Leave The City

Capítulo 2. El bosque Miéko

Una melodía molesta la despertó de repente. Hacían falta diez minutos para las ocho de la mañana cuando el despertador de Ethan sonó. No parecía tener fin y su amigo no despertaba. Yasu se incorporó sobre su cama improvisada. Movió las piernas de su amigo para despertarlo y dio buen resultado, ya que se despertó con un sobresalto.

— Dios, Yasu| — murmuró Ethan mientras se restregaba los ojos con la intención de despabilarse. Tomó su celular para apagar la alarma que seguía sonando. — ¿En serio tengo que ir a trabajar? Es muy temprano —. Se quejó al ver la hora y al cabo de unos minutos se levantó de la cama. — Gracias por dejarme quedar. ¿Hoy vamos a ir a Miéko? — preguntó mientras se dirigía a la puerta de la habitación de Yasu. Ella asintió aunque su amigo no pidía verla. — Bien, paso por ti. Nos vemos al rato —. Después abrió la puerta y se retiró a su trabajo en un taller mecánico en el centro. Yasu volvió a dormir. No tenía que trabajar, ya que su horario cubría medio turno de lunes a viernes.

Durante el transcurso del día. Yasu adelantó tareas y jugó con Ryu. Pasadas las cinco de la tarde, sonó el timbre de su casa. Abrió la puerta y se encontró con Ethan.

— ¿Estás bien?  —. Su cabello rojizo estaba aplastado hacia abajo. Se veía pálido y sus pecas destacaban tanto que parecían pintura salpicada. — ¿Quieres hablar? — preguntó Yasu preocupada. Lo invitó a pasar a su casa.

— La verdad... si quiero, pero no aquí. Hay que ir a Miéko. Necesito aire fresco.

— Si, claro. Tengo que ir por mi mochila —. Entró a su habitación. Tomó una mochila color café con las decoraciones que le había puesto. Ahí tenía todo lo necesario para explorar: un par de linternas, baterías, una brújula, unos cuantos frasquitos y, debido a las repentinas tormentas que últimamente se habían desatado, una sudadera y un paraguas. Salió de su habitación y se dirigió a la cocina. Tomó unas barritas de cereal y dos botellas de agua.

— Mamá, voy a Miéko — anunció mientras extendía su brazo para abrir la puerta. Ethan se encontraba detrás de ella esperándola.

— No recuerdo que me hayas pedido permiso — sentenció su madre con nula autoridad. Su hija hizo un pequeño berrinche para convencerla. — Está bien. Te quiero de regreso a las diez.

— Gracias —. Enseguida abrió la puerta y salió de prisa ya que su mamá podía cambiar de opinión. Lista para comenzar su marcha a la estación de trenes, vio que su amigo se dirigía hacia una camioneta color verde de una cabina. — Oh, ¿a quién se la robaste? — bromeó. Ethan esbozó una sonrisa forzada.

— Es mía. El dueño anterior la dejó hace unos días en el taller para que utilizáramos las piezas. Mi jefe me dejó arreglarla y quedármela. No es porque yo lo haya hecho, pero está como nueva —. Una gran sonrisa de orgullo se dibujó en su rostro, pero seguía teniendo un aire triste. — ¿Quieres que te lleve?

— Obvio. Espero que no explote cuando intentes arrancar —. Se subió del lado del copiloto y comenzó el viaje. Salieron de la urbanización y se incorporaron a la autopista que llevaba a las afueras de la ciudad de Isema.

Conforme se iban acercando al bosque, los rascacielos del centro se iban perdiendo. La montaña Dea, la más grande de la isla de Isema, revelaba su verdadera altura. El cielo era azul brillante y las nubes parecían algodones. El olor del pino, al igual que el canto de las aves, se intensificaron.

— ¿Se puede saber por qué el grandioso Ethan Walker quiere tomar aire fresco? — se animó a preguntar después de varios minutos de silencio. Intentó que su tono fuera casual ya que le preocupaba la respuesta que le daría su mejor amigo.

— Mis papás volvieron a pelar. No conozco el motivo y si te soy sincero, no me interesa… ya no. Sólo quiero que se separen o algo. No soporto ver a mi mamá triste. Peleé con ella y la hice sentir mal. Estoy triste por eso, no porque se hayan peleado. Después de todo, yo soy el único que tiene. Tengo la sensación de que no deja a mi papá porque si lo hace, ¿a dónde se va? Yo... sólo quiero sacarla de ahí. — Ethan era la tristeza encarnada. Sus ojos verdes parecían ser de vidrio por la cantidad de lágrimas que contenían. — Perdóname, ¿qué vamos a hacer en el bosque? — Cambió de tema, algo que solía hacer cuando tocaba el tema de su familia.

— Es normal que te sientas mal. Puede que te sientas frustrado por lo mismo y actúes de manera hostil, pero lo bueno es que eres consciente que está mal... es un avance. Aparte, no te tienes que disculpar… por lo menos no conmigo, con tu mamá sí. Después de todo, para eso están los amigos, para escucharte — dijo con la esperanza de animar a su amigo. — ¿Quieres explorar?

 

Ethan dejó su nueva camioneta en el estacionamiento del bosque. Los amigos cruzaron el arco de madera que indicaba la entrada de la arboleda. Los adolescentes que iban a pasar el fin de semana en Miéko, se aglomeraban en las mesas de la entrada. Yasu y Ethan se adentraron más al bosque para estar solos.

— Se me olvido preguntar qué te pareció lo que te conté ayer — susurró Ethan para no romper la armonía de la expedición.

— No lo sé. Me gustó más la de la semana pasada. La idea de que los humanos del futuro ayudaron en la construcción de Isema me llena de esperanza — contestó imitando el tono de su amigo. Su respuesta no fue del agrado de Ethan, ya que se paró en seco. Yasu no logró detenerse a tiempo y chocó con él.



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Editado: 28.05.2024

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