Miranda.
Ese lunes me desperté tan temprano como siempre, supongo que, era la costumbre.
Me quedé un par de minutos viendo el techo, mientras me debatía si debía salir de la cama o quedarme allí para siempre.
No comprendía cómo dolía tanto la partida de un hombre que solo conocí por poco tiempo. No entendía cómo una persona podía meterse tan adentro de tu corazón.
Con el dolor calando en lo más profundo de mi ser; salí de la cama y me metí a la ducha.
Dejé que mis lágrimas se camuflaran bajo el agua, por mucho que me doliera, lo extrañaba. Me gustaba pasar tiempo con él.
Adoraba la forma en la que me veía y me sonreía. ¿A cuántas más habrá engañado?
Terminé de ducharme y me propuse no pensar más en Mike, para él había sido algo desechable, pues, así lo trataría.
Me vestí lo más normal que pude, evitando colores como el amarillo, rojo o naranja, ya que no me sentía de ánimos para llevar esos colores. En cambio, me puse un jean ancho y una sudadera gris con capucha.
Tomé mi bolso y salí a la universidad.
No tendría clases hasta la tarde, pero no me caería mal estudiar un poco, tal vez practicar algunos métodos de pintura al óleo.
Iba bajando las escaleras cuando vi a Matías al pie de estas.
—Iba a subir a buscarte —comentó con tristeza.
—Hiciste bien en no tocar a mi puerta. —Pasé por su lado y seguí caminando.
—No entiendo por qué estás molesta conmigo, yo no te hice nada. —Matías me alcanzó y caminó a mi lado—. Él fue quien te engañó.
Me detuve y cerré los ojos soportando el dolor de esa verdad.
—Tenías razón, Mike resultó ser un cretino. —Miré a Matías a los ojos, expulsé todo el aire de mis pulmones y añadí—. Al igual que tú.
—¿Yo? —cuestionó Matías.
—Nunca me dijiste nada de lo que sentías, pero a penas viste que apareció Mike actuaste de forma vil y egoísta, como si fueras un bebé en la guardería, que llora porque perdió un juguete. —Golpeé su hombro con mi dedo—. Te tengo noticias, no soy tu juguete, ni el juguete de nadie.
—Para mí nunca fuiste un juguete —replicó Matías alzando la voz—. En cambio, para él solo fuiste una más que se llevaba a la cama.
—Al menos, él fue honesto con sus intenciones desde el principio y no disfrazó su deseo con una falsa amistad. —Matías retrocedió un paso aturdido por mis palabras.
—¡Lo escuchaste, él tiene novia! —exclamó Matías furioso—. Nunca tuvo la intención de tener algo serio contigo. Y yo te lo advertí, te dije que solo quería meterte en su cama y tú solo fuiste una tonta que creyó en sus bonitas palabras. ¿Acaso…?
Antes de darme cuenta mi mano se estaba estrellando en la cara de Matías.
—Mike. —Guardé silencio, el solo decir su nombre me dolía—. No fue el único que me engañó, pero no podemos volver al pasado y cambiar nuestras acciones. Yo elegí creer en esas palabras bonitas, yo elegí estar con él y yo elijo hoy decirte…
—Estoy enamorado de ti desde que éramos unos niños —murmuró Mat interrumpiéndome, se acercó a mí y acarició mi cara con el dorso de su mano—. Pero, tenía miedo de confesarte mis sentimientos y pensé que si no te podía tener, al menos, te podría olvidar. Sin embargo, ninguna de las chicas con las que salí eran tú, no estaban ni cerca de serlo.
Podía ver lo afectado que estaba, pero yo también estaba lastimada con su actitud. Con todo en realidad.
Aunque, yo siempre fui honesta y leal con él, nunca le ofrecí algo que no podía darle; lo apoyé en cada decisión que tomó. Yo fui real.
—Nunca tuviste una oportunidad de ser algo más en mi vida, pero hoy perdiste la oportunidad de seguir siendo mi amigo. —Me alejé de su mano en el momento en el que una lágrima escapaba de mis ojos—. A partir de ahora, eres un desconocido, si te veo en la calle no te saludaré, ni siquiera voltearé a verte.
—Miranda, por favor, no puedes solo irte y dejarme roto.
—Peor estoy yo, perdí mi sueño y al que creí que era mi amigo.
Retomé la marcha y me obligué a no mirar para atrás.
Sin poder evitarlo, recordé cuando nos conocimos, cuando me defendió del grupo x en el colegio. Como sostuvo mi mano cuando le dije a mi padre que me iba a mudar a Chicago.
Las veces que me sentí triste por extrañar a mi familia cuando recién me había mudado, Matías estuvo allí a mi lado, consolándome.
¿Algo de eso fue real?
Supongo que todos los hombres mienten.
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Miranda.
Después de lo que me pareció un siglo, llegué a la universidad.
Entré a mi facultad y caminé por el pasillo hacia la biblioteca, el plan era tomar el primer libro y estudiar esa técnica de pintura.
Pasé frente a la oficina del profesor Jerry y lo saludé con la mano sin quedarme a conversar con él, algo que, casi siempre hacía.
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Editado: 03.12.2024