Lecciones del Corazón

Rumores y cicatrices

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Los pasillos de la facultad eran como un mercado de rumores: lo que se decía en voz baja en un rincón terminaba gritado en la cafetería al mediodía. Desde la fiesta, Aisha había notado las miradas. Algunas eran curiosas, otras francamente pesadas.

—¿Viste? La de Enfermería anda pegada al Morales… —susurraban dos muchachas mientras pasaba cerca.
—¡Ay, por favor! Ese muchacho no se va a fijar en una gordita. Seguro es un favor de tutoría.

Las palabras la atravesaron como cuchillos. Fingió no escucharlas, pero la herida se abrió igual.

Ese día tenían práctica conjunta de Enfermería y Medicina en el aula magna. El lugar estaba lleno, y la atención se centraba en Eithan, que explicaba un procedimiento con la misma seguridad de siempre. Aisha trataba de concentrarse, pero cada vez que alguien se reía, sentía que era de ella.

Cuando terminó la práctica, un grupo de chicas se acercó a él con risitas nerviosas. Una de ellas, de cabello perfectamente planchado, lanzó la bomba sin miramientos:
—Eithan, ¿es cierto que ahora das tutorías privadas a… “las del montón”?

El grupo estalló en carcajadas. Aisha, que estaba guardando sus cosas, sintió cómo se le apretaba la garganta.

Antes de que pudiera huir, Eithan se giró hacia ellas, su sonrisa desaparecida.
—¿Las del montón? —repitió con voz firme—. Si te referís a Aisha, te aviso que es de las estudiantes más inteligentes que he conocido. Y sí, doy tutorías, pero no porque lo necesite ella, sino porque me gusta enseñar.

El silencio fue brutal. Las chicas se removieron incómodas, murmurando excusas antes de dispersarse.

Aisha, paralizada, no sabía dónde meterse. Eithan se acercó a ella con suavidad, bajando la voz.
—No dejes que te afecte lo que dicen. Ellas no te conocen.

—Pero tienen razón… —murmuró ella, con los ojos brillosos—. Yo no soy como ellas. No encajo.

Él la miró con una seriedad distinta, sin rastro de broma.
—¿Y quién dijo que quiero que seas como ellas?

Aisha lo miró sorprendida, sin palabras. Su corazón latía con fuerza, y por primera vez pensó que tal vez lo de Camila no era tan descabellado.

Más tarde, en casa, su gemela Alina la vio entrar con la mirada perdida.
—¿Y esa cara de novela mexicana? —preguntó, tirada en el sillón.

—Nada… cosas de la U —respondió Aisha, pero su sonrisa traicionera apareció al recordar cómo él la había defendido.

Camila, en cambio, cuando se lo contó por chat, solo respondió con un emoji de lupa 🔍 y un:
“Te lo dije, ese maje no te ve como amiga nada más.”

Aisha abrazó la almohada esa noche, confundida. Porque entre todas las lecciones que debía aprender en la universidad, había una que la asustaba más que Anatomía: aceptar que alguien como Eithan Morales pudiera verla, y quererla, tal como era.




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