Culloden, año 1746.
Abrió los ojos, adolorido por lo que había pasado, su cuerpo intacto y sin heridas aun resentía los golpes que recibió en la batalla, miro a su alrededor y solo podía observar una luz que llegaba desde el fondo de un pasillo oscuro, con agudeza en la audición se percató de la cercanía con el mar y cerca de su cuerpo una fogata apunto de apagarse lo calentaba. Ahora Evander entendía que si había sobrevivido al primer infierno y sabía que en Culloden la batalla fue perdida.
De entre la luz una silueta se difuminaba, era la del hombre que el día anterior había arrastrado su cuerpo en dirección a las cuevas que salvarían su vida, Evander sorprendido lo miro y le preguntó.
— ¿Estas Vivo?, ¿Cómo es posible?, debías morir.
— Eso suena mal — dijo Krein, me hace pensar que me querías ver como a Owen.
— No es chistoso — menciono Evander.
— Ayer me dijiste que debía suicidarme, ¿Por qué lo hiciste?, como te puedes dar cuenta estoy vivo y coleando.
— Creí que debías hacerlo, a fin de cuentas, mi sangre debía haberte intoxicado y morirías de todas formas.
— Entonces, deja ver si te entiendo, estás diciendo que para poder sobrevivir debía tomar tu sangre que sanaría mi cuerpo mortal y que a fin de cuentas esa misma decisión me intoxicaría y terminaría muriendo igualmente.
— Bueno, si lo planteas de esa manera, la respuesta es sí, debes tener en cuenta además que debías tener puesto el medallón y cuando murieras resucitarías, pero con el problema de ser inmortal y de adicción a la sangre.
— ¿Cómo es que tu mujer invento tamaña maldición? —dijo Krein con susto de la respuesta.
— Pues Esther saco el hechizo de un libro que encontró en el campo, en la rivera del rio del terreno de los Scott, el "Necronomicón". Lo memorizo y lo escribió en su grimorio.
— Los Scott, uf. Hace años que no se de ellos, quizás esa maldad es la que está en el libro, son un linaje de traidores, conocí a una Scott una vez, se fue con un tipo con dinero, me dejo, nunca la perdonare.
— Bueno, ahora concéntrate, tenemos que averiguar por qué mi sangre no te afecto, creo que quizás solo mata a los mundanos, quizá tu magia contra resto los efectos reales.
— Debo irme de aquí, tú ya estás bien, puedes darle sepultura a Owen, yo debo partir a mis terrenos, tengo que recuperar un libro que escribí hace muchos años, debes tener cuidado, los guardias de Hanover aún están cerca y debemos salir de escocia, mi hermano capitán conoce a un corsario que trafica esclavos, quizás podría hablar con él para lograr irnos de aquí.
— No es de mi agrado quedarme solo, pero, debes darme mi medallón, lo necesito, mi magia está contenida en él, sin él no puedo realizar hechizos.
— Perfecto, yo saldré después de comer y tu buscaras la manera de enterrar a Owen, toma tu medallón. Debes ver la manera de pasar la energía del medallón a algún artefacto que sea menos evidente, en cualquier momento alguien podría arrebatártelo, quizás algún anillo o gema.
— Si, ya lo había pensado, pero es muy difícil realizar eso, ahora debemos enfocarnos en salir, de aquí.
— Perfecto, debo irme, nos vemos.
— Ok, nos vemos, gracias por traerme hasta aquí.
— De nada. Adiós.
Krein y Evander se despidieron, Krein sabía que parte de las respuestas del fallido intento de Evander por ayudarlo podrían estar en su casa, Krein conocía ese tipo de magia, pues ya la había empleado una vez contra una traidora que había sido descubierta por su madre. Krein salió de la cueva de donde se escondía, tras las piedras podía divisar a lo lejos el tronco quemado, de aquel árbol que había recibido la descarga de energía el día anterior y cientos de cuerpos apilados en montones, Krein corrió por la orilla del acantilado teniendo en cuenta que no debía ser visto, camino por horas hasta llegar a su casa, camino a su habitación ya cansado de caminar por horas y decidido tomar un descanso, se recostó sobre su cama y se quedó dormido.
Despertó y la hora se había pasado, era de noche y solo las antorchas marcaban el camino que debía seguir, Krein y su libro salieron de la casa y corrió hacia donde una vez junto a su hermano hablaron con un corsario amigo, uno que ilegalmente traficaba con esclavos africanos que vendía a los hacendados y dueños de predios. Krein llego a la costa logro divisar la casa desde la cual salió aquella vez el señor dueño del bote que estaba encallado en la arena, toco la puerta y espero que alguien saliera a recibirlo, toco nuevamente esperando alguna respuesta y luego del tercer intento entendió que el bote estaba abandonado y que aquel señor podría incluso estar muerto, tomo el bote y con la ayuda de uno de los remos empujó el bote hacia el mar, subió en él y se alejó de la costa, esperando toparse en algún momento con algún barco mercante que lo sacara de ese lugar.
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Editado: 27.09.2019