Lectura interrumpida

5

Ése día sábado estaba ligeramente nublado y Emma, por primera vez decidió ir a la plaza principal de la ciudad, pero para sentarse a leer un libro.

Ya que ésa persona molesta no la dejaba en paz en la biblioteca, no le quedaba de otra que elegir otra alternativa.

Los niños jugando y los pájaros cantando se oían alrededor, pero no era molestó en comparación a ésa persona y ni siquiera era ruido comparado con la escuela.

Sentada sobre un asiento de concreto, con una mesa del mismo material, cosas hechas para el público, preparó su libro y lo abrió, para leerlo mientras bebía una malteada.

Al fín podía leer sin ser interrumpida, al fín podía estar sumergida en su lugar de relajación.

Sintió un levemente como algo golpeó su espalda con suavidad y volteó para una pelota.

Y ése era uno de los motivos por lo que no leía en ésa plaza; los niños jugando a la pelota eran muy molestos.

-Lo siento, mi compañera pateo mal la pelota y...

Una persona de cabello despeinado de color negro y ojos verdes, se acercó a buscar la pelota y se detuvo al ver a la chica.

-Emma, que sorpresa verte.- dijo el muchacho mientras sonreía de manera amable.

La chica al oír su nombre, quedó con la mirada en blanco.

¿Quién rayos era ésa persona y cómo sabía su nombre?

El chico al ver como la chica de anteojos estaba sorprendida, sonrió nervioso.

-Tú... sí me recuerdas, ¿verdad?- preguntó, intentando no perder las esperanzas de no ser olvidado.

La rubia al oír ésa pregunta, desvío la mirada nerviosa.

La voz del chico le hacía un poco familiar pero el rostro, era otra cosa.

¿Será uno de los amigos de su hermano?

No quería meterse en problemas por no recordar su nombre, así que haría lo que todo ser humano hace con frecuencia; improvisar.

-Eres... Robert Langdon.- respondió, apoyando su mano izquierda encima de su libro.

Ojalá que la literatura no le fallé justo ahora.

-Por favor, no uses el nombre de uno de los personajes de el Código da Vinci.
Soy Conan, el chico que se sienta detrás de ti, fuimos juntos a la primaria.- dijo el chico, con una sonrisa de costado.

Emma, restandole totalmente atención al nombre del chico, agarró su libro, se puso de pie y se acercó emocionada a él.

-¿También leíste el Código da Vinci?
Muchos lo conocen sólo por su película, pero sí te diste cuenta de que era un nombre del libro, puedo asumir que lo leíste y te gustó, ¿verdad?
Dime, ¿cuál fue la parte que más te gusto?- preguntó la chica, muy emocionada por que por primera vez, encontró a alguien con el que podía hablar de un libro.

Conan retrocedió con una sonrisa nerviosa, no sabiendo que hacer.

Algo le decía que sí le decía que de hecho el libro ése en verdad no le gusto, ella se enojaria mucho.

-¡Conan, ¿por qué tardas tanto?!

Y la salvación del chico, llegó.

Erick se acercó corriendo a buscar a su amigo y se sorprendió al ver a Emma.

-¡Emma! Que gran coincidencia.- exclamó el chico con una gran sonrisa.

La chica, perdió todo su entusiasmo y retrocedió con cara de disgusto y hasta algo de fastidio por ver al pelirrojo.

-Por favor, no me mires así, ya me disculpe muchas veces por hacer que nos corran de la biblioteca.- dijo Erick, arrepentido por hacer que echen a Emma.

-¿Me estás siguiendo?- preguntó la rubia, mirando al recién llegado con su ceño fruncido.

El chico al oír éso, se asustó bastante.

-¡Claro que no!
Hoy no fui a la biblioteca por que quería dejarte en paz, pero ya que estás aquí, ¿qué tal sí juegas a la pelota con nosotros?- preguntó con entusiasmo mientras su amigo recogía la pelota del suelo, con una sonrisa.

Al parecer, Erick estaba intentando la difícil tarea de hacer que Emma se haga su amiga... le deseaba la mejor de las suerte.

-No, gracias pero no me llevó con los deportes, además, soy una chica.- respondió la rubia, acomodando sus anteojos.

-¿Qué tiene de malo que seas una chica?
Sí es por que sería raro que juegues sola entre varios chicos, no te preocupes, en este momento somos tres chicos y dos chicas, así que no hay problema.- dijo Erick con entusiasmo.

Emma, al oír éso lo miró con fastidio para ver como se acercaban tres personas más, seguramente las personas que acababa de mencionar ése tipo molestó.

-No, quiero leer mi libro, en paz.- respondió, levantando levemente su libro.

¿Tan mala era su suerte que de todos los lugares y en todo el día, justo viene a encontrarse con él?

-¿Emma?
Hola, ¿vas a jugar con nosotros?- preguntó una de las dos chicas que se acercaron, haciendo que la rubia la miré con cansancio.

¿Otra persona más que supuestamente conocía?

Una chica morena con cabello con rulos de color negro, algo alta y con ojos marrones claro, ¿dónde rayos vio a alguien así antes?

La morena al darse cuenta de que no era recordada, se acercó a la chica con una sonrisa en su rostro y se señaló.

-Soy Maya, somos compañeras de clases y hace poco me explicaste un par de cosas que no entendía.- se presentó la morena.

Emma, recordó vagamente como hace días le tuvo que explicar a un grupo de tontas, tonterías de matemáticas que cualquiera entendería.

-Yo... no jugaré con ustedes, quiero leer mi libro.- respondió la rubia, mostrándole su libro.

Las mujeres eran más comprensible que los hombres, así que seguro la dejaría en paz.

-Que bien, te acompaño.
Tanto correr ya me hizo dar calor y quiero descansar.
Vamos Noe, dejemos que los chicos se diviertan solos.

Y Emma palidecio al oír éso, mientras la otra chica, una pelirroja con ojos grises y apariencia de ser problemática, se acercó a ellas con las manos en sus bolsillos.

-No... yo... yo quiero leer mi libro en...

-¡Gran idea!
Tengamos algo así como una especie de picnic.- exclamó Erick con entusiasmo, interrumpiendo a Emma, mientras los otros dos chicos asentian, sin objeción.



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En el texto hay: humor, amistad, posibles giros inesperados

Editado: 13.05.2021

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