El mensaje llegó el sábado por la tarde, esta vez en un papel que alguien había deslizado bajo la puerta de mi habitación mientras yo estaba abajo fingiendo interés en una conversación sobre acciones familiares con mi padre.
"Emergencia. Lugar de siempre. 11 PM. Ven solo. - L"
Quemé el papel inmediatamente.
Esa noche, cuando salí por la escalera de emergencia, Carmen no apareció para darme ninguna advertencia. Pero encontré una taza de té caliente esperándome en el alféizar de mi ventana, junto con una pequeña nota que simplemente decía: "Regrese a casa."
El edificio abandonado se sentía diferente. Más frío, más vacío. Como si el peso de lo que había pasado hubiera cambiado hasta la atmósfera del lugar.
Llegué primero, pero no por mucho tiempo.
Víbora apareció sin hacer ruido, como siempre. Pero algo había cambiado en ella. Se movía con más cautela, como si esperara que en cualquier momento aparecieran vampiros o policías. Sus ojos revisaban constantemente las sombras.
Cazadora llegó poco después, y inmediatamente pude ver que estaba furiosa. Se paseaba de un lado a otro con movimientos bruscos, y tenía esa expresión que ponía cuando estaba a punto de explotar.
Tormenta fue el último en llegar.
Y estaba destrozado.
Era obvio que no había dormido desde aquella noche. Tenía ojeras profundas, las manos le temblaban ligeramente, y se movía como si cada paso le doliera. Cuando nuestras miradas se cruzaron, inmediatamente apartó la vista.
Luna apareció desde las sombras del segundo piso.
—Bien —dijo sin preámbulos—. Hablemos.
—¿Hablar de qué? —Cazadora se detuvo de golpe—. ¿De cómo arruinamos todo? ¿De cómo ahora somos los monstruos de los que la gente habla en las noticias?
—Cazadora...
—¡No! —Sus ojos brillaron con una furia que nunca había visto antes—. ¿Sabes lo que ha sido esta semana? ¿Sabes lo que es escuchar a la gente hablar de nosotros como si fuéramos demonios?
—No somos demonios —murmuró Tormenta, pero su voz sonaba vacía.
—¿Ah, no? —Cazadora se volvió hacia él—. Entonces explícame qué éramos cuando destrozamos a esas personas inocentes.
Tormenta se encogió como si lo hubiera golpeado físicamente.
—Ya basta —intervino Luna—. Lo que pasó fue un accidente.
—¿Un accidente? —Me escuché a mí mismo hablando antes de darme cuenta de que había abierto la boca—. ¿Veintitrés muertos es un accidente?
Todos me miraron. Era la primera vez que hablaba desde que había llegado.
—Legendario... —comenzó Luna.
—No me llames así —la interrumpí, y mi voz sonó más dura de lo que pretendía—. Ese nombre significaba algo cuando éramos los buenos.
—Seguimos siendo los buenos —dijo Víbora en voz baja—. Solo que ahora las cosas son más complicadas.
—¿Más complicadas? —Me levanté del suelo donde había estado sentado—. Víbora, hay familias planeando funerales porque nosotros no pudimos controlar a uno de los nuestros.
—¡YO NO QUISE QUE PASARA! —Tormenta explotó, pero inmediatamente se acobardó cuando todos lo miramos—. Yo... yo no sabía lo que estaba haciendo. Cuando me transformo así, no puedo... no soy yo.
—Exacto —dije, acercándome a él—. No eres tú. Eres un monstruo. Como todos nosotros.
—¡Basta! —rugió Luna—. Esto no nos lleva a ningún lado.
—¿Ah, no? —Me volví hacia ella—. Entonces dime, Luna. ¿Cuál es el plan ahora? ¿Seguimos fingiendo que somos héroes mientras la ciudad entera nos busca?
Luna me miró con una expresión que no había visto antes. Como si estuviera viendo a un extraño.
—El plan es mantener bajo perfil hasta que las cosas se calmen. Y después, volvemos a hacer lo que siempre hemos hecho.
—¿Proteger a la gente? —Me reí, pero no fue una risa agradable—. Luna, la gente ya no necesita protección de los vampiros. Necesita protección de nosotros.
—¿Entonces qué sugieres? —preguntó Cazadora—. ¿Que nos entreguemos? ¿Que confesemos todo?
La pregunta quedó flotando en el aire.
Y por primera vez desde que todo esto había comenzado, realmente consideré la respuesta.
—No —dije finalmente—. Sugiero que dejemos de pretender que esto es un juego.
—¿Qué quieres decir? —Víbora se acercó.
—Quiero decir que tal vez es hora de aceptar lo que realmente somos. Y actuar en consecuencia.
El silencio que siguió fue pesado.
Luna se acercó hasta quedar frente a mí.
—Sebastián, sé que estás pasando por algo difícil. Todos lo estamos. Pero no podemos...
—¿No podemos qué? —la interrumpí—. ¿No podemos dejar de jugar a ser santos? ¿No podemos admitir que disfrutamos lo que hacemos?
—Yo no disfruto matar gente inocente —susurró Tormenta.
—Pero sí disfrutas matar, ¿verdad? —Me volví hacia él—. Todos lo hacemos. Cuando nos transformamos, cuando sentimos ese poder... ¿me vas a decir que no se siente increíble?
Tormenta no respondió, pero su silencio fue respuesta suficiente.
—Esto se está yendo de control —murmuró Víbora.
—No —dije, sintiendo esa rabia fría extendiéndose por todo mi cuerpo—. Esto recién está empezando a tener sentido.
Luna me miró con lo que parecía tristeza.
—Ya no eres el mismo, Legendario.
—Tienes razón —respondí—. Ya no soy el mismo.
—Y tampoco nosotros —agregó Cazadora—. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer al respecto?
Esa pregunta quedaría sin respuesta esa noche.
Pero mientras caminaba de regreso a casa, ya sabía cuál era mi respuesta personal.
Si el mundo había decidido que éramos monstruos, tal vez era hora de dejar de decepcionar sus expectativas.
Tal vez era hora de ser exactamente lo que esperaban que fuéramos.
Y tal vez, solo tal vez, era hora de dejar de proteger a personas que de todas formas terminarían traicionándome.
Como todos siempre lo hacían.
La transformación más importante de Sebastián Montemayor no había sido física.
Había sido mental.
#1277 en Fantasía
#778 en Personajes sobrenaturales
#579 en Thriller
#213 en Suspenso
hombres lobo, vampiro vs hombrelobo, vampiros cazadores y lobos
Editado: 01.09.2025