Legalmente mío

Capitulo 4

Capítulo 4:

❝Un pequeño susto❞

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ஜAshley Olsenஜ

—Esta es muy cara, Verónica. —Me quejo observando desde afuera la arquitectura de Teixeira’s Models.

Sí, la boutique es de los Teixeira, es la tienda más famosa de todo el país, posiblemente hasta fuera de este. Creo que hasta tiene extensiones en el continente americano y asiático.

—Mujer, te han dado una tarjeta ilimitada para venir aquí específicamente, así que…

—Eso es lo extraño. —Digo, interrumpiéndola.

—¿Extraño?

—A ver, extraño no —Tomo una pausa, buscando las palabras correctas—. Entiendo que, ni con la propia familia siendo dueña de la boutique más famosa del país, hagan excepciones al comprar, pero aún así, se siente como raro.

—¿Raro?

—Sí, o sea… —Se me atascan las ideas y las palabras, suspiro— ¡Ay, no sé! Me dan una tarjeta sin límites y quieren que compre la ropa para la fiesta en su boutique, entonces no sé si estoy pagando… o estoy jugando a pagar dentro de la misma familia.

Hago una mueca al mirar los precios de ropas en exposición puestas en los maniquíes.

Dan miedo. Los precios dan miedo.

—Ay, ya. Mejor entremos.

Me agarra de la muñeca y me arrastra hacia la entrada donde el guardia nos deja pasar sin problema.

—Eso fue muy raro también. —Murmuro, cuando ponemos un pie dentro del local, refiriéndome al guardia de la entrada.

—¿El qué? ¿Que nos dejaran pasar así nada más? —Asiento, se alza de hombros con un mohín en sus labios— Seguro les informaron que veníamos.

Antes de poder formular una respuesta, se nos acerca una mujer que aparenta estar en la treintena, con una sonrisa genuina.

—Bienvenidas. ¿Señorita Ashley, verdad?

Me quedo como pez, boqueando, sin saber que decir por unos segundos. Ignorando la forma de confirmar mi identidad, es inesperado ver todo… vacío. Desde afuera no se ven nada más que algunos artículos en venta, pero no deja ver puertas adentro, pero imaginaba que habría mucho movimiento como siempre, no que estaría tan… desolado.

Apostaría mi sueldo de un mes, a que éramos nosotras tres las únicas en la boutique, sin contar al guardia de la entrada.

Y eso, también es raro.

—Gracias —Verónica habla por ambas, mirándome raro al estar idiotizada en mi mente—. Ella es Ashley, yo soy su amiga. Venimos de parte de…

—Oh, sí —Hace un gesto con su mano, soltando una pequeña risa para nada fuera de lugar—. El señor Teixeira notificó su llegada, incluso su compañía.

Nos dedicó una sonrisa como la que tenía al entrar nosotras. Mi amiga y yo nos miramos, dudosas y extrañadas. No, más bien yo la observo así, ella resuelve rápido la incógnita y se tranquiliza, lanzándome una mirada de «te lo dije», que me hace rodar los ojos en su dirección.

—Enseguida regreso con el vestido y los accesorios. Pueden esperar sentadas ahí.

Señala uno de los muebles en los que los clientes se sientan a probarse zapatos o a esperar, y comienza a alejarse. Pero antes de perderla de vista, la llamo.

—Oiga…

Se da la vuelta, esperando a que continúe. Dudo un poco antes de hablar. Hay algo que me hace ruido desde que llegamos, pero por Verónica le trato de no dar tanta importancia. Y ahora, el ruido se vuelve un poco más audible, más intenso.

—Cuando dijo «el vestido», ¿usted se refería a «los vestidos», no? O sea, «vestidos» en plural.

Hago un gesto con la mano, algo exagerado por mi nerviosismo, consiguiendo pegarle en el brazo a mi mejor amiga sin querer. La miro momentáneamente, murmurando unas disculpas a las que le resta importancia y prestamos atención nuevamente a la mujer.

—No, señorita —No pierde la sonrisa ni la amabilidad genuina inicial, cabe decir—. Hablaba de «el vestido», en singular.

Incluso parece que se divierte un poco con mi desconcierto.

—Pero sí yo no he elegido nada.

Abre la boca, como si fuera a hablar. Pero no lo hace. Vuelve a curvar sus labios y expresa que en breve estará con nosotras. Y ahora sí la dejo ir sin llamarla.

Verónica va a sentarse y me hace un gesto para imitarla. Camino hacia ella, todavía ese ruido molesto allí.

—No quiero sonar como tonta enamorada —Alza una ceja al oírme, mientras me siento a su lado—. Pero esto me huele a que Cristhian ya eligió por mí.

—Y la idea te gusta… aunque te desconcierta.

Suspiro, inclinándome hacia adelante, apoyando los codos sobre mis rodillas.

—Pero sí él dijo —menciono, recordando el día de ayer— especifícame que no sabe mis medidas.

Guardamos silencio, cada una en sus pensamientos, esperando el regreso de la mujer. Escucho a Verónica bromear con que de repente se siente millonaria, causando mi risa y no consigo responderle cuando vemos a la mujer acercarse llevando en sus manos cajas de distintos tamaños, uno encima de otro, manteniendo un perfecto equilibrio.

Nos ponemos de pie, con la incertidumbre carcomiéndome cuando deja las cajas juntas sobre la mesita de café de cristal. No fue ninguna percha, fueron malditas cajas con la marca de los Teixeira.

—Cuando vienen en cajas es porque ya se hizo la compra, ¿cierto? —Susurro a Veornica, notando de reojo cómo asiente.

La mujer deja de darnos la espalda para vernos con la misma expresión desde que llegamos.

—El probador está por allá —Señala a nuestras espaldas unos cinco espacios con cortinas corredizas en rojo vino—. Puede tomarse el tiempo que desee.

—Una pregunta. ¿Y si no me gusta el vestido?

Verónica me mira como cuando mi mamá me regañaba con la mirada por alguna travesura que hacía con mi hermano y acabábamos metidos en problemas.

La mujer, en cambio, soltó una risa que no supe descifrar entre la diversión o la burla. Aunque me voy más por la primera, teniendo en cuenta cómo se comportó de buena onda cuando llegamos.

—En ese caso, buscaremos otro vestido que le guste.

El silencio reina, pero no es incómodo. Hasta parece necesario. Una pausa para reordenar mis ideas y tomar una decisión. Voy a tomar la caja más grande en la que supongo está el vestido y ella me dice que me lo pruebe todo junto, así sabría si me gusta o no.




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