New Orleans.
Febrero, año 1841.
Me uní al conservatorio de música, sin duda mi gran afición desde pequeño fue tocar en todo momento y ser el punto de atracción en las fiesta familiares, mi vida en resumen es la música, si bien es cierto gran parte del gusto por esto lo heredé de mi padre, la música ha sido parte muy importante de mi vida, entrar al conservatorio me ha dado la oportunidad de especializarme en el piano, sentir cada nota, cada acorde y melodía como el respirar de la tranquilidad y sentir la fibra en el alma vibrar con cada copla. Me he desarrollado como una persona normal toda mi vida, tranquilo y sin ningún vicio que pueda afectar a mi salud, tengo veintidós años bien cumplidos y hoy, gracias a esto que tanto amo, escribo en mi diario personal que vi por primera vez a la persona que me dejo sin aliento, la persona que paro mi tiempo y mis acordes.
Estaba al final de mi clase de música contemporánea cuando la vi al salir del salón, era delgada hermosa, Ellen es su nombre, la verdad no tengo más conocimiento acerca de ella, pero de seguro hablaré en algún momento con aquella mujer, hoy no fue el caso, incluso creo que ni siquiera supo que la estaba mirando como idiota. Además, tengo mucho que estudiar, el semestre ya terminara y hay muchos exámenes que pasar.
3 semanas después
Andrew lo hizo, después de estar incansablemente tres semanas siguiendo a Ellen por el pasillo del conservatorio, habló con ella, sin duda las primeras palabras fueron solo tartamudeos de principiante y Ellen no tomó mucha atención. Siguieron las clases y después de cada una de ellas, Andrew se paseaba por la oficina del director con cualquier excusa que se le ocurriera, en el afán de ver a la nueva secretaria, que por lo demás era una magnífica interprete musical y compositora.
— Hola Señorita Ellen, ¿Cómo esta? —dijo Cordialmente Andrew.
— Muy Bien señor Jones, creo que nos hemos visto muchas veces hoy, ¿en que lo puedo ayudar?
— Si, podría ayudarme en decirme cuál es su comida favorita.
— Señor Jones, no tengo permitido hablar de asuntos personales con alumnos del conservatorio. —dijo Ellen con la mirada segura.
— No me importa, llevo mucho tiempo pensando en que le gustaría a usted hacer, quizás ver películas, escuchar música, jugar bolos, ver la tv, caminar por el parque, acostarse en el pasto o simplemente mirar las estrellas.
— Señor Jones, debe volver a clases. —usted es inteligente y debe saber que no podemos hablar de estos temas aquí.
— Entonces que dice, ¿un restaurante o simplemente su casa? —Dijo Andrew con la mirada como rogando por primera vez un amor no correspondido.
— Señor Jones, salga y cierre la puerta.
Sin duda fue un total fracaso, pero eso recién seria el comienzo, Andrew tenía un plan, no quería quedarse solo para siempre, pero él era de los que conseguía lo que quería, mucho tiempo después, Ellen accedió a salir con él, extraescolarmente por supuesto, fueron a un restaurante cerca de la casa de Andrew, y de lo que solo era una cita se pasó a otra y las copas de más causaron estragos en los dos tortolitos enamorados, salieron del restaurante y fueron a casa de Andrew y paso lo que normalmente se dice un ataque de pasión desenfrenado, definitivamente no habrán más detalles, pero nada quedó al misterio, incluso los más de cuarenta tatuajes que Ellen tenía en su cuerpo.
El sol comenzó a salir, los rayos hacían el día cada vez más hermoso, corría una brisa que movía las hojas de los árboles, los pájaros cantaban y Andrew la miraba fijamente a un lado de la cama, Ellen abrió los ojos y con una sonrisa disimulada los cerró nuevamente, pues una nueva pareja se había formado. Sin duda para Andrew fue el mejor año de estudio de su vida, las calificaciones iban bien y tenía a la mujer de sus sueños, la que un día miro entrar a la oficina del director, rubia, de piel clara y una sonrisa perfecta, pues Ellen había migrado desde París a trabajar a New Orleans y eso Andrew nunca dejaría de agradecerlo al universo.
París.
31 de octubre de 1835.
Hoy Ellen me invito a conocer a su madre, después de explicarme cada uno de los significados de los tatuajes de su cuerpo, tendré que ir preparado, su madre es Marie Lazán, la que en Francia se conoce como la reina Vudú, sin duda da un poco de miedo enfrentarme a los que me podría decir, Ellen me dijo que no me preocupara, pero estoy seguro de que no será una simple visita a casa de su madre, su casa está bastante retirada de la ciudad, lo mejor de todo es que tendré un momento para reflexionar, lejos del bullicio de la sociedad moderna.
París
Ese mismo día en la noche.
22:00 horas.
Andrew entró temeroso a la casa, Ellen lo llevaba tomado de la mano, él transpiraba como si tuviese en frente a un asaltante, sin duda estaba un poco asustado, tocaron la puerta de la entrada de la casa y la puerta se abrió sola, sin duda las velas en los pilares de la entrada principal no alumbraban mucho y a simple vista lo único que se podía observar era la cara de tu acompañante, la puerta se abrió sola, con el típico sonido espeluznante de una película de terror, entraron lentamente pisando las tablas de madera vieja mal puestas en el suelo, largas alfombras cubrían las altas paredes de la casa, la que estaba normalmente en penumbras, al final del pasillo principal una lámpara en forma de cono daba la bienvenida al banquete y un gato negro de ojos amarillos posado debajo de ésta miró a Andrew fijamente.
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Editado: 27.09.2019