Lecciones del Corazón

Entre nervios y suspiros

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La tarde caía sobre Managua, pintando el cielo de tonos cálidos y suaves. Aisha estaba sentada en el pequeño balcón del departamento de Eithan, con los pies colgando y un cuaderno abierto sobre sus piernas. Habían quedado para repasar Anatomía, pero el ambiente estaba cargado de otra electricidad que ninguno de los dos quería nombrar.

—Mirá, Aisha —dijo Eithan mientras señalaba un esquema del corazón—, si este músculo late así, ¿imaginate lo que pasa cuando alguien late por vos? —y soltó una sonrisa traviesa.

Aisha se sonrojó hasta la raíz del cabello.
—¡Eithan! —protestó entre risas nerviosas—. No digas esas cosas…

—Pero es verdad —insistió él, acercándose un poco más—. Yo… —vaciló un segundo, midiendo sus palabras— me importás mucho.

Aisha bajó la mirada, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Toda su inseguridad sobre su cuerpo, sus complejos y sus miedos, la hicieron dudar. Pero la calidez de Eithan, la forma en que la miraba sin juicio, la impulsó a acercarse.

—Yo… yo no sé si merezco que alguien como vos… —susurró, entrecortada— me vea así…

Eithan se inclinó hacia ella, con suavidad, y le sostuvo la mano.
—Vos sos perfecta tal como sos, Aisha. Para mí, no hay nada que cambiar.

Un silencio cargado de tensión y ternura los envolvió. Ella, temblando, dejó que él la abrazara. Su respiración se mezcló con la de él, y por un instante, todo el miedo desapareció.

—¿Estás segura? —susurró Eithan, bajando la voz.

Aisha asintió, con los ojos brillosos, entregándose a él con una mezcla de timidez y confianza. Cada caricia, cada roce era un descubrimiento. Por primera vez, no se sintió juzgada ni avergonzada por su cuerpo; se sintió deseada, amada, valorada.

—No puedo creer que me deje… —susurró entre risas nerviosas mientras él la abrazaba.

—No hay nada que no merezcas —dijo Eithan, besando suavemente su frente—. Sos increíble.

Después de unos minutos, ambos se separaron ligeramente para recobrar aire, y Aisha no pudo evitar sonreír con un toque de vergüenza mezclada con felicidad.

—Bueno… —dijo Eithan en tono bromista—. Ahora que superamos la clase de “anatomía del corazón humano”, pasamos a la práctica avanzada de “cómo hacerme suspirar”.

Aisha soltó una carcajada que llenó el balcón y el corazón de Eithan de alegría. Entre nervios, risas y tímidos suspiros, se dieron cuenta de que su conexión no era solo física: era humor, ternura, confianza y amor en pequeñas dosis que los hacían inseparables.

Esa noche, mientras Aisha regresaba a su casa, su corazón latía más fuerte que nunca, y una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro. Sabía que los obstáculos aún existirían, pero también sabía que con Eithan a su lado, incluso las inseguridades podían transformarse en momentos inolvidables.




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