Hace mucho tiempo, cuando los primeros seres sobrenaturales comenzaban a caminar por la Tierra, el mundo estaba lleno de energía pura y vibrante. Esa energía fluía desde el corazón de la naturaleza, un núcleo brillante conocido como Eterna, creado por los altos mandos celestiales para mantener el equilibrio del mundo. Eterna era el alma de la naturaleza misma, y de ella nacieron las primeras hadas, hijas del bosque, el viento, el agua y la luz.
Las hadas fueron creadas con un propósito sagrado: proteger los elementos de la naturaleza y mantener la armonía entre todas las criaturas. Al principio, eran seres fugaces, hechos de pura energía, más cercanos a los dioses que a los mortales. Podían caminar entre las estrellas, danzar sobre las olas y conversar con los árboles más antiguos.
Estaban dotadas de dones excepcionales. Aunque las limitaba su incapacidad para mentir, pues aquello era algo completamente contrario a su propósito. Sin embargo, su inmenso poder despertó la envidia y la codicia de ciertos espíritus oscuros. Estos seres, conocidos como Sombras Errantes, buscaron apoderarse de Eterna para transformar la naturaleza en un reino de caos y destrucción. Fue entonces cuando las hadas demostraron su verdadero valor, enfrentándose a las sombras en una batalla que resonó por los cielos y la tierra.
Aunque las hadas lograron proteger Eterna, el precio fue alto. Muchos de sus hermanas y hermanos se sacrificaron para contener el poder oscuro, y su conexión con Eterna fue alterada para siempre. Como consecuencia de aquel desequilibrio que habían mostrado al creerse invencibles, los altos mandos celestiales decidieron limitar su forma y su poder. Temiendo que el exceso de este pudiera corromperlas de manera irremediable.
Así, las hadas pasaron de ser colosales guardianas de energía pura a figuras casi humanas, con la diferencia en que sus pieles eran de colores brillantes y su cabello solía ser blanquezco. Recordando el polvo de las estrellas que alguna vez pudieron tocar. Ligadas para siempre a los rincones ocultos de la naturaleza. Aunque su tamaño disminuyó, su magia no desapareció, sino que se volvió más sutil y sigilosa. Ahora, trabajan en secreto, ayudando a los mortales a encontrar caminos perdidos, sanar heridas y corazones rotos, así como proteger los lugares sagrados de la naturaleza.
Se dice que las hadas dejaron de confiar en los humanos cuando estos comenzaron a devastar los bosques y contaminar los ríos. Desde entonces, se han vuelto más difíciles de encontrar, escondiéndose en las sombras y dejando rastros apenas perceptibles: un suave resplandor en la noche, una risa lejana entre las flores o el vuelo de una luz danzante que desaparece antes de poder ser alcanzada.
A pesar de esto, las hadas todavía están ahí, velando por el equilibrio del mundo, aunque los mortales hayan olvidado su existencia. Quienes logran ganarse su favor reciben dones especiales, pero aquellos que buscan dañarlas o manipular su magia están condenados a sufrir su ira, una fuerza contenida pero implacable.
Es así como se convirtieron en guerreras silenciosas, que forjaron sus alas con hierro y sangre de aquellos que osaban enfrentarlas.
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Editado: 16.01.2025