Legado de Amor

Episodio 8: Sus ventajas

Miranda.

Definitivamente, tenía sus ventajas, ser la hija de un famoso chef con 3 estrellas Michelin en su haber.

Después de algunos minutos, puse un presentable plato frente a Mike:

—Bon appétit, monsieur. —Sonreí orgullosa de mi creación.

—Merci, ma Nymphe —agradeció Mike en perfecto francés.

Sorprendida por su pronunciación, le pregunté:

—Parles-tu français?

—Sí, estuve un par de meses viviendo en Francia y aprendí el idioma. ¿Y tú?

—Yo crecí allá. —Sin poder evitarlo, una cascada de recuerdos llegó a mi cabeza.

Sobre todo, los buenos momentos que pasé con mi abuelo. Lamentablemente, él ya no estaba en este plano con nosotros y eso a veces me ponía muy triste.

—Pero, no eres francesa —preguntó Mike interesado en mi historia.

—No, nací en Toronto, Canadá, pero por el trabajo de mi padre nos trasladamos a Francia cuando yo era muy pequeña. Sin duda fue una linda etapa de mi vida —le expliqué muy por encima, ya que, ese tema me ponía nostálgica.

—¿Quién es tu padre? —indagó Mike mirando su plato.

Alcé las cejas, estaba orgullosa de los padres que tenía, pero había aprendido a las malas a no revelar el nombre de mis padres, ya que al ser conocidos, la gente solo me veía como la hija de Rowan o de Pax, infravalorando mis esfuerzos. Incluso asumían que todo lo que había logrado era por ser la hija de un reconocido chef y una famosa programadora. Me volvía relevante solo para obtener información de mis padres.

—No creo que lo conozcas. —Tomé el tenedor y le di a probar de la comida.

Mike abrió la boca con algo de renuencia. Miré el plato e intuí que lo más seguro era que el desorden en la comida le generaba ansiedad.

»Cada comida tiene un sabor peculiar que lo hace único. Puede ser bueno, pero cuando lo fusionas con otros sabores, lo bueno pasa a ser maravilloso. Y con la fusión perfecta se alcanza lo sublime.

Mike cerró los ojos y suspiró con auténtico placer, al saborear la comida.

—Tu padre debe sentirse orgulloso de ti —me halagó observándome con esa encantadora mirada que lograba hacer vibrar mi cuerpo.

—Mi padre sabe la hija que tiene. ¿Cómo es tu padre? —indagué empezando a comer.

—Mi padre y yo tenemos muchas cosas en común. —Mike sonrió y me dieron ganas de besarlo—. Compartimos algunos… En realidad, la mayoría de nuestros TOC, aunque, yo fui al psicólogo desde pequeño y eso me ayudó bastante. Sobre todo, ahora de adulto.

Asentí sonriendo, sabía que, tenía que tener alguna manía con el orden, aunque, no sabía que tuviera tantas. Pensé que solo era con el orden.

»Mi madre, bendita sea, siempre me tuvo mucha paciencia, nunca me limitó o me reprimió. Jamás me obligó a actuar de forma diferente y siempre respetó las distancias que puse.

Alcé las cejas.

—¿Cómo distancias? —pregunté terminando de comer.

Mike me vio como si se diera cuenta de que estaba hablándome de un tema del que no solía hablar.

—No me gusta que me toquen —reveló y tragué saliva, pues, a mí me lo permitió—. Ni siquiera mi madre puede tocarme cuando quiere. Ahora que lo pienso, creo que no le he llegado a dar ni 20 abrazos en lo que llevó de vida.

Bajé la mirada a donde nuestras manos se estaban tocando y con cuidado la empecé a alejar.

—Lo siento, no sabía…

—En cambio, contigo me pasa todo lo contrario. —Mike entrelazó sus dedos con los míos—. No me molesta que me toques, me enfurece que no lo hagas.

Sonreí y salté a su regazo.

Supongo que todas las chicas deseábamos ser especiales para el hombre que nos gustaba, pero nunca imaginé que me pasaría a mí.

—¿Tienes pensado comer? —pregunté acariciando su rostro.

—Claro que sí. —Mike me tomó en sus brazos y me llevó directo a la cama.

Sus labios se posaron sobre los míos y todo mi cuerpo ardió, mientras las traviesas manos de Mike se metían debajo de mi ropa.

Se sentía tan natural estar así con él, como si nos conociéramos de una vida pasada.

Mike se separó de mis labios para recuperar el aliento y nos quedamos allí mirándonos.

—Miranda, me haces sentir vivo —confesó Mike, tomó mi mano y la puso sobre su pecho—. Toda la vida me he sentido fuera de lugar, como si fuera la pieza faltante de un rompecabezas, pero tú, me haces sentir completo.

Sabía con exactitud lo que decía, pues me pasaba lo mismo.

Todas las chicas de mi edad hablaban de sus novios, de cómo las hacían sentir y me sentía una extraterrestre. Simplemente, no entendía lo que decían, incluso, me parecía absurdo, pero Mike…

Mike era la pieza faltante en mi rompecabezas.

—¿Qué pasa si ese sentimiento es pasajero? —pregunté como siempre desde mi pesimismo.

—¿De verdad crees que esto sea efímero? —rebatió Mike y negué con la cabeza—. ¿Por qué piensas eso?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.