Legado

6

Todas las cosas de la habitación volaban por los aires golpeando y rebotando con las paredes. Ninguna de estas pasaba lo suficientemente cerca de mí como para hacerme daño, pero aún si una de estas me golpeara no me movería. Ellos debían saber cuánto control tengo de mis poderes. Que no me ando con tonterías.  

Las luces fallaban, no sabía si era por mi causa o tenían a uno de los 3 chicos restantes entrenando cerca de donde me encontraba yo. Supe que me había metido en problemas cuando la silla impactó contra la ventana rompiendo el cristal y dejando a la vista a los doctores que estaban del otro lado sosteniendo sus tablas con papeleo y plumas.

Uno de ellos se acercó al micrófono cerca de la mesa — hemos terminado por hoy, Ela.

Sonreí nerviosa y caminé rápido a la puerta de salida donde Wyatt ya me esperaba.

— Causas muchos daños señorita — me extendió un cilindro color metal el cual contenía un líquido dentro — bébelo, te hará bien.

No lo dudé un segundo y llevé aquella botella a mis labios bebiendo de ella. El sabor era agrio pero no al punto de molestar — ¿Dónde está Byron?

Wyatt sonrió — tuvo problemas en uno de los pisos superiores. Me dejó a cargo de ti unas horas. Sabes que no soy tan estricto. ¿Qué quieres hacer?

Había y lugar el cual yo amaba ir cada vez que me daban la oportunidad — Vamos a la biblioteca.

El rubio no pudo evitar soltar una carcajada — lo presentía.

Caminamos a paso lento por todo el búnker platicando de banalidades cuando un grupo de no más de 5 doctores corrieron escaleras arriba justo a un lado de nosotros. Wyatt detuvo a uno y le preguntó la razón de la crisis.

— Hay un problema con el fuego, la electricidad y la atmósfera — los ojos verdes del rubio casi se salen de sus órbitas.

— ¿Necesitan apoyo? — el otro hombre negó.

— Lo tenemos cubierto — y sin más siguió a sus otros compañeros escaleras arriba.

— ¿Qué acaba de pasar? — me atreví a preguntar.

— Nada importante — y restándole tanta importancia volvimos a la plática sobre los panquecitos de mostaza.

"Nada importante"

Si no fuese importante no hubiese ofrecido su ayuda. Si no fuese importante no necesitarían más de dos doctores para detener aquel "problema". Si no fuese importante me dirían de qué se trata.

Mis sospechas iban una y otra vez a uno de los tres chicos restantes, o tal vez a los tres juntos, pero era ilógico que nos sacaran de las habitaciones a los 4 a la vez. Tenía que ser solo uno.

Fuego

"Pirokinesis"

Electricidad

"Electrokinesis"

Atmósfera

"Atmokinesis"

— Es uno de ellos — salió de mis labios sin siquiera pensarlo. La puerta de cristal de la biblioteca apareció frente a nosotros después de seguir andando.

— ¿Qué? — obviamente mis palabras habían desconcertado a Wyatt.

— Hablaba de una saga de libros — me excusé — nada importante.

Entramos al recinto y nos acercamos a una de las mesas — iré por uno — me alejé de la mesa en busca de algo para leer.

Sin dudarlo me acerqué al género de terror, el cual desde que tengo memoria lo tenían acomodado en una esquina de la sala. Pasé mi vista por aquellos títulos en busca de alguno que no hubiese leído ya. Pero la mayoría de ellos ya había pasado por mis manos. Tomé uno de ellos el cual era del tipo que buscaba. Desconocido para mí. Lo abrí para poder comenzar a leer.

— ¡Ela! — El libro se deslizó por mis manos cayendo al suelo y resonando por toda la habitación — ¡Ela!

Esa voz era desconocida completamente para mis oídos, pero eso no quitaba que me pareciera vagamente familiar. Busqué sin hacer más ruido por aquella esquina donde me encontraba a la persona de la que provenía la voz. Pero por más que buscaba no encontraba nada.

— Ela — esta vez era solo un susurro.

Giré a mis espaldas y pude ver al emisor de aquella voz. Era una mujer. Era la mujer. La misma que había visto en mis ataques esa noche que vi por primera vez a los chicos. Su cabello, sus ojos, esa mirada cargada de esa felicidad al verme a los ojos. Me transmitía miedo y a la vez tranquilidad.

— ¿Quién eres? — susurré a aquella mujer.

Su cuerpo era vaporoso, no tangible en su totalidad y eso me hacía preguntar si era como aquellos fantasmas que mis libros describían. O solo era una de las alucinaciones de las pastillas. Pero había dejado de tomarlas. Miré la venda en mi muñeca; ya no las tomaba por causa del accidente, así qué las pastillas no eran una opción.

La mujer dio media vuelta y comenzó su caminata a lo largo del pasillo frente a mí. La seguí, debía seguirla. La eternidad que me pareció eso momentos de persecución no podía compararlos con nada en el mundo. Acercarme más de lo debido a ella solo lograba que un frío potente y voraz se apoderara de mi cuerpo, así que mantenía la distancia debida.



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En el texto hay: misterio, amistad, poderes

Editado: 28.10.2018

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