Veinte vampiros.
Veinte criaturas pálidas con ojos rojos que brillaban en la oscuridad, sonriendo con colmillos que goteaban sangre fresca. Estaban organizados en una formación semicircular, bloqueando todas las salidas del callejón.
En el centro, tirado contra la pared de ladrillo, había un chico que no podía tener más de dieciséis años. Respiraba, pero apenas. Su camiseta estaba empapada en sangre, y tenía marcas de mordidas en el cuello que sugerían que habían estado jugando con él durante un rato.
—Vaya, vaya —dijo el vampiro del centro, claramente el líder. Era más alto que los demás, con cabello negro que le llegaba a los hombros y una sonrisa que helaba la sangre—. Miren qué tenemos aquí. Los famosos guardianes de la ciudad.
Luna gruñó, un sonido bajo y amenazante que hizo que varios vampiros dieran un paso atrás involuntariamente.
—Suelten al chico —rugió, su voz distorsionada por la transformación pero aún entendible.
El líder vampiro se rió.
—¿O qué? ¿Nos van a morder? —Miró a sus compañeros—. Debo admitir que estoy impresionado. Meses persiguiéndonos, atacando a nuestros exploradores, arruinando nuestros planes... y resulta que son solo unos adolescentes jugando a ser héroes.
¿Cómo sabía eso?
—Sí, sabemos quiénes son —continuó el vampiro, como si hubiera leído mi mente—. Bueno, algunos de ustedes. Es increíble lo que se puede descubrir cuando realmente te lo propones.
Mi sangre se congeló. Si sabían nuestras identidades...
—Sebastián Montemayor —dijo el líder, señalándome directamente—. Hijo de una de las familias más poderosas de la ciudad. ¿Qué dirían papá y mamá si supieran que su niño perfecto se dedica a cazar vampiros por las noches?
Luna saltó hacia adelante, pero tres vampiros se interpusieron en su camino. El resto del grupo reaccionó instintivamente: Víbora desapareció entre las sombras, Cazadora se lanzó hacia la derecha, y Tormenta perdió completamente el control.
Pero había demasiados. Por cada vampiro que atacábamos, aparecían dos más.
—¡Es una trampa! —rugió Cazadora mientras esquivaba las garras de dos vampiros que la habían acorralado—. ¡Sabían que veníamos!
Por supuesto que lo sabían. Habían estado planeando esto durante semanas, tal vez meses. Los ataques recientes no habían sido descuidos: habían sido cebo.
Y nosotros habíamos caído como principiantes.
El líder vampiro seguía hablando mientras sus subordinados nos mantenían ocupados:
—Verán, chicos, hemos estado observándolos. Estudiando sus patrones, sus métodos, sus... debilidades. —Su sonrisa se amplió—. Y hemos llegado a una conclusión muy interesante.
Logré derribar a un vampiro mordiéndole el cuello, pero inmediatamente sentí las garras de otro clavándose en mi costado. El dolor era intenso, pero la adrenalina me mantenía en movimiento.
—¡¿Cuál conclusión?! —rugió Luna mientras luchaba contra tres vampiros al mismo tiempo.
—Que ustedes son el verdadero problema.
El líder vampire sacó algo del bolsillo de su chaqueta. Una jeringa llena de un líquido verde fosforescente.
—¿Saben qué es esto? —preguntó, agitando la jeringa—. Es algo que hemos estado desarrollando especialmente para ustedes. Una pequeña modificación química que va a hacer que sus transformaciones sean... permanentes.
No.
—Una vez que esto entre en su sistema, nunca más podrán volver a ser humanos normales. Se quedarán atrapados en forma animal para siempre. —Su risa resonó por todo el callejón—. Imaginen las posibilidades. Monstruos sueltos por la ciudad, atacando a civiles inocentes. Las autoridades no tendrán más opción que cazarlos como a las bestias que realmente son.
Entendí el plan inmediatamente. No querían matarnos. Querían convertirnos en los monstruos que ellos necesitaban que fuéramos.
—Y mientras las autoridades están ocupadas cazando licántropos rabiosos —continuó el líder—, nosotros podremos expandirnos sin interferencias. Es brillante, ¿no creen?
Dos vampiros me sujetaron por los brazos. Otros tantos hicieron lo mismo con el resto del grupo. Estábamos perdiendo.
El líder se acercó a Luna con la jeringa.
—Empezaremos contigo, líder. Como ejemplo para los demás.
Fue entonces cuando Tormenta hizo algo que ninguno de nosotros esperaba.
Algo que cambió todo.
Algo que eventualmente llevaría a esas ciento veintidós muertes.
Dejó de contenerse completamente.
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Editado: 01.09.2025