Miranda.
Me quedé viendo los ojos aguamarina de Mike, sin romper el contacto visual respondí:
—No, él es Matías, mi mejor amigo. —Me alejé un poco de Mike y desvié la mirada a mi mejor amigo que, por alguna razón que desconocía parecía estar furioso—. Mat, él es…
—Ahórrate las presentaciones —me interrumpió de forma mordaz—. Conozco muy bien a los tipos como él.
Mike abrió la boca para hablar, pero me adelanté evitando una pelea innecesaria.
—Mat, no tienes porqué reaccionar de esa manera —declaré tratando de comprender el motivo de su rabia—. Mike solo me estaba ayudando…
Matías me sujetó del brazo y me apartó bruscamente de Mike.
—¿Acaso no ves que este tipo solo se aprovecha de ti? —cuestionó sin dejarme terminar de hablar.
En un rápido movimiento, Mike tomó mi mano, me apartó de mi mejor amigo y lo sujetó del cuello de la camisa.
—No me agrada tu actitud con Miranda —manifestó Mike y su voz adoptó un tono imponente y un tanto siniestro.
—Tú no te metas. —Matías empujó a Mike, pero no logró soltarse de su agarre.
—No soy un hombre al que le guste practicar la violencia, pero vuelves a tratar así a Miranda y me veré en la obligación de darte una lección de caballerosidad.
Fruncí el ceño, no estaba segura de cómo las cosas se habían complicado tanto, así que, me puse en medio de los dos.
—Gracias por defenderme, pero Matías es mi amigo y…
—Eso no le da derecho a agarrarte de esa forma —replicó Mike en tono amable.
—Él no es así —afirmé viendo sus increíbles ojos aguamarina.
—No necesito que me defiendas. —Matías retrocedió un paso y me volteé a verlo—. Eres una tonta si no ves las verdaderas intenciones de ese tipo.
Bajé la cabeza viendo cómo mi mejor amigo se alejaba molesto de nosotros.
Tomé una bocanada de aire tratando de analizar la situación.
—Lo siento, no quise causarte problemas con tu amigo —murmuró Mike pasando sus manos por mis brazos.
Me giré y lo miré fijamente alzando una ceja.
»Es la verdad, pero ver cómo te sujetó, me hizo perder el control. —Mike me tomó de las manos y se acercó un poco a mí—. Te juro que no deseaba causarte problemas con tu amigo.
Parecía hablar en serio, yo también estaba sorprendida por la actitud de Matías, pero lo conocía desde hacía mucho y él no era así.
—Yo no creo que quisieras causar problemas, pero aprovechaste la situación a tu favor —le reproché.
—¿Debía sonreír mientras tu amiguito te lastimaba? —cuestionó Mike entrecerrando un poco los ojos.
—Matías nunca me había tratado así —murmuré avergonzada de tener que darle explicaciones del comportamiento de mi mejor amigo.
—No justifiques su abuso. —Mike me sujetó por la barbilla y me hizo verlo—. Por muy amigo que sea, debes ponerle límites y hacerlos respetar.
—Lo sé, igual… —Miré por las ventanas y evalué el estado de las calles—. Creo que deberías irte.
—En realidad, pensaba en invitarte a salir. —Mike sonrió con amabilidad—. No tengo un gran plan, pero puedes llevarme a conocer la ciudad.
—¿Y luego qué? —inquirí cruzando los brazos sobre mi pecho—. Te entiendo, es divertido coquetear y dejarse llevar por las emociones, pero debo regresar a mi trabajo y supongo que, tú al tuyo.
—De hecho, vine a Chicago a descansar un tiempo de todos mis trabajos, aunque, en el fondo solo trabajaría de forma remota, pero ahora que te conocí… —Puse mi mano en sus labios.
—Esto es lo que pasará. —Llené mis pulmones de aire—. Saldrás por esa puerta e irás a tu casa, te duchas, te cambias de ropa y esperas un poco.
—¿Qué voy a esperar? —cuestionó Mike.
—A que se te pasé lo que dices sentir por mí.
—¿Si no se me pasa?
—Adiós, Mike, fue un gusto conocerte. —Me puse de puntitas y le di un beso en la mejilla.
Deseaba dárselo en la boca, pero me faltó valor.
Mi efímero amigo sujetó mi mano con suavidad, pero, a medida que me fui alejando, sus dedos acariciaron los míos hasta estar separados.
No miré atrás, solo seguí hasta la cocina donde estaba Matías sentado sobre la mesa con una botella de agua en las manos y mirando a la nada con cara de pocos amigos.
—¿Se puede saber por qué estás tan molesto? —Me paré frente a él esperando una sincera respuesta.
—Eres tan ingenua que no te das cuenta de que los tipos como él solo buscan llevarte a la cama —gruñó Mat, se puso de pie, pero no se fue, solo se quedó frente a mí.
—Creo que olvidas que me sé cuidar sola —le reclamé notando que estábamos muy cerca.
—¡Entonces ve y sé el juguete del cretino ese! —Matías pasó por mi lado para salir y tropezó mi hombro con algo de fuerza.
Nunca lo había visto ponerse de esa forma. En un rápido movimiento lo tomé de la mano obligándolo a quedarse.
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Editado: 03.12.2024