Primera Parte; Génosis Cap 8

Tribu de Kiolén

 El tiempo es el mejor aliado para las causas difíciles. Los que se oponían a las intenciones del César se percibían rezagados. Los aires de triunfo ya eran notables. Los aliados del Emperador iban en aumento, dentro de poco el Cristianismo sería la religión del Imperio. Con la manipulación de las Escrituras el César esperaba fortalecer el Imperio y expandir su nueva religión por todo el mundo, conquistando, en el supuesto nombre del Creador, todo a su paso.

El único obstáculo para los planes del Emperador lo era un grupo de enérgicos creyentes cuyo conocimiento y fe no podían ser quebrantados, llevaban el verdadero mensaje contradiciendo así las prédicas de los aliados del César. Este grupo se componía de los descendientes directos de los discípulos del Nazareno, que desde su nacimiento eran educados para continuar las enseñanzas del Señor. Estos sucesores, que eran guiados por Kiolén, tenían en su poder los amuletos que les fueron legados. La Tribu de Kiolén, como se les conocía, comenzaba a ganar seguidores. Las prédicas rendían fruto, en poco tiempo el número de creyentes era significativo, por lo que comenzó a llamar la atención del Emperador, quien notaba que sus planes se frustraban. Debía evitar que la confusión se apoderara de sus aliados. Y fue por eso, que ante estos dones y la amenaza que representaban para los planes del Imperio, el César declaró a este grupo como herejes y hechiceros, ordenando así su captura y ejecución.

Muchos de los cristianos creyeron estas acusaciones y traicionaron a Kiolén, obligando a éste y a los suyos a esconderse. Así la Tribu de Kiolén, fue perseguida por quienes una vez vivieron a su lado y creían en su mensaje. La persecución se hizo tan grande que los seguidores de la tribu disminuían a pasos agigantados a la vez que las ejecuciones aumentaban considerablemente. No había rincón donde no se escuchara un grito de terror. Entonces Dantés, uno de los más jóvenes descendientes y poseedor del Amuleto Síquico, propuso a los demás que utilizaran sus dones para defenderse y proteger a los suyos. Su propuesta fue totalmente ignorada, pues, éste era sólo un joven y carecía del respeto y apoyo de los ancianos, quienes entendían que no era propicio responder a la violencia con más violencia.

Dantés lleno de furia y desesperación, comenzó a sentir una extraña sensación, como si fuera un llamado que sólo él con sus poderes síquicos lograba escuchar. Su comportamiento cambió, se tornó violento y arrogante. Kiolén y los demás descendientes intentaron controlarlo; pero la influencia de ese llamado que sólo el joven oía se hacía cada vez más fuerte. Entonces guiado por ese impulso involuntario se marchó dejando atónitos a los de la tribu. Iba como empujado por esa fuerza sobrenatural sin presentir siquiera que lo que buscaba podría cambiar su vida y la de los demás descendientes.

El Emperador, decidido a eliminar los obstáculos de su misión, continuaba asignando refuerzos a las tropas que tenían como prioridad sacar a la Tribu de Kiolén del camino, además se ofrecía grandes recompensas a aquellos que ayudaran a la captura de estos denominados herejes. La persecución de la Tribu de Kiolén aumentaba y cada vez eran más los seguidores que abandonaban el grupo por temor a ser capturados. Ante esto, Kiolén recurrió a sus dones del control del tiempo para ver el futuro y al ver lo que le deparaba éste enloqueció.

Los descendientes y su gente se encontraban en disputa; pues los jóvenes deseaban luchar y defenderse de las injusticias de que estaban siendo víctimas, mientras que los ancianos depositaban su fe en que el Señor les enviaría una señal de salvación. La demencia de Kiolén empeoró esta situación; pues sin un líder a quien seguir, las controversias entre los descendientes y sus seguidores se acrecentarían. Y así mientras la Tribu de Kiolén buscaba la manera de mantenerse unida y de sobrevivir a la persecución del Imperio romano, Dantés continuaba sin rumbo, guiado sólo por esa sensación que cada vez se hacía más fuerte.