Lecciones del Corazón

Rumores, risas y confisiones

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El lunes comenzó con un frío inesperado para Managua. Aisha caminaba por los pasillos con la sensación de que todas las miradas estaban sobre ella. No era paranoia: el rumor que Camila le había mencionado había crecido durante el fin de semana como bola de nieve.

—¿Viste a la de Enfermería y al Morales? —susurraban un par de estudiantes a su paso—. Dicen que ya están casi saliendo.

Aisha se encogió de hombros, intentando aparentar indiferencia. Pero cuando llegó al aula, encontró a Eithan esperándola con una sonrisa traviesa.

—Hola, desaparecida —dijo, señalando el asiento a su lado.

Ella suspiró.
—No quiero que esto se haga más grande.

—Tranquila —respondió él, guiñándole un ojo—. Ya sé cómo manejar a la prensa universitaria.

Antes de que pudiera replicar, apareció la primera broma pesada del obstáculo: un grupo de estudiantes colocó un cartel en la pizarra que decía:
“Pareja del año: Aisha + Morales”, con dibujos caricaturescos de ambos.

Aisha sintió que quería desvanecerse. Eithan, en cambio, lo miró y soltó una carcajada:
—Bueno… al menos saben dibujar. —Le guiñó un ojo—. Vayamos a nuestros apuntes antes de que empiece la avalancha de paparazzi.

El resto de la clase fue un desfile de risas contenidas y miradas cómplices. Cada vez que Aisha levantaba la cabeza, Eithan le hacía un gesto exagerado como si solo ella fuera la protagonista de la escena.

—¿Qué hace el esqueletito Ramón cuando te mira así? —preguntó Aisha, señalando el muñeco de plástico que él había colocado en su escritorio.

—Se sonroja —respondió Eithan—. O eso creo. Todavía estamos practicando emociones.

Aisha no pudo evitar reírse. Entre apuntes y bromas, se sentía más ligera, como si el mundo de chismes y rumores desapareciera mientras estaba a su lado.

Al terminar la clase, Eithan propuso caminar juntos hacia la cafetería. Mientras lo hacían, Aisha tropezó con su propia mochila, casi derribando un carrito de gaseosas. Eithan la sostuvo justo a tiempo, y ambos cayeron en una risa incontrolable, atrayendo la atención de algunos compañeros curiosos.

—¡Si esto fuera una película, sería una comedia romántica! —dijo Eithan, sujetándola de la cintura para que no cayera de nuevo.

—¡Callate, que me vas a hacer ruborizar! —respondió Aisha, entre risas y empujones suaves.

Cuando finalmente llegaron a casa, la tensión del rumor parecía haber desaparecido. Aisha entró y encontró a su familia en el salón: su mamá preparando café, su papá leyendo el periódico y Alina revisando el teléfono con sonrisa maliciosa.

—¿Y? —preguntó Alina—. ¿El famoso Morales te defendió en la clase o le diste vergüenza ajena?

Aisha rodó los ojos, mientras su mamá solo le sonreía con complicidad y su papá suspiraba resignado.

A pesar del nuevo obstáculo, del cartel ridículo y de las miradas indiscretas, Aisha sentía algo que no podía negar: con Eithan a su lado, incluso los peores momentos tenían un toque de magia y humor que le hacía el día mucho más llevadero.




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