se dedicaba a lo que le gustaba: sentir la brisa suave y salada del mar cuando timoneaba el barco. Era algo que lo relajaba y lo ayudaba a pensar.
Antes de que él advirtiera su presencia, Leandra lo contempló por unos segundos. En verdad el Capitán era un hombre apuesto. La brisa jugaba con su cabello de rayos de sol. Su rostro sereno era bello; Adonis se sentiría opacado delante de él. El azul de sus ojos se confundían con el del mar y sus labios tan bien formados hacían que cualquier mujer deseara un beso suyo. Además, era alto y tenía un cuerpo atlético, que combinaba muy bien con su inteligencia, tenacidad, ímpetu y sobre todo su don de mando.
Leandra recordó aquel beso apasionado que le dio Owen en su aventura con Morfeo. Lo sintió tan real e inexplicablemente tenía un sentimiento vago de saber si realmente un beso del Capitán sería como el de sus sueños. Sin embargo, aquellos pensamientos se disiparon cuando Owen vio que Leandra se aproximaba y de repente, su rostro cambió de forma tan perturbante que la joven se quedó inmóvil.
El Capitán estaba paralizado. Dejó de prestar atención al timón. Parecía hipnotizado, perdido y no dejaba de mirarla de una forma tan inquietante, como nunca lo había hecho. Leandra estaba perpleja. No comprendía lo que le pasaba. Era la misma mirada que le daban los tripulantes: erótica, llena de pasión y deseo; pero, además de eso, en sus ojos había un no sé qué diferente al de los tripulantes, un brillo especial que no era morboso como el de los otros hombres. Su mirada estaba llena de amor.
—Acércate, Leandra, no te quedes ahí parada —le dijo y ella lo obedeció, y se detuvo a menos de un metro de él.
—¿Es que tengo algo extraño que me miras de esa forma? —le preguntó sin tapujos.
—Claro que no, Leandra. Es que hoy estás mucho más hermosa. —La miró fijamente a los ojos.
—¿Me consideras hermosa? Por favor, Capitán, no juegue conmigo —replicó con una risa fingida para ocultar que se había sonrojado.
—Leandra, tu belleza fue lo que me hizo acercarme a ti en aquella taberna de Corinto. —Y sonrió como si viniera a su mente aquella escena.
—Capitán, creo que tú y tus hombres tomaron algo que les hizo daño —se burló Lea, consciente de que algo extraño le ocurría a Owen para que actuara de esa manera. Él rió, dio un vistazo al horizonte y volvió a fijar la mirada en ella.
—Acércate, te enseñaré a timonear el barco. Uno nunca sabe cuando se necesitará una buena timonera —continuó extendiéndole la mano.
Leandra no salía de su asombro, al Capitán le ocurría algo, porque nunca era tan simpático; pero, a pesar de todo, tomó su mano. Owen la guió y la puso en el lugar en que estaba, se colocó detrás de ella y posó sus manos sobre las de ella en el timón. Leandra estaba nerviosa, pero trataba de ocultarlo. De pronto, el Capitán colocó sus labios cerca de su oído y le susurró:
—Lo haces muy bien, mantenlo firme. —Leandra podía sentir el calor de su cuerpo cerca de ella.
Owen se sentía como poseído por una fuerza superior a él. No razonaba. En su mente sólo estaba un firme pensamiento: «Bésala». Asomó su nariz a su cuello y respiró su aroma.
—Me gusta tu olor, hueles a primavera.
La muchacha no podía creer lo que escuchaban sus oídos e intentó soltar el timón y alejarse, pero él se lo impidió.
—Déjame ir, Owen. No me gusta lo que estás haciendo. Parece que estás borracho —le dijo con cierto tono de enojo. Ella no permitiría que Owen jugara con ella.
—Lea, yo no estoy borracho. Lo único que quiero es calmar estas ganas que tengo de besarte.
—¡Estás loco! ¡Suéltame! —gritó y comenzó a forcejear para librarse, pero él era muy fuerte. Entonces él soltó sus manos y la mantuvo prisionera entre el timón y su cuerpo, tan cerca que Leandra sentía su respiración excitada. Estaban cara a cara.
—Discúlpame, Leandra, he actuado como un salvaje, no sé qué me pasa. —Y la miró directo a los ojos con tal ternura que Lea quedó hipnotizada. Poco a poco el Capitán se acercó a su boca hasta unirla con la suya en un apasionado beso que ella no pudo evitar corresponder.
Se separaron de repente, cuando Philip haló al Capitán violentamente y le lanzó un golpe con el puño. Owen lo esquivó con rapidez; pero, no se detuvo ahí, pues continuaron peleando y Philip llevaba todas las de perder.
—¡Maldito! ¿Te quieres aprovechar de ella? —le gritó Philip y limpió con una mano el hilillo de sangre que brotó de su boca tras un puñetazo de Owen.
—¿Qué les pasa? ¡Ya basta! ¡Se comportan como animales! —exclamó Leandra mientras intentaba evitar que siguieran peleando.
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Editado: 23.05.2025