Leave The City

Capítulo 7. Las fantasías eran ciertas

Los suburbios eran un extenso terreno con vista a las montañas que rodeaban Isema. Kilómetros y kilómetros de casas idénticas, todas de un tenue amarillo pastel que sólo podías distinguirlas por la decoración que había en el exterior. La casa de Yasu se distinguía por la pequeña bici verde y los juguetes esparcidos por el suelo, la de Ethan se distinguía por las latas de cerveza que sus hermanos tiraban en el pasto seco.

El fin de semana cercano al incidente con Violeta, Yasu y Ethan habían experimentado con la piedra. Al inicio no sabían cómo usarla e incluso se sentían tontos por hablarle a una piedra. Los dos estaban sentados en la banqueta frente a la casa de Yasu. Conversaban sobre que sería la primera cosa que desearían, cuando Ethan vio por el vidrio y tomó del brazo a Yasu de manera alarmante.

— Mira esto... — murmuró nervioso. Yasu tomó la piedra con miedo, miró a través del vidrio y se sorprendió por lo que vio.

Lo que Yasu vio fue una criatura que sobrevolaba las montañas. Una sola ala era tan larga que podría cubrir un edificio mediano del centro. La figura era tan imponente que ella no logró articular palabra, solo se aseguró de grabar bien la imagen en su memoria para después dibujarla.

— Yasu... ¿acaso sabes qué significa eso? — murmuró Ethan.

La mencionada giró para verlo y asintió con una gran sonrisa. Aquello confirmaba que todas las fantasías con las que había crecido eran ciertas. — Tenemos que ir a Miéko

Ambos subieron a la camioneta y se dirigieron al bosque. Yasu estuvo con la piedra delante del ojo durante todo el camino. Observó demasiadas criaturas, algunas ya las conocía por los libros que leía y muchas otras no las había visto en su vida.

Justo después de que los chicos dejaron la camioneta en su lugar correspondiente se adentraron al bosque. Miéko se veía muy diferente con la piedra delante de sus ojos. Había criaturas de distintos tamaños, la mayoría que encontraron eran diminutos. Algunos vivían en los árboles, los cuales se veían iluminados por pequeñas linternas. Otras criaturas vivían debajo del suelo y se escondían cuando sentían las vibraciones de las pisadas de los amigos. Así pues, el bosque se encontraba más ruidoso de lo normal y el olor de siempre, pino, se mezclaba con el asombroso aroma de comida. Toda aquella experiencia sensorial sólo era perceptible cuando se veía a través de la piedra. Los amigos regresaron a sus casas horas después, cuando lo único que los podía alejar de esa hermosa vista era el sueño.

— Es increíble que todo lo que hemos creído desde pequeños sea real. Bueno, la parte de las criaturas. ¿Te imaginas que sean verdad nuestras teorías conspirativas?  — dijo Ethan.

— Si eso sucede. En lugar de emocionarme, me daría mucho miedo. Mañana nos desaparecerán por saber mucho — bromeó. — Tengo hambre, ¿crees que esté abierta la pizzería? — dijo después de unos minutos.

— Por la hora que es, no lo creo. Hey, piedra mágica ¿qué te parece si haces aparecer una pizzería? —. Los amigos rieron, pero sus risas se apagaron inmediatamente cuando repararon en un local que nunca habían visto. Se miraron por unos segundos y Yasu encogió los hombros. Ethan estacionó la camioneta y entraron en aquel establecimiento.

El interior del recinto los hacía sentir extraños. Las paredes eran de tablones de madera y las decoraban unas cuantas fotografías enmarcadas. El suelo estaba cubierto por una alfombra verde oscuro. Las mesas eran de madera, en ellas se encontraban unos botes con lo necesario para aderezar una pizza. Las sillas eran para dos personas, estaban acolchadas y un poco sucias. Al fondo se encontraba un arcade. Un sonido estático, como el de un refrigerador, era lo único que rompía el silencio del lugar. No había nadie más que la señorita que atendía en el mostrador.

— Hola, me podría dar una pizza hawaiana, por favor — ordenó Ethan un poco nervioso. La chica se veía en trance, pero salió de él cuando escuchó la voz de Ethan.

— Claro, puede esperar en cualquier asiento. Lo llamaré cuando esté lista su orden — dijo la chica amablemente. Ethan asintió y se sentó en la mesa más cercana.

Yasu no quería sentarse, por lo que recorrió la pizzería. Algo se sentía familiar y distante al mismo tiempo. Las fotografías habían despertado una especial curiosidad en ella. Se acercó a los cuadros y las vio. Casi todas eran fotos normales, una era del tren de Isema yendo a un destino desconocido, otra era un pastel de cumpleaños con las velas encendidas. Las fotos la decepcionaron un poco, ella esperaba algo más misterioso. Yasu siguió recorriendo el local y se paró en una tabla de anuncios que se ubicaba en la pared opuesta.

La tabla no era tan grande, por lo que estaba repleta de hojas, los viejos anuncios eran tapados por nuevos. Algunos eran comunes, pero otros eran un tanto extraños. Había una organización que recopilaba los sueños de la gente para una investigación de los mismos. Otro anuncio pedía huesos y especificaba que no era necesario que fueran propios. Sin embargo, una de las tantas hojas llamó la atención de Yasu, en ella decía que, si habías visto algo fuera de lo normal, llamaras al número que aparecía ahí mismo. Ella anotó el número y la señorita del mostrador llamó a Ethan para que recogiera la pizza.

— ¿Quieres un pedazo de pizza mágica?

Yasu cerró la puerta de la camioneta y miró el interior del local. No podía creer que eso lo hubiera creado una simple piedra. Después miró la pizza y tomó una, realmente estaba deliciosa y no le importaba la piña que estaba en ella.



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En el texto hay: novelaligera, urbanfantasy, lgbt+

Editado: 28.05.2024

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