Lecciones del Corazón

Miradas, comentarios y corazones al desnudo

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Era sábado por la tarde, y la familia de Aisha había organizado una pequeña reunión en su casa para celebrar el cumpleaños de su papá. El olor a vigorón recién hecho y café nicaragüense llenaba el ambiente. Aisha se preparaba en su cuarto, nerviosa y emocionada al mismo tiempo. Esta sería la primera vez que Eithan conocería a su familia de cerca.

—Aish, tranquila —dijo Alina entrando con una sonrisa traviesa—. Solo recordá que papá tiene cara de león cuando alguien le cae bien… y de tigre cuando no.

—¡Alina! —respondió Aisha entre risas y suspiros—. Sos un peligro.

Al llegar al salón, Eithan fue recibido con una mezcla de curiosidad y sorpresa por parte de sus padres. Su mamá lo examinaba con la mirada amable pero evaluadora, mientras su papá cruzaba los brazos, serio y algo desconfiado.

—Así que vos sos el tal Morales del que tanto habla mi hija —dijo el papá con voz grave.

—Así es, señor —respondió Eithan con educación y una sonrisa confiada—. Y prometo que cuidaré mucho de Aisha.

Aisha tragó saliva, con un calor extraño subiendo por sus mejillas.
—¡Ay, papá! —susurró—. ¡No digas eso todo serio!

Alina, divertida, interrumpió:
—Vamos, má, pa’, no lo hagan sentir como examen final de Medicina.

El ambiente se relajó un poco, aunque algunos murmullos de vecinos y familiares curiosos llenaban la sala. Entre comida, risas y bromas, Aisha y Eithan se sentaron juntos. Cada vez que sus manos se rozaban accidentalmente, ambos sonreían, compartiendo ese lenguaje secreto que solo ellos entendían.

Pero la tensión regresó cuando una prima de Aisha, siempre directa, comentó:
—¡Uy, así que ustedes dos andan “juntos”! Ya veo a Eithan pegado a vos en la universidad.

Aisha se sonrojó, escondiendo la sonrisa nerviosa. Eithan, con calma y humor, le susurró:
—No te preocupés, yo me encargo de que todos sepan la verdad… la nuestra.

Más tarde, cuando todos se levantaron para ir al patio a jugar dominó, Aisha se quedó cerca de él.
—¿Sabés? —susurró—. A veces siento que esto es demasiado… no sé si mi familia…

Eithan la interrumpió con un beso suave en la frente y un abrazo firme.
—Aish… lo importante es lo que sentimos nosotros. Nadie puede cambiar eso.

Ella apoyó la cabeza en su pecho, relajándose y dejándose llevar por la intimidad tranquila del momento. Luego, con un toque de humor, él le dijo:
—Y si alguien se atreve a criticarnos, solo le diré que los músculos de mi corazón solo laten por vos.

Aisha rió, cubierta por su vergüenza y felicidad. Entre risas y susurros, se dieron cuenta de que, pase lo que pase, podrían enfrentar cualquier mirada o comentario con complicidad y amor.




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