Legato Paradox Tomo I El Reino de Trieste

Primera Parte; Génosis Cap 9

Líder de la Revolución

 

Por varios días, Dantés viajó en busca de lo que para él era la señal que su gente estaba esperando. En su camino observó como los soldados romanos continuaban cometiendo atrocidades, sólo que ahora lo hacían portando en sus armaduras y escudos símbolos religiosos. Estaban segados por su equívoca convicción. No había duda de que el Emperador había ideado bien su plan. Tratando de pasar desapercibido, Dantés buscaba desesperadamente la manera de ignorar lo que sus ojos presenciaban; pero con esto sólo lograba acrecentar su furia y desesperación. La sensación que guiaba al descendiente se alimentaba de este coraje y se hacía cada vez más fuerte causando que el joven casi perdiera el control de sus actos.

 

Por otro lado, la Tribu de Kiolén había decidido encaminarse a la costa para escapar como lo hiciera en el pasado el legendario General Trieste; pues ya no quedaba lugar alguno donde no fuesen perseguidos. El liderato de la tribu se desmoronaba, unos deseaban huir para salvarse mientras que otros querían luchar y esperar a que Dantés volviera para que asumiera el comando. El joven descendiente comenzaba a ganar seguidores en la tribu ya que la idea de ser un mártir dejaba de ser vista con buenos ojos.

 

En tanto, los rumores, sobre las recompensas ofrecidas por el Emperador a cualquiera que ayudara a capturar a Kiolén y sus seguidores, comenzaban a tentar a los habitantes de las provincias romanas. Fue por esto que Dantés se vio acorralado por unos campesinos, quienes al reconocerlo no dudaron en intentar ganar parte de la recompensa ofrecida por su captura. Dantés, lleno de furia, cansado de los abusos y de huir, utilizó su Amuleto Síquico para controlar las mentes de sus agresores y hacer que éstos se atacaran entre sí, causándoles la muerte. De pronto, todo el cielo se oscureció y ante la sorpresa de Dantés una especie de talismán apareció frente a él, era el Amuleto de la Oscuridad que fuese otorgado al que traicionó al Redentor en la Última Cena y al éste suicidarse no dejó descendientes, por lo que su amuleto permanecía perdido hasta que alguien probara merecerlo. Dantés era el elegido ya que había comenzado a renegar de sus principios: la ira, el rencor y la sed de venganza se habían apoderado de su ser.

 

Un nuevo y poderoso Dantés se encaminó en busca de su tribu y haciendo uso de sus poderes síquicos no tardó mucho en encontrarla. La tribu se había instalado en la costa y había reunido una flota de barcos para zarpar en busca de un mejor lugar donde instalarse. Para desgracia de la tribu, un batallón de soldados romanos había dado con su paradero y trataban de impedir que zarparan. En ese momento el cielo se volvió a oscurecer y para el alivio de la tribu los soldados no los atacaban; sino que se mataban entre sí, pues, Dantés una vez más utilizó sus dones síquicos para controlar a los soldados. Inconforme con esto, el rebelde joven comenzó a manipular a los demás descendientes haciendo así que éstos utilizaran sus amuletos contra los opresores. Hekla hizo que la tierra se abriera y se tragara parte del ejército, Thojorsa embraveció las aguas causando que éstas arrollaran todo a su paso, Alkranes comenzó a congelar a todo aquel que lo atacara, Holmavik manipuló los vientos causando un torbellino que elevó hasta el cielo a los soldados para luego dejarlos caer sin piedad alguna; Akureyli por su parte, desató una tormenta eléctrica para pulverizar a los romanos, Husavik creo una enorme llamarada que consumió a los que intentaban acercársele. Entonces Morgana, con su Amuleto de la Luz, iluminó el cielo y Jokulsa aprovechó esta oportunidad para mostrarle a Dantés, a través de su poder de controlar los espíritus, las almas aniquiladas por su maldad. Éste al ver esa manifestación quedó perplejo; pero luego lleno de una gran ira utilizó sus dones telepáticos para hacer que la cabeza de Jokulsa estallara en pedazos. Ante esta situación Seth usó su poder para la transformación y se convirtió en un enorme bisonte y abalanzándose sobre Dantés le acertó un golpe que lo dejó inconsciente, dando fin al desastre causado por éste.




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