Legendario

Capítulo 14: La Máscara Cae

Llegué a casa a las 11:30 PM, después de haber fingido durante cuatro horas que todo estaba perfectamente bien.

Había sonreído cuando Eduardo me había dado palmadas en la espalda.

Había conversado amablemente con Marcus sobre "qué carrera pensaba estudiar."

Había besado a Valeria en la mejilla cuando me despedí, susurrándole que había sido una noche perfecta.

Y durante todo ese tiempo, había estado planeando formas de matar a cada persona en esa habitación.

—¿Cómo estuvo la cena? —me preguntó Carmen cuando entré por la puerta principal.

—Muy reveladora —respondí, estudiando su rostro cuidadosamente.

Carmen tenía sesenta y tantos años. Eso era lo que siempre había creído. Una mujer que había envejecido graciosamente, que había dedicado su vida a cuidar a mi familia.

Pero mientras la observaba bajo la luz del vestíbulo, me di cuenta de algo que debería haber notado años atrás.

Carmen se veía exactamente igual que en mis primeros recuerdos de la infancia.

Exactamente igual.

Ni una arruga nueva. Ni una cana adicional. Ni el más mínimo cambio en casi quince años.

—¿Sabe qué es lo curioso de la memoria, Carmen? —dije, quitándome la chaqueta del traje lentamente.

—¿Qué cosa, joven?

—Que a veces recordamos detalles que no sabíamos que habíamos notado. —Me acerqué un paso—. Como el hecho de que usted no ha envejecido ni un día desde que tengo memoria.

Carmen se quedó muy quieta.

—Debe estar cansado de la cena. ¿Por qué no se va a descansar?

—O como el hecho de que nunca la he visto comer durante el día. —Otro paso—. O que siempre sabe exactamente cuándo voy a llegar a casa, sin importar la hora.

—Joven Sebastián...

—O como el hecho —mi voz se volvió más dura— de que esta noche conocí a sus amigos.

El cambio en Carmen fue instantáneo. Su postura se enderezó, su expresión se endureció, y algo depredatorio apareció en sus ojos.

—Ah —murmuró—. Ya era hora.

—¿Ya era hora de qué?

—De que se diera cuenta de la verdad.

Carmen... no, la criatura que había estado fingiendo ser Carmen durante diecisiete años, sonrió. Y cuando lo hizo, pude ver los colmillos.

Pequeños, elegantes, pero definitivamente colmillos.

—¿Sabe cuánto tiempo llevamos esperando este momento? —preguntó, y su voz sonaba diferente. Más joven. Más peligrosa—. ¿Cuánto tiempo llevamos preparándolo para esto?

—¿Preparándome para qué?

—Para convertirse en exactamente lo que es ahora. Un monstruo sin nada que perder.

La revelación me golpeó como un tsunami.

—Todo fue planeado.

—Todo —confirmó—. Su relación con Valeria. Su transformación en licántropo. Incluso su grupo de amiguitos. Todo cuidadosamente orquestado para llevarlo exactamente a este punto.

—¿Por qué?

—Porque, querido Sebastián, usted no es un licántropo cualquiera. Es algo mucho más especial. Algo que nosotros hemos estado esperando durante décadas.

Carmen comenzó a caminar lentamente a mi alrededor, como un depredador evaluando a su presa.

—Un híbrido verdadero. Mitad licántropo, mitad vampiro. El único en existencia.

—Eso es imposible.

—¿Ah sí? Piénselo. ¿Por qué cree que su transformación es diferente a la de los demás? ¿Por qué cree que es más fuerte, más rápido, más... violento?

Las piezas comenzaron a encajar en mi mente, formando un rompecabezas que no quería completar.

—Su madre biológica no murió en el parto, como le dijeron —continuó Carmen—. Ella era una de nosotros. Y su padre... bueno, digamos que los experimentos genéticos han avanzado mucho en los últimos años.

—Mientes.

—¿En serio? Entonces explíqueme por qué su sangre huele diferente. Por qué los otros vampiros lo evitan instintivamente. Por qué, cuando se enoja realmente, sus ojos se vuelven rojos en lugar de dorados.

Me llevé las manos a la cara, tratando de procesar todo.

—Diecisiete años —murmuré—. Diecisiete años fingiendo que me cuidabas.

—Oh, pero sí lo cuidé —Carmen se acercó más—. Lo cuidé, lo protegí, lo amé como si fuera mi propio hijo. Porque eso era exactamente lo que necesitaba para convertirse en lo que es ahora.

—¿Y qué soy exactamente?

—Un arma, querido. La perfecta síntesis entre nuestras especies. Alguien que puede destruir tanto a licántropos como a vampiros con igual facilidad.

Carmen extendió una mano hacia mí, como lo había hecho miles de veces durante mi infancia.

—Únase a nosotros, Sebastián. Deje de fingir que es humano. Deje de fingir que le importan esas personas que lo van a traicionar eventualmente. Conviértase en lo que siempre estuvo destinado a ser.

Miré su mano extendida. Miré sus colmillos. Miré los ojos de la criatura que me había criado, me había mentido, me había manipulado durante toda mi vida.

Y entonces sonreí.

Fue una sonrisa que Carmen nunca había visto antes. Una sonrisa que habría hecho que retrocediera si hubiera sido más inteligente.

Una sonrisa completamente desprovista de humanidad.

—Tienes razón, Carmen —dije suavemente—. Es hora de dejar de fingir.

—¿Eso significa que...?

—Significa —la interrumpí, sintiendo como esa rabia fría se extendía por todo mi cuerpo como veneno— que finalmente tengo una excusa para portarme muy, muy, muy mal.

Carmen tuvo apenas un segundo para darse cuenta de su error.

Un segundo para comprender que había creado exactamente el monstruo que quería.

Pero no el monstruo que podía controlar.

La transformación que siguió no fue como las anteriores.

Esta vez, cuando cambié, no quedó nada de Sebastián Montemayor.

Solo quedó algo que tenía diecisiete años de rabia acumulada y finalmente había encontrado un blanco apropiado para descargarla.

Carmen gritó.

Pero solo una vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.