Legendario

Capítulo 13: La Traición

La invitación llegó el lunes por la mañana, en un sobre elegante que Valeria me entregó con una sonrisa nerviosa.

—Sé que es de último momento —dijo mientras caminábamos hacia el edificio de Ciencias—, pero mis padres quieren que vengas a la cena de cumpleaños de mi papá este sábado.

Leí la invitación. Papel caro, tipografía elegante, dirección en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Todo muy formal, muy apropiado para una familia como la de Valeria.

—¿Una cena familiar? —pregunté.

—Bueno, no solo familia. Van a estar algunos de sus colegas del trabajo, y mis tíos que vienen de fuera de la ciudad. —Valeria se mordió el labio—. Es importante para él. Ha estado muy estresado con todo lo del trabajo últimamente, y mamá pensó que sería bueno hacer algo especial.

—Por supuesto —sonreí, guardando la invitación en mi mochila—. Me encantaría conocer más a tu familia.

Famous last words.

El resto de la semana pasó en una especie de normalidad forzada. Sin mensajes del grupo, sin reuniones nocturnas, sin nada que me recordara que mi vida era algo más que uniformes escolares y tareas de Matemáticas.

Casi logré convencerme de que podía volver a ser solo Sebastián Montemayor.

Casi.

El sábado por la noche, Carmen me ayudó a elegir la ropa apropiada para la cena. Traje oscuro, corbata conservadora, zapatos que habían costado más de lo que la mayoría de la gente ganaba en un mes.

—Se ve muy elegante, joven Sebastián —dijo mientras me arreglaba la corbata—. Pero...

—¿Pero qué?

—Tenga mucho cuidado esta noche.

La forma en que lo dijo hizo que la mirara más atentamente.

—Carmen, ¿hay algo que deba saber sobre la familia de Valeria?

—No sé nada específico —respondió, pero evitó mi mirada—. Solo... confíe en sus instintos. Y si algo se siente mal, váyase inmediatamente.

Llegué a casa de los Herrera a las 7:30 PM. Era una mansión impresionante, aunque más moderna que la mía. Todo cristal y líneas limpias, con jardines perfectamente cuidados y una fuente en la entrada que costaba probablemente lo mismo que un auto de lujo.

Valeria me recibió en la puerta, usando un vestido azul marino que la hacía ver increíble.

—Estás hermosa —le dije, besando su mejilla.

—Gracias. Estoy un poco nerviosa. Mis tíos pueden ser... intensos.

Me guió hacia el interior de la casa. La sala principal estaba llena de gente elegante conversando en grupos pequeños. Todos se veían exitosos, poderosos, como el tipo de personas que estaban acostumbradas a que las cosas se hicieran a su manera.

—¡Sebastián! —El papá de Valeria se acercó con una sonrisa amplia—. Me da mucho gusto que pudieras venir.

—Gracias por invitarme, señor Herrera. Feliz cumpleaños.

—Por favor, llámame Eduardo. Ya prácticamente eres familia.

Prácticamente familia. Las palabras me dieron escalofríos sin que supiera por qué.

—Ven, quiero presentarte a algunos parientes —Eduardo me puso una mano en el hombro y me guió hacia el otro lado de la sala—. Llegaron especialmente para la ocasión.

Fue cuando los vi que todo en mi mundo se desplomó.

De pie junto a la ventana, conversando casualmente con copas de vino en las manos, estaban tres personas que reconocí inmediatamente.

El hombre alto con cabello negro que le llegaba a los hombros.

La mujer rubia con ojos que brillaban demasiado bajo las luces.

Y otro hombre más joven que había estado entre los vampiros que nos habían emboscado.

Pero ahora no tenían colmillos visibles. No tenían esa palidez cadavérica. Se veían... normales. Humanos. Como cualquier familia adinerada en cualquier reunión social.

—Sebastián —dijo Eduardo—, quiero presentarte a mis hermanos. Marcus, Elena, y mi sobrino David. Vinieron especialmente desde... bueno, desde lejos.

Marcus, el líder vampiro de aquella noche, se volvió hacia mí con una sonrisa que helaba la sangre.

—Sebastián Montemayor —dijo, extendiendo su mano—. He escuchado tanto sobre ti.

Estrechó mi mano con fuerza, y por un segundo, sus ojos brillaron con ese color rojo que había visto en el callejón.

—Es un placer conocerte... finalmente.

Mi mente se quedó completamente en blanco. Las voces a mi alrededor se convirtieron en un zumbido lejano. La sala comenzó a dar vueltas.

La familia de Valeria eran vampiros.

Su papá era un vampiro.

Su papá, el detective que estaba investigando los ataques, era la misma criatura que estábamos tratando de detener.

—¿Estás bien? —La voz de Valeria me llegó como desde muy lejos—. Te ves pálido.

—Yo... —Traté de formar palabras, pero mi garganta se sentía como si estuviera llena de arena.

—Tal vez necesitas aire fresco —sugirió Elena, la vampira rubia—. David, ¿por qué no acompañas a Sebastián al jardín?

—No, estoy bien —logré decir, aunque mi voz sonaba extraña hasta para mí.

Marcus sonrió aún más ampliamente.

—Insisto. Creo que tú y David tienen mucho de qué hablar.

No era una sugerencia.

David me guió hacia las puertas francesas que daban al jardín trasero. Una vez afuera, lejos de los demás invitados, se volvió hacia mí con una expresión que ya no fingía ser amigable.

—Sebastián, Sebastián —murmuró, sacudiendo la cabeza—. ¿En serio pensaste que no sabíamos quién eras?

—No sé de qué hablas.

—Por favor. —Se rió—. Llevamos meses observándote. A ti y a tus amiguitos. ¿Crees que esa emboscada fue casualidad?

Mi mundo se hizo pedazos y se recompuso en algo completamente diferente.

—Valeria... —susurré.

—¿Valeria? Oh, ella no sabe nada. Pobre niña. Realmente cree que está enamorada del estudiante perfecto. —David se acercó más—. No tiene idea de que su noviecito es el mismo monstruo que mató a esas personas en el club.

—Yo no...

—¿No qué? ¿No estabas ahí? ¿No viste cómo tu amigo Tormenta despedazó a esos civiles inocentes? —Su sonrisa se volvió cruel—. Ah, pero espera. Tú también participaste, ¿verdad? Vi el video. Borroso, pero suficientemente claro.




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