—¡Por las arpías del Hades, le voy a enseñar a esa mujer a obedecerme! —gruñó Owen muy enojado.
Las Musas rieron divertidas por la escena que presenciaban y su risa burlona aumentó la ira del Capitán. Solo una de las Musas se mantuvo seria. Era Talía, quien los había guiado tomando la forma de un anciano.
—Pueden regresar por el mismo camino. Los juegos se celebran en el estadio del santuario —les dijo la Musa Talía con el rostro inexpresivo.
—¡Gracias! —exclamó Cleto, tratando de alcanzar a Owen, que ya había iniciado la marcha—. Owen, tranquilízate.
—¿Cómo me pides eso? Leandra es una tonta, se dejó manipular por la cara bonita de ese imbécil.
—Owen, ten más cuidado al referirte a los dioses —lo amonestó—. Además, te conozco muy bien y tu sobreprotección es exagerada. Sabes muy bien de lo que es capaz esa chica.
—No pongo en duda su capacidad, Cleto; pero creo que Apolo tiene algo muy malo planificado y Leandra se embobó con sus galanterías.
—Puede ser que tenga planes sucios, pero no puedes negar que además sientes el orgullo herido porque Leandra no está bajo tus órdenes.
—¡Ya cállate, Cleto! —Y apresuró la marcha, mientras Cleto esbozaba una pícara sonrisa.
Mientras tanto, Apolo había llevado a Leandra hasta el lugar de la competencia. Había mucha gente en torno a una arena ovalada. La competencia había empezado y se escuchaban gritos, aplausos y los fuertes bramidos de un toro enfurecido. Leandra se sintió un poco atemorizada. Si aquellos hombres, fuertes y musculosos, no habían derrotado al toro, ¿cómo se suponía que una niña con la apariencia de un hombre podría lograrlo? Era la gran pregunta que rondaba su cabeza.
—Bien, ésta es tu prueba. No tengas miedo, yo no me apartaré de ti —le dijo Apolo desapareciendo al chasquido de sus dedos.
Leandra avanzó con paso firme. Se acercó a los que anotaban a los participantes y, a pesar de que ya no estaban aceptando más participantes, al ver su fuerza no pusieron resistencia, pues pensaron que éste tipo daría mucha diversión al público asistente y, sobretodo, muchas apuestas. Lea se acercó a donde combatía un hombre con el terrible animal. La muchacha quedó anonadada al ver el toro. Era gigantesco, parecía el hijo de un titán; pelaje negro y enormes cuernos. En la nariz llevaba un arillo de oro y resoplaba con enojo.
El hombre que enfrentaba al animal era musculoso, tenía una cicatriz en la cara, señal de que estaba acostumbrado al combate. Tenía una espada de doble filo en las manos y trataba de enterrársela al animal; pero éste no se lo permitía. En pocos segundos el toro embistió al hombre y enterró uno de sus cuernos en su muslo derecho. La gente gritaba enardecidamente. Unos hombres entretuvieron al animal mientras sacaban al otro de la arena. En seguida, un sujeto alto, moreno, de grandes bíceps, entró a la arena. Portaba un hacha. El toro parecía que no perdía fuerzas, al contrario, los gritos de la gente lo excitaba más. Era increíble ver la lucha de este hombre con este animal. El toro era invencible. A pesar de que el guerrero tenía bastante destreza, el toro era intocable. Hasta que lo embistió y mientras estaba en el suelo siguió arremetiendo contra él sin compasión. Fue muy difícil para la gente sacar a este hombre de la arena. Estaba moribundo.
De inmediato se escuchó que llamaban a Cleto, el de Tebas, y Lea se dio cuenta que era su turno. Desenvainó su espada y entró a la arena. La gente aclamaba con fuertes gritos. El porte del Capitán Owen había llamado la atención de la muchedumbre y muchos apostaron a su favor. Leandra sentía miedo. Aquel animal estaba embravecido y no dudaría en atacarla y asesinarla; pero morir no era su objetivo, así que se armó de valor y avanzó con paso firme.
El animal la vio acercarse e instintivamente arremetió contra ella con la cabeza baja, con el fin de enterrarle sus filosos cuernos. Con un rápido movimiento, Leandra logró esquivarlo echándose a un lado; pero el animal dio la vuelta e intentó la misma acción y una vez más Leandra se libró de la embestida. El toro se enojaba cada vez más, en su mente bestial no pretendía durar mucho tiempo con su víctima.
La gente estaba cada vez más acalorada, quería ver más acción, ya fuera que Lea hiriera al toro o que el toro la hiriera a ella. El plan de la joven era cansar un poco al animal para que lastimarlo con su espada fuera más sencillo. Sin embargo, la bestia no parecía perder ni un poco de su energía.
De pronto, Leandra tuvo una idea bastante peligrosa, pero que si funcionaba la ayudaría a terminar esta batalla. El toro se dirigía hacia ella y en vez de esquivarlo corrió hacia él. Su flexibilidad y rapidez estaban bien desarrolladas y cuando estuvo lo bastante cerca, Leandra se impulsó y dio un gran salto aterrizando sobre el lomo de la bestia. Lo tomó de los cuernos, mientras éste se debatía intensamente para arrojarla al suelo. Pero ella sacó fuerzas de donde no las tenía y se aferró a la bestia como una sanguijuela.
La gente gritaba alborotada. Esto los llenaba de mucha euforia y clamaban con mucho ánimo el nombre de Cleto. El toro dio muchas vueltas y saltos, pero sorpresivamente se dio por vencido y su ritmo se hizo lento y cansado, lo que aprovechó Leandra para desenvainar su espada y con fuerza enterrarla en el cuello del animal. Pero su sorpresa fue grande, al igual que la del público, cuando su espada se rompió en mil pedazos, dejándola solo con el mango. El toro se valió de la conmoción para retorcerse con fuerza y lanzar al suelo a Lea.
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Editado: 18.05.2025