—Espero que te hayas podido divertir y también despejar un poco la mente hoy. — Soltó Aidan, observando los gestos que Nami hacia cada vez que venía alguna decoración extravagante en el palacio. ꟷImagino que deber ser aburrido y agobiante estar todo el día en esa habitación.
—Si, gracias. —Soltó ella, regalándole una sonrisa relajada. — Fue refrescante.
—Con el calor que hace afuera, yo creo que fue todo, menos refrescante. — Respondió Aidan, divertido, y Nami no pudo evitar soltar una pequeña carcajada ante su ocurrencia.
—Debo admitir, que en eso tienes un poco de razón. — Ambos entraron al pasillo que conducía a la habitación de Nami, y notaron que había mucho movimiento de sirvientes.
—¿Que está pasando aquí? — Preguntó Aidan, apresurando sus pasos, para llegar primero a la habitación de Nami. Se encontró con un montón de muchachas que limpiaban y ordenaban todo el lugar. —Ya pueden retirarse. —Ordenó, tomando a todos los presentes por sorpresa. Nami llegó también al sitio y miró la escena, un poco extrañada.
—Disculpe, señor, la Reina Agnes nos pidió que ordenáramos y dejáramos todo listo para que la Diosa Nami pueda disfrutar de su estadía aquí lo más cómoda posible. — Una de las muchachas se apresuró a hablar al ver que nadie más se atrevía a hacerlo.
—Y le estamos muy agradecidos por su generosidad. —Soltó Aidan, apretando los dientes. —Pero la señorita ya está aquí, y quiere descansar, retírense por favor. —Pidió y al ver que nadie se había movido, añadió. —Es una orden. — Sin decir nada más, todas salieron rápidamente del lugar, es que, aunque él no era Agnes, era imposible no tenerle miedo cuando estaba enojado.
—¿Que sucede? —Preguntó Nami. Como vio que Aidan observaba el lugar sin responder, creyó que era necesario suavizar la situación. —Yo sé que seguramente buscaban algo, tal vez algo que pueda atentar contra la Diosa Agnes o el reino, pero tranquilo, sé que no van a encontrar nada, y entiendo perfectamente que hagan estas cosas. —Rozó su brazo con gentileza. —Para ser que estoy aquí como una rehén, me están tratando muy, sinceramente lo imaginaba peor, así que no te preocupes demasiado.
Aidan entendió al fin, lo inteligente que era ella. Había ido al Reino de Fuego, sabiendo que no solo se trataba de un simple matrimonio arreglado. Ella ya lo sabía todo, entendía todo a la perfección, y, aun así, había sido lo suficientemente valiente para ir hasta aquel lugar, y estar dispuesta a afrontar cualquier cosa que pudiera llegar a pasarle. Seguramente a Nami solo le importaba proteger a su madre, o a su reino…incluso al mundo.
—Te pido disculpas. —Fue lo único que salió de la boca de Aidan, y antes de que Nami pudiera decir algo más, se marchó de la habitación. Aidan sentía que de su piel brotaba fuego. Estaba tan enojado, y no entendía por qué, pero de repente se preocupaba por lo que su madre pudiera hacerle a la joven Diosa que acababa de dejar en esa habitación.
Se dijo a si mismo, una y otra vez, que lo mejor era no meterse en los asuntos de su madre, que se alejara lo más rápido del lugar, y que solo se preocupara por hacer lo que le habían pedido y ya ¿Para qué iba a llevarle la contraria? Si total, a él no le afectaba en nada lo que llegara a pasar.
Pero no pudo. Simplemente no pudo hacerlo.
Era como si su cuerpo ya no estuviera obedeciéndolo, así que, cuando se dio cuenta, ya estaba fuera del salón que su madre solía frecuentar, y, ya era demasiado tarde para pensar con más claridad las cosas.
Agnes estaba parada frente a un gran cuenco de agua, y las sirvientas que hacía unos instantes estaban en el cuarto de Nami, también estaban allí.
El Dios del fuego observó, como una de las muchachas se acercaba a ella, y le ofrecía una pequeña cajita de metal. Agnes lo abrió, y de dentro de esta, sacó un largo cabello color negro.
—¿Que estás tratando de hacer ahora? — Preguntó Aidan, pero su voz no sorprendió a Agnes en absoluto. ꟷMe parece tan repulsivo todo esto.
—Esto. — Elevó el fino cabello, sonriendo. —Es su ADN, sabes que fue fácil para mí controlar el aire, pero el agua me está llevando más tiempo del que me gustaría admitir. — Soltó con disgusto. — Así que, probaré otros métodos, ya que no puedo ir y simplemente robar su esencia. —Comenzó a reír y todos a su alrededor también lo hicieron, no porque Agnes fuera divertida, sino porque le temían. —O bueno… todavía no.
—No es para nada una jovencita tonta que podamos engañar fácilmente. —Soltó Aidan, viendo como Agnes aún sostenía orgullosa el largo cabello. ꟷLa vas a tener muy difícil con ella.
—Tranquilo, que de eso no me queda ninguna duda. — Respondió ella, restándole importancia a la conversación. ꟷ Desde un principio lo noté ¿Crees que me como el cuento de la niña dulce y callada? Hay que tener mucho cuidado con Nami.
—¿Y si lo sabes porque haces estas cosas? —Insistió. Agnes se acercó aún más al cuenco de agua, y puso sus manos sobre él, no obtuvo ninguna respuesta, el agua se negaba a recibir órdenes de ella. —Quieres que Nami esté de nuestro lado, pero si te comportas así, no voy a poder lograrlo.
—Maldita sea ¿puedes callarte de una vez? —Preguntó con rabia, la frustración que sentía le estaba ganando.
Estiró las manos nuevamente sobre el agua, no podía darse por vencida tan fácilmente. Intentó invocarla, someterla, forzarla a obedecer con su voluntad ardiente. El cuenco tembló apenas unos segundos, y algunas gotas se elevaron unos centímetros, vibrando en el aire, como si dudaran estar haciendo lo correcto. Y cuando ella creía estar lográndolo, de pronto todo cayó de nuevo y Agnes apretó los dientes, frustrada. Sus labios comenzaron a susurrando conjuros antiguos, y toda el agua del cuenco comenzó a evaporarse, llenado toda la habitación.
Sin ningún aviso, Agnes se desplomó en el suelo, con todos esfuerzos que había hecho, había gastado casi toda su energía, estaba exhausta.
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Editado: 15.05.2025