Carmen me estaba esperando en la cocina cuando llegué.
No dijo nada cuando me vio entrar. Solo me estudió con esa mirada que había perfeccionado durante diecisiete años de cuidarme. Pero esta vez había algo diferente en sus ojos. Algo que se parecía peligrosamente al miedo.
—¿Cómo estuvo su reunión? —preguntó finalmente.
No me sorprendi de que supiera. Carmen siempre sabía.
—Complicada —respondí, sentándome en uno de los taburetes—. Las cosas están... cambiando.
—Sí —murmuró—. Puedo verlo.
—¿Ver qué?
—El cambio en usted.
Carmen se acercó y me puso una mano en el hombro. Su tacto era gentil, pero pude sentir que estaba temblando ligeramente.
—Joven Sebastián, cuando era pequeño, solía tener pesadillas. Despertaba gritando, diciendo que había monstruos en su closet. —Su voz era suave, maternal—. ¿Se acuerda de lo que le decía?
Asentí. Por supuesto que me acordaba.
—Que los monstruos no eran reales.
—Exacto. Le decía que los monstruos solo existían en su imaginación. Que mientras fuera una buena persona, nunca tendría que preocuparse por convertirse en algo malo.
Hizo una pausa, y cuando continuó, su voz era apenas un susurro.
—Pero me equivoqué.
La miré, confundido.
—Los monstruos sí son reales, joven Sebastián. Pero no son criaturas que viven en closets o debajo de las camas. —Me miró directamente a los ojos—. Son las decisiones que tomamos cuando pensamos que nadie está viendo. Son lo que nos convertimos cuando decidimos que nuestro dolor es más importante que el de otros.
—Carmen...
—Estoy viendo esa transformación en usted ahora mismo. —Su mano apretó mi hombro—. Y me da más miedo que cualquier criatura sobrenatural.
Me levanté bruscamente, alejándome de su tacto.
—No sabes de lo que hablas.
—¿No? —Carmen se irguió, y por primera vez en mi vida, su voz sonó dura—. Entonces explíqueme por qué llegó a casa anoche con sangre bajo las uñas. Explíqueme por qué ha estado mirando las noticias sobre esos ataques como si fueran reportes del clima. Explíqueme por qué cuando habla de esas veintitrés familias que perdieron a alguien, no veo ni una pizca de remordimiento real en sus ojos.
Sus palabras me golpearon como cachetadas.
—Sí siento remordimiento —mentí.
—No, joven. Lo que siente es molestia porque su vida perfecta se está complicando. —Carmen caminó hacia la puerta de la cocina—. Y esa es exactamente la diferencia entre ser víctima de las circunstancias y ser un monstruo por elección.
—¡No soy un monstruo!
Mi grito resonó por toda la cocina. Había puesto más fuerza de la que pretendía, y Carmen dio un pequeño paso atrás.
Por primera vez en mi vida, Carmen me tenía miedo.
Y lo peor de todo era que, en lugar de sentirme mal por eso, me sentí... poderoso.
—Perdón —murmuré, pero ambos sabíamos que no lo sentía realmente.
Carmen me miró por un largo momento, como si estuviera memorizando mi cara.
—Recuerde lo que dije la otra noche: Esto es el mundo real, joven Sebastián. No hay gente con poderes sobrenaturales que resista todo como inmortales. —Su voz temblaba apenas—. Y en el mundo real, las acciones tienen consecuencias. Siempre.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que no importa qué tan poderoso se sienta ahora, no importa qué tan especial crea que es... al final, usted es tan mortal y tan vulnerable como cualquier otra persona. —Se detuvo en el marco de la puerta—. Y que las personas que ama también lo son.
La amenaza implícita quedó flotando en el aire.
—¿Me está amenazando, Carmen?
—No, joven. Le estoy rogando.
Salió de la cocina, dejándome solo con mis pensamientos y una sensación extraña en el pecho.
Porque por primera vez desde que todo esto había comenzado, había sentido la tentación de lastimar a alguien que no era un vampiro.
Y eso me asustaba.
Pero no lo suficiente como para detenerme.
Subí a mi cuarto y me tiré en la cama, mirando el techo. En la distancia, podía escuchar sirenas. Siempre había sirenas ahora. La ciudad entera estaba en alerta permanente.
Mi teléfono personal vibró. Un mensaje de Valeria.
"¿Estás bien? No contestaste mis llamadas. Te amo."
Le respondí que estaba bien, que había estado estudiando.
Otra mentira en una vida que se estaba volviendo una mentira completa.
Pero mientras escribía esas palabras falsas, me di cuenta de algo.
Ya no me dolía mentirle.
Y eso debería haberme preocupado mucho más de lo que realmente me preocupó.
En algún lugar de la ciudad, los vampiros estaban planeando su próximo movimiento.
En algún lugar, las autoridades estaban conectando puntos que eventualmente los llevarían hasta nosotros.
Y en mi habitación, Sebastián Montemayor estaba desapareciendo poco a poco, siendo reemplazado por algo más oscuro.
Algo que no tendría problema en hacer lo que fuera necesario para sobrevivir.
Sin importar el costo.
#1336 en Fantasía
#811 en Personajes sobrenaturales
#601 en Thriller
#215 en Suspenso
hombres lobo, vampiro vs hombrelobo, vampiros cazadores y lobos
Editado: 01.09.2025