Capítulo 2: LOS DESEOS
Emocionado por haber descubierto la solución, gracias a ese casual encuentro, Zahir comenzó a correr de regreso a la aldea. Cada paso era una carrera contra el tiempo, pero esta vez, impulsado por la certeza de poder vencer el desafío del genio, antes de que se agotara el plazo.
Mientras las últimas luces del atardecer comenzaban a desvanecerse, el genio emergió en el callejón, envuelto en su típica nube de humo, justo cuando entraba agitado el mercader.
- Y bien, mortal, ¿Has resuelto mi acertijo? -preguntó con una sonrisa sarcástica.
Zahir respondió sin titubear:
Después de un breve silencio, comenzó con entusiasmo a explicar, mientras observaba con satisfacción la expresión del genio.
- Nací al principio del tiempo -explicó Zahir-, se refiere a que los árboles son algunos de los organismos vivos más antiguos de la Tierra, nacidos con la creación del mundo, al inicio del tiempo.
- Morí antes del nacimiento del hombre -continuó-, es una metáfora para referirse a que los árboles han existido durante mucho más tiempo que los humanos, y muchos han muerto y se han descompuesto a lo largo de los siglos, contribuyendo a la formación del suelo en el que crecen nuevos árboles.
- Y aun así, mi tumba fue cavada por mis propias manos -concluyó-, es otra metáfora que se refiere a que las raíces de los árboles crecen bajo tierra, esencialmente cavando sus propias tumbas. A medida que las raíces crecen, rompen rocas y otros materiales, creando el espacio en el que el árbol finalmente será enterrado y cubierto por sus ramas cuando muera.
La explicación dejó al genio atónito. Perplejo ante la sagaz respuesta, no tuvo más opción que cumplir su palabra. Jamás imaginó que el humilde mercader lograría vencer su reto. Renuente y a regañadientes, pero apegado a su promesa, la criatura mágica concedió los deseos a Zahir.
Zahir había superado su reto gracias a la casual y reveladora experiencia con el viejo roble. Ahora tenía que pensar muy bien qué pediría, sabiendo que deseaba algo para sí mismo y algo para su aldea.
El genio le preguntó:
- Dime, mortal, ¿cuáles son tus deseos? Recuerda que puedo concederte solo dos.
Zahir pensó detenidamente y respondió luego de unos minutos:
- Mi primer deseo es tener una acogedora tienda donde vender mis mercancías, sin pasar más penurias.
- ¿Solo eso? -preguntó sorprendido el genio-. ¿No quieres vastas riquezas que harían palidecer a los tesoros de otras aldeas?, o ¿Enormes palacios y esclavos a tu servicio?, ¿O quizás preferirías convertirte en un poderoso sultán, con ejércitos a tu mando para conquistar los reinos vecinos? ¿O ser el hombre más sabio que haya existido, con todo el conocimiento del mundo antiguo fluyendo por tu mente?
El genio observó con incredulidad al humilde mercader, insinuando tentadoramente los deseos más ambiciosos, que muchos habrían anhelado en esos tiempos: riquezas inimaginables, dominar vastos territorios como un gran conquistador o acumular la sabiduría de las eras pasadas. Pero Zahir se mantuvo firme en su anhelo sencillo de prosperar modestamente.
Con sabiduría y humildad, el mercader declinó las tentaciones del genio, revelando una profunda comprensión de la verdadera felicidad.
- Mi felicidad no reside en riquezas efímeras ni en poder fugaz. Anhelo una vida sencilla y significativa, donde pueda compartir mi pasión con el mundo a través de un trabajo honrado. En esa simplicidad encuentro la paz mental, la gratitud y la realización personal, que las grandes fortunas jamás podrían alcanzar. Imagino a mi familia aprendiendo el valor del trabajo, la importancia de la honestidad y la alegría de compartir lo que tenemos con los demás. Agradezco tu oferta, pero mi deseo es construir un legado de integridad y pasión, algo que una pequeña tienda, como la que anhelo, me permitirá alcanzar.
El genio lo miraba intrigado, pues nunca había encontrado un humano tan sencillo. La respuesta de Zahir era un testimonio de su sabiduría y un recordatorio de que la felicidad genuina se encuentra en los valores más simples y duraderos de la vida.
- En definitiva -recalcaba el mercader convencido-, mi felicidad no radica en la acumulación de riquezas materiales, sino en la construcción de una vida plena y significativa, donde el trabajo honrado, el amor por la familia y la pasión por compartir, sean mis pilares fundamentales.
El genio, después de escuchar el primer deseo de Zahir, asintió y dijo:
- Muy bien, mortal, tu tienda de mercancías será siempre próspera.
El genio chasqueó sus enormes dedos y, de repente, Zahir se vio transportado a una acogedora tienda. El espacio era amplio, con vigas de madera labrada en el techo y paredes de adobe con intrincados motivos geométricos tallados. Numerosos tapices de vivos colores y diseños tradicionales colgaban de las paredes, creando un ambiente cálido. Justo al lado, su nuevo hogar se erguía con la misma calidez y elegancia, listo para recibir a su familia.