Lecciones del Corazón

Pruebas del corazón

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El lunes en la facultad comenzó con un ambiente extraño. Rumores sobre Eithan y otra estudiante habían circulado por el grupo de WhatsApp de Medicina, y Aisha no podía ignorarlos. Cada paso que daba hacia el aula estaba cargado de tensión y nerviosismo.

—¿Qué pasa, Aish? —preguntó Camila, notando su rostro serio.

—Nada… —mintió, aunque su corazón latía desbocado.

Cuando llegó al laboratorio, encontró a Eithan rodeado de estudiantes que parecían esperar que algo ocurriera. Ella respiró hondo y decidió enfrentarlo.

—Eithan… ¿es cierto lo que dicen? —susurró, intentando no quebrarse.

Él la miró con seriedad y, sin dudar, tomó su mano.
—Aish, nadie más importa. Sos vos, siempre vos. Nadie más.

Un comentario burlón de otra estudiante rompió el silencio:
—¡Oh, miren, la parejita real! Seguro se creen protagonistas de novela.

Aisha bajó la mirada, y su inseguridad apareció de golpe. Pero Eithan, firme y decidido, la sostuvo más cerca.
—No escuches eso —dijo—. Vos sos increíble. Y si alguien intenta molestarte, yo estoy aquí.

El gesto, lleno de ternura y protección, hizo que Aisha confiara plenamente en él. Poco a poco, los comentarios se fueron diluyendo ante la seguridad y cercanía de Eithan.

Cuando la clase terminó, él la llevó a un lugar apartado en el campus, lejos de miradas indiscretas.
—Quiero que confíes en mí —dijo, mirándola intensamente—. No hay nadie más, y nada puede cambiar eso.

Ella respiró hondo, dejando atrás los miedos. Lo abrazó con fuerza, permitiéndose sentir cada emoción: alivio, ternura y deseo.
—Yo confío en vos —susurró, apoyando la cabeza en su pecho.

Sus labios se encontraron con una mezcla de suavidad y urgencia. Esta vez, la intimidad fue más intensa que nunca: caricias que recorrían cada curva, susurros que afirmaban lo que sentían y la certeza de que podían entregarse sin reservas.

Entre besos y risas nerviosas, Aisha comprendió que su cuerpo no era un límite, sino un puente hacia la confianza y el amor verdadero. Eithan la sostuvo como si cada roce y suspiro fueran un tesoro.

Al separarse, él la abrazó suavemente y le susurró al oído:
—Nada ni nadie va a separarnos. Este corazón es tuyo, y solo tuyo.

Aisha sonrió, con lágrimas de felicidad y alivio, y por primera vez sintió que podía enfrentar cualquier obstáculo mientras él estuviera a su lado.




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