Lectura interrumpida

4

Una vez más, Emma se encontraba en la biblioteca, leyendo un libro, como siempre, pero a diferencia de otras veces, esta vez estaba leyendo con su ceño fruncido y cubriendo levemente su rostro con su brazo izquierdo.

Nuevamente, ésa persona molesta estaba sentada a su lado.
Bien que por primera vez estaba en silencio pero no dejaba de mirarla de manera fija hace ya casi una hora.

¿Qué no tenía cosas mejores que hacer como estudiar o salir con ésos "amigos" de los que tanto presume?

Sentirse observada de manera tan descarada, tampoco la dejaban leer en paz.

Dando un suspiro profundo, cerró su libro y cerró sus ojos.

-¿Sabes? Lo que haces podría ser considerado acoso sexual, un terrible crimen.- dijo antes de volver a abrir sus ojos y ver al chico que se sentaba a su lado.

Erick, tenía dos lápices metidos en sus orificios nasales, una nariz de payaso y hacía ojitos tiernos.

Nada mejor que acercarse a una persona que atraves de la risa, sí la comunicación no sirve como en ése caso, obviamente.

-¿Qué se supone que haces?- preguntó la rubia, mirando al pelirrojo como sí fuese un bicho raro.

¿Por qué todos los chicos que conocía eran así de raros?

Erick, al ver que ella no mostraba ni señal de querer reír, se quitó los lápices y la nariz de payaso, intentando ignorar la pena que sentía.

Querer hacer algo gracioso que al final no le da risa a nadie, es muy vergonzoso.

-Estoy aburrido, juguemos a algo.

Pidió el muchacho, extendiendo su brazo sobre ésa gran mesa que estaba delante de ellos y luego apoyo su rostro en su brazo.

La de anteojos fruncio el ceño y dio un suspiro con fastidio.

-Sí estás aburrido, vete y déjame leer en paz.

Nunca creyó que encontraría a alguien mas molestó que su hermano, pero ése tipo le estaba mostrando lo equivocada que estaba, volviéndose molestó hasta cuando se queda callado.

Quizás vaya a otra biblioteca la próxima vez, para así no volver a encontrarlo.

-Nop, me prometí a mi mismo que haría que me aceptes como a tu primer amigo.- aclaró Erick con una pequeña sonrisa en su rostro.

A diferencie de otras madres, la suya no le enseñó a no hablar con desconocidos, le enseñó a que se haga amigos de todos aquellos que se acerquen de manera amable a él y sí veía a alguien de su misma edad, sólo, que se acerque con una gran sonrisa y le ofrezca su amistad.

Emma podía querer estar encerrada en los libros, sin querer que nadie se le acerqué, pero éso no era bueno.
Ella necesitaba a alguien real a su lado, no a un personaje ficticio que salió de la mente de alguna persona.

Un día ella levantaria su mirada del libro y no quería que se vea sola, sumergiendose en ésa soledad y deprimirse, quería que cuando ése día llegué, ella pueda levantar el rostro y ver gente que la quiera y le sonreían, sin importar qué.

-Bien, eres mi amigo.
Ahora, "amigo", hazme el favor de dejarme en paz.- exclamó la muchacha, volviendo a abrir su libro para leerlo por tercera vez en ése día.

Erick dio un suspiro profundo por éso.

No la tenía fácil, no la tenía para nada fácil.

-No creó que en verdad me veas como a tu amigo, sólo te quieres deshacer de mí.- dijo el chico, con seriedad y ella sonrió levemente, señalando que estaba en lo correcto.

Al parecer, no era tan tonto como creyó sí se dio cuenta de éso.

-Bien, te dejaré de molestar por hoy sí dices mi apellido.- exclamó con una pequeña sonrisa el chico.

Debía de dar pasos muy pequeños y con mucho cuidado al tratar con ésa chica, así que por ahora, con que sepa su apellido se conformaba.

La sonrisa de Erick se borró y fruncio el ceño al ver como Emma parecía estar pensando profundamente en una respuesta.

Éso era una broma, ¿verdad?

-Yo... ¿podrías decir mi nombre?- preguntó el chico, señalandose.

No había manera de que ella lo haya ignorado hasta tal punto, así que seguro sabría su nombre al menos.

-A... ¿Athos?- preguntó la chica, mirando con algo de nervios uno de los nombres de su libro.

Nunca creyó que oír a los demás le serviría de algo, así que lo ignoraba la mayor parte del tiempo hasta ahora.

-¡¿Ni siquiera te sabes mi nombre?!
¡Vamos juntos a la misma clase hace dos años!- gritó Erick, poniéndose de pie, sorprendido mientras la chica desviaba la mirada.

En su defensa, no recordaba ni siquiera el nombre de una sola profesora.

-¡Ajam!

Los dos oyeron como alguien se aclaró la garganta y voltearon para ver a la bibliotecaria, una mujer de unos 30 años, con anteojos, ojos marrones, cabello negro recogido en un moño, con mirada de parecer siempre enojada y dos lunares debajo de su ojo derecho.

Erick sonrió nervioso al olvidar que no tenía que hacer ruido y Emma quedó pálida, como sí hubiese cometido un terrible delito.

Ahora Erick tendría que tener de objetivo, que ella recuerde su nombre y que le perdone por hacer que la echen de la biblioteca por hacer ruido.



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En el texto hay: humor, amistad, posibles giros inesperados

Editado: 13.05.2021

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