La mansión de los Herrera seguía iluminada cuando llegamos.
A través de las ventanas podía ver las siluetas de los invitados moviéndose elegantemente por los salones. Copas de vino, conversaciones sofisticadas, música clásica de fondo. Todo muy civilizado.
Todo muy falso.
-¿Cuántos crees que hay? -preguntó Tormenta, observando la casa desde nuestro escondite en los arbustos del jardín.
-No importa -respondí, sintiendo como mi nueva naturaleza híbrida pulsaba bajo mi piel-. Van a morir todos de todas formas.
Durante los meses anteriores, habríamos hecho un plan. Habríamos considerado las rutas de escape, evaluado las fuerzas enemigas, minimizado las bajas civiles.
Pero esa noche, no había plan.
Solo había rabia.
-¿Entramos por la fuerza? -Tormenta parecía ansioso por empezar.
-No -sonreí, y pude sentir que mi sonrisa era una cosa horrible-. Entramos por la puerta principal.
Volví a mi forma humana y me arreglé el traje. Tormenta me miró confundido.
-¿Qué haces?
-Van a ver exactamente lo que crearon -murmuré-. Y después van a lamentarlo.
Caminé hasta la puerta principal como si fuera cualquier invitado que regresaba del jardín. Toqué el timbre.
Valeria abrió la puerta, con una sonrisa que se desvaneció inmediatamente cuando vio mi expresión.
-¿Sebas? -su voz tenía confusión-. Pensé que ya te habías ido.
-Cambié de opinión -respondí-. Decidí que la fiesta no había terminado.
Entré sin esperar invitación. Valeria me siguió, claramente confundida.
-¿Pero qué pasa? Te ves...
-¿Diferente? Talvez... Estuve hablando con David -la interrumpí-. Conversación muy reveladora.
La sala principal seguía llena de invitados, pero ahora los veía por lo que realmente eran. Los detalles que había pasado por alto antes eran obvios: la palidez antinatural, la forma en que sus ojos brillaban cuando la luz los tocaba en cierto ángulo, la manera en que se movían con una gracia demasiado perfecta.
Eduardo me vio entrar y se acercó con esa sonrisa falsa que ahora sabía que ocultaba colmillos.
-Sebastián, pensé que ya te habías ido.
-Cambié de opinión -respondí-. Decidí que era hora de conocer realmente a la familia.
Marcus levantó la vista desde el otro lado de la sala. Cuando nuestras miradas se cruzaron, su sonrisa se volvió depredatoria.
-¿Ah sí? -dijo Eduardo-. Bueno, eso me da mucho gusto. Siempre he pensado que la familia es lo más importante.
-Estoy completamente de acuerdo -murmuré.
Fue entonces cuando Tormenta entró por las puertas francesas del jardín.
En forma humana, pero con ojos que brillaban con esa luz blanca que indicaba que estaba muy cerca de la transformación.
-Perdón por llegar tarde -dijo con una sonrisa que hizo que varios invitados se sintieran instintivamente incómodos-. Pero no quería perderme la diversión.
El cambio en la atmósfera fue instantáneo.
Los vampiros más experimentados inmediatamente detectaron que algo estaba mal. Marcus se enderezó, Elena dejó su copa de vino, y David comenzó a moverse sutilmente hacia una posición más defensiva.
Pero lo más interesante fue la reacción de los vampiros más jóvenes. Los que probablemente eran nuevos en esto. Se veían genuinamente confundidos por la tensión que de repente llenaba la habitación.
-Valeria -le dije suavemente-. ¿Podrías pedirle a los invitados que no son familia que se vayan?
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque lo que va a pasar a continuación es... privado.
Marcus se rió, pero fue una risa sin humor.
-Sebastián, querido, creo que estás malinterpretando la situación.
-¿En serio? -Me volví hacia él-. ¿Entonces no me dijiste hace unas horas que querías que me uniera a ustedes?
Los murmullos se extendieron por la sala. Los invitados humanos claramente no entendían de qué estábamos hablando, pero los vampiros...
Los vampiros comenzaron a posicionarse.
-Valeria, sal de la casa -dije sin voltear a verla-. Ahora.
-¡No! ¿Qué está pasando? ¡Sebas, me estás asustando!
-Debería -respondí, y finalmente me volví para mirarla-. Porque está a punto de descubrir quién soy realmente.
Fue entonces cuando me transformé.
Pero esta vez fue diferente. Mi forma híbrida emergió por completo: más grande que cualquier licántropo normal, con garras que brillaban con un filo antinatural y ojos que alternaban entre dorado y rojo.
Los gritos comenzaron inmediatamente.
Los invitados humanos corrieron hacia las salidas, pero los vampiros se quedaron. Algunos se transformaron también, mostrando sus verdaderas formas. Otros simplemente sacaron garras y colmillos, preparándose para la pelea.
Valeria se quedó paralizada en el centro de todo, mirándome con una expresión de horror puro.
-¿Sebas? -susurró.
-Sebastián ya no existe -rugí-. Solo queda lo que ustedes crearon.
Marcus rugió órdenes a los otros vampiros, pero ya era demasiado tarde.
Porque Tormenta había entrado por la puerta trasera, completamente transformado y con esa mirada blanca que significaba que había perdido todo control otra vez.
Pero esta vez, no iba a haber arrepentimiento.
Esta vez, iba a disfrutar cada segundo.
-¡VALERIA, CORRE! -gritó Eduardo.
Pero Valeria no se movió. Se quedó ahí parada, mirándome como si tratara de encontrar algún rastro del novio que había amado durante tres años.
Y por un momento horrible, casi lo logró.
Casi me hizo recordar por qué había comenzado todo esto.
Casi.
Entonces Marcus atacó.
Y toda la humanidad que quedaba en mí se desvaneció como humo.
La guerra había comenzado.
Y esta vez, no habría reglas.
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Editado: 08.09.2025