El viernes por la mañana, todo parecía normal hasta que llegué al colegio y vi la multitud.
Había reporteros afuera de San Patricio. No muchos, pero los suficientes para crear un revuelo. Cámaras, micrófonos, y una reportera rubia que hablaba directamente a una cámara mientras gesticulaba hacia el edificio.
—...fuentes cercanas a la investigación confirman que están interrogando a estudiantes de colegios privados de la zona, buscando cualquier información sobre actividades sospechosas...
Estacioné el BMW y me quedé ahí sentado por un momento, sintiendo como la familiar sensación de hormigueo comenzaba bajo mi piel. No era hora de transformación. Era algo diferente. Algo más peligroso.
Era rabia.
—¡Sebas! —Valeria apareció corriendo desde la entrada lateral, evitando a los reporteros—. ¿Viste todo este circo?
—Difícil no verlo —respondí, saliendo del auto con más fuerza de la necesaria. La puerta se cerró con un golpe que hizo que algunos estudiantes voltearan.
—¿Estás bien? —Valeria frunció el ceño—. Pareces molesto.
—No me gusta que conviertan nuestro colegio en un espectáculo —mentí a medias. Era cierto que me molestaba, pero no por las razones que ella pensaba.
Durante la primera hora, la directora nos reunió en el auditorio para hablar sobre la "situación actual." Nos pidió que fuéramos comprensivos con las autoridades, que cooperáramos si alguien nos hacía preguntas, y que mantuviéramos la calma.
—El prestigio de San Patricio se basa en la excelencia de nuestros estudiantes —dijo—. Y estoy segura de que todos ustedes representarán esa excelencia durante estos momentos difíciles.
Asentí junto con todos los demás, pero por dentro tenía ganas de reírme. Excelencia. Si supiera que uno de sus estudiantes "excelentes" había estado presente cuando ese club se vino abajo...
Durante el receso, las cosas empeoraron.
—¡Sebastián! —me gritó alguien desde el otro lado del patio.
Era Mauricio, un chico de segundo año que siempre había tratado de impresionarme por el apellido de mi familia. Venía corriendo con su teléfono en la mano, claramente emocionado.
—¿Ya viste el video que subieron? ¡Es increíble!
—¿Qué video? —pregunté, aunque una parte de mí ya no quería saber la respuesta.
—Un tipo logró grabar parte del ataque. Se ve borroso, pero juro que se pueden ver las criaturas. ¡Son enormes!
Me mostró la pantalla de su teléfono. Era un video de mala calidad, tomado obviamente con pánico, pero se podían distinguir formas oscuras moviéndose a velocidades imposibles. Y en una esquina del video, por apenas un segundo, se veía algo que hizo que se me helara la sangre.
Una figura negra con vetas plateadas saltando sobre los escombros.
Yo.
—Es falso —dije inmediatamente—. Obviamente editado.
—¿Qué? No, hombre. Mira los comentarios. Todo el mundo está diciendo que parece real.
—Todo el mundo está histérico —mi voz sonó más agresiva de lo que pretendía—. La gente ve lo que quiere ver.
Mauricio dio un paso atrás, sorprendido por mi tono.
—Está bien, está bien. Solo pensé que te parecería interesante.
Se fue, pero no antes de lanzarme una mirada que decía claramente que mi reacción había sido rara.
Mierda.
Durante el almuerzo, traté de actuar normal, pero cada conversación se sentía como un campo minado. Cada pregunta inocente sobre los ataques era una oportunidad de delatar algo sin querer.
—Mi primo dice que van a traer expertos de otros países —comentó alguien.
—¿Qué tipo de expertos? —preguntó Valeria.
—Especialistas en... —el chico bajó la voz— ...criptozoología.
—¿Cripto-qué? —se rió Andrea.
—El estudio de criaturas que no se supone que existan —explicó—. Como el Chupacabras o el Pie Grande.
Varios se rieron, pero yo no pude. Porque sabía que esos "expertos" eventualmente encontrarían exactamente lo que estaban buscando.
Cuando sonó la campana del final del día escolar, me sentía como si hubiera corrido un maratón. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, y tenía un dolor de cabeza que pulsaba en tiempo con mi corazón.
—¿Quieres que vayamos al centro comercial? —me preguntó Valeria mientras caminábamos hacia el estacionamiento—. Podríamos ver una película o algo.
—No puedo —respondí demasiado rápido—. Tengo... cosas que hacer.
—¿Qué tipo de cosas?
La pregunta inocente se sintió como un interrogatorio.
—Tarea. Familia. Ya sabes.
Valeria se detuvo.
—Sebas, ¿qué te pasa? Has estado muy raro estos días. Distante. Como si tuvieras algo en la mente que no me quieres contar.
Porque sí tengo algo en la mente que no te puedo contar.
—No me pasa nada —mentí—. Solo estoy estresado por todo esto de irme a estudiar afuera.
—¿Seguro que es solo eso?
Me miró directamente a los ojos, y por un momento horrible, tuve la sensación de que podía ver a través de todas mis mentiras. Como si supiera exactamente lo que yo estaba escondiendo.
Y en ese momento, por primera vez en tres años de relación, sentí algo que nunca había sentido hacia Valeria.
Resentimiento.
Resentimiento porque no podía entender lo que yo estaba sacrificando para protegerla.
Resentimiento porque su mundo seguía siendo simple y perfecto mientras el mío se desmoronaba.
Resentimiento porque, sin saberlo, su familia estaba haciendo que mi vida se volviera imposible.
—Estoy seguro —dije, con una sonrisa que sabía que no llegaba a mis ojos—. Todo está bien.
La besé rápidamente y me subí al BMW antes de que pudiera hacer más preguntas.
Mientras manejaba a casa, me di cuenta de algo aterrador.
La rabia que había sentido la noche anterior no había desaparecido.
Se estaba haciendo más fuerte.
Y empezaba a dirigirse hacia las personas equivocadas.
#1265 en Fantasía
#771 en Personajes sobrenaturales
#566 en Thriller
#209 en Suspenso
hombres lobo, vampiro vs hombrelobo, vampiros cazadores y lobos
Editado: 01.09.2025