Legends: Los Ojos de Cristal [#1.5]

TITANES MALDITOS

En los páramos desolados del bosque existieron seres de enorme magnitud que caminaban la tierra con una arrogancia desmedida. Eran gigantes de proporciones titánicas, cuya sola presencia hacía temblar el suelo. Su altura y fuerza les otorgaban una sensación de invencibilidad, y se creían dueños absolutos de todo lo que sus ojos podían contemplar.

Eran crueles. Sin piedad, martirizaban a las criaturas que habitaban el bosque, destruyendo árboles centenarios con un simple movimiento y aplastando hogares sin un atisbo de remordimiento. Pero su egoísmo no conocía límites. Un día, en su afán de demostrar quién era el más poderoso entre ellos, comenzaron una disputa que marcó el destino de todos los que vivían bajo la sombra de los árboles.

La tierra tembló durante días. Con cada golpe que intercambiaban, los ríos se desbordaban, las montañas se fracturaban y los cielos se oscurecían. Miles de criaturas perecieron en medio del caos que los gigantes desataron. Aquello fue una catástrofe tan grande que el equilibrio de los bosques encantados estuvo al borde del colapso.

Los altos mandos celestiales, guardianes del orden natural, no pudieron ignorar la tragedia. En un juicio severo y definitivo, decretaron que los gigantes pagarían por su egoísmo y por el sufrimiento que habían causado. Una maldición fue lanzada sobre ellos: sus cuerpos colosales se encogieron, reduciéndose hasta convertirse en diminutas figuras y regordetas cuya apariencia seria desagradable ante la vista. Así nacieron los Smolls.

Los Smolls, condenados a ser pequeños y frágiles, fueron forzados a redimir sus errores. Su misión sería cuidar los bosques del mundo mortal pues fueron expulsados de los páramos encantados. Desde las raíces hasta las copas de los árboles, debían asegurarse de que la vida prosperara. Pero había una condición: jamás podrían ser vistos. Su existencia sería un secreto, sus nombres, olvidados, y su grandeza pasada, un eco perdido en la memoria del mundo.

Se dice que aún están allí, trabajando en silencio. Los susurros entre las hojas y el crujir de las ramas podrían ser señales de su labor. Y aunque ya no son los colosos que alguna vez caminaron la tierra, su presencia se siente en cada brote de vida que nace en el bosque.

Así fue como los gigantes egoístas se convirtieron en los humildes guardianes de los bosques, eternamente condenados a observar y proteger desde las sombras, invisibles para aquellos que alguna vez temieron su poder. Conservando sus tronos alguna vez llenos de gloria, pero que desde entonces son un recuerdo latente de lo que alguna vez fueron y jamas volverian a ser.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.