Legado elemental

Capítulo 13

Aidan pasó por afuera de la puerta de Nami por tercera vez en la tarde. ¿Por qué? ¿Por qué tenía ganas de invitarla a pasear? ¿Por qué sentía ganas de pasar tiempo con ella? Sí, sabía que su madre se lo había pedido, y eso era una buena excusa para usar, pero él era lo suficientemente valiente como para admitir que se encontraba en aquel lugar por voluntad propia. Lo que no era, al parecer, es lo suficientemente valiente como para golpear la puerta de su habitación.

La cuarta vez que pasó por ahí se detuvo, clavando la mirada en la madera tallada de aquella pequeña puerta. Frustrado, llevó ambas manos hacia su cabello y lo revolvió con un poco desesperación. Decidió que mejor no iba a invitarla nada. Tal vez otro día. Ya era tarde, y seguramente ella no tendría ganas de salir. Estaba a punto de darse la vuelta y marcharse del lugar, cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y Nami apareció frente a sus ojos.

Aidan quiso que algún volcán se lo tragara en aquel mismo instante.

—Hola. —Saludó la joven diosa, al notar su silencio. —¿Sucedió algo? —Preguntó, mirando discretamente hacia ambos lados del pasillo para asegurarse de que estaban solos.

—No, solo pasaba por aquí, justo saliste de la habitación y me tomaste por sorpresa. —Mintió con cierta torpeza. — ¿Estás bien?

—Pero si te he oído pasar por aquí más de tres veces. —Confesó Nami, mirándolo de costado con una mezcla de ternura y diversión. No pudo evitar pensar que Aidan se veía muy tierno y avergonzado en aquella situación.

—Imposible. —Se defendió Aidan, sintiendo el calor subirle por el cuello ¿Qué iba a pensar de él? No sabía si estaba bien demostrarle tanto interés de golpe, tal vez solo lograría que Nami desconfiara de él. — Recién llego al palacio, estuve toda la tarde practicando con mi arco y flecha.

—¿Seguro? Juraría que eras tú, oí un par de veces tu voz lamentándose. —Él no iba a engañarla, Nami sabía que no estaba equivocada, pero, si él no quería decirle la verdad, estaba bien, de todas maneras, no importaba demasiado, así que está vez, solo lo iba a dejar pasar. —No importa, tal vez solo me confundí. — Concluyó, para evitar incomodarlo aún más.

—Sí, este pasillo suele ser muy transitado por los sirvientes. —Añadió Aidan, desviando la mirada hacia la izquierda. Una punzada de vergüenza lo atravesó por dentro. Sentía que acababa de quedar como un completo idiota delante de ella, y la situación era tan incómoda que deseaba poder desaparecer en aquel momento.

—Bien, entonces volveré a entrar. — Anunció Nami con un tono neutral, sin demostrar emoción alguna, aunque por dentro esperaba que él la detuviera. Estaba cansada de estar encerrada en esa habitación todo el día. Pero al ver que Aidan no decía nada, añadió con un dejo de decepción. — Nos vemos.

Se giró lentamente y apoyó la mano sobre la puerta. El crujido suave de la madera comenzó a escucharse mientras ella la cerraba.

—Espera. — Aidan sujetó su brazo con cuidado, deteniéndola. Su contacto fue leve, casi tímido, no sabía como reaccionaria Nami ante su tacto, y no quería asustarla. — Ya que estamos aquí, y si tienes ganas... ¿te gustaría dar un paseo conmigo?

—Claro que sí. — Respondió Nami con una sonrisa que le iluminó todo el rostro, tan animada que Aidan sintió cómo su pecho se aflojaba y podía volver a respirar con normalidad.

No podían perder el tiempo, así que, se apresuraron y salieron del palacio en silencio, caminando uno al lado del otro bajo el cielo ya teñido de tonos dorado. Nami no podía creer el calor que seguía haciendo, aunque ya el sol se había escondido bastante.

—Espero que te guste este lugar. — Soltó Aidan, y comenzó a correr para adelantarse unos metros de donde Nami se encontraba. Luego se giró para mirarla, con una sonrisa traviesa y encantadora que hizo que el corazón de Nami latiera un poco más fuerte.

— ¿A dónde me estas llevando? — Preguntó ella, observando cada uno de sus gestos. Deseaba atesorar cada uno de ellos, porque sabía que, en algún momento, su madre volvería por ella, y no estaba segura de lo que podía llegar a pasar, o peor aún, no estaba segura de sí volvería a verlo. ꟷ Dame una pista al menos.

—Está bien, te daré una pista. —Aidan volvió a su lado y señaló con su mano derecha hacia unas pequeñas montañas rojizas. — ¿Ves aquellas rocas? ꟷNami asintió cuando logró identificarlas. ꟷ Si las rodeamos, encontraremos un pequeño valle escondido, y dentro de este, un jardín mágico, lleno de cactus y suculentas preciosas, creo que te va a gustar demasiado, o al menos eso espero.

—¿Mágico? —Preguntó Nami, con una pizca de curiosidad.

—Bueno, no tiene magia en sí, pero el paisaje es todo un espectáculo de ver. ꟷ Explicó él.

En el último tramo del camino, Aidan, creyó que era buena idea intentar impresionar a Nami trepando una roca, pero, resbaló y casi terminó de espaldas en la tierra. Nami no pudo evitar reírse, tanto como jamás lo había hecho en la vida, y a Aidan no le quedó de otra que sumársele con una carcajada avergonzada, sacudiéndose el polvo de la ropa, con la poca dignidad que le quedaba.

—Es muy hermoso. —Fue lo primero que salió de la boca de la joven diosa al llegar al lugar, corriendo hacia una pequeña planta con hojas carnosas y brillantes. Él observaba como ella miraba todo con fascinación.

—Tócala. —Sugirió Aidan, acercándose demasiado a Nami. — Verás cómo reacciona a tu tacto. ꟷ Con algo de desconfianza, la joven diosa extendió la mano y rozó con la yema de los dedos la planta. Ante su contacto, las hojas comenzaron a cerrarse lentamente. Nami dio un pequeño saltito de asombro, y Aidan no pudo contener la risa. Ya estaban a mano, y ahora él no había sido el único que había pasado vergüenza.

— ¿Qué fue eso? —Preguntó Nami, sin apartar la mirada, de aquella extraña planta.

—Te sorprenderá todo lo que pueden hacer. ꟷ Aidan se alejó unos pasos y se sentó sobre unas rocas lisas. —Ven. ꟷ Invitó a Nami a que tomara asiento a su lado, y ella, lo acompañó sin dudar.




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