En medio de ese dolor, veía las risas de los infelices a mi alrededor, buscando satisfacer su sed de sangre con una muerte, la mía. La primera puñalada fue en el estómago, junto a un comentario desagradable, y así vino el segundo, el tercero, el cuarto, hasta que había perdido casi toda la sangre y un enorme charco cubría el suelo.
El golpe final lo tenía ella, fue el más doloroso, pues solo había un lugar de mi cuerpo que no había tocado el cuchillo, mi corazón. Levanto la mano para matarme con sus ojos estaban llenos de lágrimas, lentamente hundió el arma hasta que la hoja no se pudo ver.
En ese momento un frio gélida entro por mi boca y salió por mis pies, era la muerte que venía por mí. Di mi último aliento, cerre los ojos y morí.
Cuando los volví a abrir estaba en medio de un lugar oscuro, donde aunque caminaba en alguna dirección, no iba a ningún lugar, siempre terminaba donde había empezado, al principio me sentía asustado, lleno de miedo, pues pensaba que me encontraba en el mismísimo infierno.
Al parecer me encontraba en una especie de limbo, un lugar donde no se cruza al otro lado ni se muere del todo. El silencio de la oscuridad era profundo, hasta que un crujir llamo mi atención, di media vuelta, y allí frente a mi estaba esa cosa del espejo. Al comienzo me asuste creía que si me acercaba más me desgarraría en pedazos, pero empeze a notar algo diferente en él, se veía triste, así que me acerque y cruzamos miradas por primera vez.
Me hablo, diciendo que él y yo compartíamos la misma línea de vida, y que moriríamos a menos que nos uniéramos. La desconfianza siempre había sido parte de mí, así que con algo de curiosidad le pregunte:
--- ¿Porque a mí?
Él me dijo que no me eligió a mí, sino qué yo lo elegido; no entendía que se refería. En ese momento recordé que había leído las palabras en el marco del espejo, y comprendí que eran más que un simple poema, eran un sello que lo mantenía prisionero, residiendo por siempre en aquel objeto, en otras palabras yo había aceptado el contrato que nos vinculaba.
En ese momento vi como parte de mi cuerpo comenzaba a desaparecer al igual que él, tenía miedo por desaparecer para siempre, el me miro y dijo:
--- Sé que tienes miedo muchacho, pero a diferencia de ti no me aterra morir, que te parece si te doy una segunda oportunidad.
--- Como es eso posible --- le pregunte
--- Es sencillo solo dame la mano y di: “Acepto este destino, entre luz y oscuridad caminare, hasta que el juicio venga cumpliré mi promesa”
En ese momento sabía que debía hacer, tome la mano de aquel ser y dije el juramento. Luego de haber pronuncia aquellas palabras, este se convirtió en una sombra que se fundió conmigo para no separarse jamás, había renacido, ya no sería el mismo.
Inmediatamente me desperté y mi cuerpo aún seguía colgado entre las columnas, mientras recobraba la conciencia escuchaba los gritos de mi padre siendo torturado por aquellos que me habían quitado la vida.
Recuerdo que el odio comenzó a brotar como espuma, la ira crecía, y la sed de venganza no tenía límites; al empezar a crecer todos esos sentimientos, unas alas de plumas negras salían de mi espalda, las garras crecían en lugar de uñas y mi piel se tornó gris como la cenizas. Las cuerdas que me sujetaban fueron cortadas por cuervos que aparecieron de las nada y un escenario de terror lleno el salón.
Al notar mi presencia los guardias trataron de aniquilarme, pero destripe a cada uno de ellos hasta que ninguno quedo vivo.
Las personas corrían de un lugar a otro al ser picoteados por os cuervos que al parecer estaban de mi lado, entre el alboroto se encendió una llama que empezó a consumir todo el edificio, aún recuerdo como me veía reflejado entre los espejos, caminando entre las llamas. Algunos dijeron que era el mismo el demonio, que había venido para llevármelos, pero al único que desea arrancarle la cabeza era a ese maldito anfitrión, que se había metido con mi familia.
Partos era su nombre y a pesar de ser un cobarde, tenía a muchos dispuestos a morir por él, eso me dificulto las cosas, ya que cada vez que trataba de acercarme a el más guardias me seguían, y aunque parecía imposible para una persona normal, para mí todo se convirtió en una carnicería en tan solo unos segundos. Y para cuando me di cuenta mis manos estaban sobre el cuello de aquel hombre, sin embargo no podía manejar mi cuerpo.
Mi mente se empeñaba en seguir matando, pero no sabía si era por justicia o venganza. En medio de ese pensamiento, apareció de entre la llamas Kayla con su rostro lleno de lágrimas, como si lo que estuviera a punto de hacer fuera contra su voluntad.
Ella tomo el cuchillo ceremonial y comenzó a correr hacia mi, apuntado directo a mi corazón, intente gritar diciéndole que se detuviera, pero el silencio fue mi respuesta en ese momento, mi mano se levantó sola y arremetió contra ella atravesando su pecho.
La sujete en mis brazos mientras sus fuerzas se apagaban, sus cabellos y su rostro volvían a la normalidad, y sus últimas palabras se escuchaban mientras me miraba por última vez.