Legado de Amor

Episodio 9: Hasta la luna

Miranda.

Tenía mucho tiempo sin tener un día libre, así que, no estaba segura de como invertir todo ese tiempo.

Creí que nos quedaríamos en mi piso, conociéndonos más, pero Mike necesitaba darse una ducha y ponerse ropa limpia.

Después de varios minutos, salimos de mi pequeño piso entre abrazos y besos.

—Me gusta como hueles —susurró Mike dándome un beso en los labios.

Terminamos de bajar los escalones en el momento exacto en el que Matías salía de la cafetería.

La mano de Mike rodeó mi cintura y me pegó a él.

—Buenos días —comenté en voz baja.

—¿Lo son? —cuestionó Matías lanzándome una mirada furiosa—. No puedo creer que seas tan estúpida como para caer en el juego de ese niño rico.

Mike dio un paso, pero lo frené con mi brazo.

Le sonreí a Matías, mientras negaba con la cabeza:

—Mat, tú también eres un niño rico —le recordé. Pues, pese a nuestro deseo de ser independientes, dinero no nos faltaba—. Deberías dejar tu mala actitud a un lado y ser un buen amigo. El papel de “pobrecito yo”, no te queda.

—Cuando el cretino ese, te rompa el corazón, no vengas llorando conm… —Las palabras de Matías fueron interrumpidas por un golpe de Mike.

No estaba segura de cuándo se había soltado de mi mano, pero allí de pie estaba Mike, mientras Matías yacía en el suelo con la boca partida.

—No te permito que le hables así a mi mujer —le advirtió un furioso Mike.

Sus orejas estaban rojas, su respiración estaba agitada, apretaba su mandíbula con tanta fuerza que temí que se hiciera daño.

Me acerqué a Mike y puse las manos en su pecho:

—Por favor, vayámonos de aquí.

Mike miraba a Matías con enojo, sus manos seguían cerradas en un puño.

Tomé su rostro entre mis manos y lo obligué a verme.

»Por favor —supliqué—. No quiero que ninguno salga lastimado.

—Ya es tarde para eso —dijo Matías levantándose del suelo.

Sin poder evitarlo, los ojos se me llenaron de lágrimas, por alguna razón sentía que mi amistad con Matías, había cambiado y ya no volvería a ser lo mismo de antes.

Era como si, subconscientemente, me estuviera despidiendo de él.

Me di la vuelta y lo observé.

Tantos buenos recuerdos, tantas risas y lágrimas compartidas.

—Sé que mi mejor amigo está allí adentro, solo espero que no sea muy tarde cuando decida aparecer.

Matías me atravesó con la mirada, pero no dijo nada, solo regresó a la cafetería.

Adentro estaban Aurora y Jwan viendo todo desde sus respectivos lugares de trabajo.

Mike me tomó de la mano y me llevó hasta su moto. Sujetó mi cintura y me sentó, luego procedió a ponerme el casco.

—¿Me explicas qué fue todo eso? —le reclamé molesta.

—Lo siento, no suelo ser un hombre agresivo.

—Pero… —presioné cruzándome de brazos.

—No lo sé, contigo descubro una nueva faceta de mí —confesó Mike mientras sus ojos aguamarinas me observaron con detenimiento y mi corazón saltó en mi pecho.

Era capaz de comprender lo que estaba atravesando, pues, me pasaba algo similar. Sentía que, estar cerca de Mike hacía florecer una nueva Miranda, la cual, me agradaba.

Era atrevida, me concentraba en vivir el presente y no pensar tanto en el futuro.

—Entiendo, aunque, me gustaría que por favor te controlaras, pese a todo, Matías es mi amigo.

—No creo que lo sea, de hecho, pienso que nunca lo fue.

Suspiré.

Yo también había llegado a esa conclusión, pero seguía teniendo esperanza de que todo esto solo fuera una etapa que Matías debía superar. Sin embargo, era muy consciente de que él había dicho y hecho cosas que me habían lastimado.

—Definitivamente, nuestra amistad cambió, pero me aferraba a la idea de creer que todos estos años Matías sí fue mi amigo. —Me limpié mis ojos y bajé la visera del casco—. Lo conozco desde que tengo 9 años, es imposible pasar tantos años fingiendo una amistad. ¿Verdad?

Mike no respondió nada, solo subió a la moto, se colocó el casco. Tomó mis manos y me hizo abrazarlo.

Sonreí ante su gesto tan tierno.

La moto comenzó a moverse y miré hacia el restaurante.

Me hubiera gustado que las cosas hubieran sucedido de forma diferente. Matías, era mucho más que cualquier amigo, era como mi hermano. Al menos, para mí lo era.

A él le conté mis sueños, mis metas y mis miedos. ¿Por qué actuar de forma tan prepotente ante la idea de que salga con un hombre?

Era su amiga, no su propiedad. Además, había estado con él celebrando sus victorias y llorando sus derrotas.

Regresé al presente, cuando la moto se detuvo frente a uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.