Estoy aquí de nuevo. Soy consciente de que es un sueño pero no puedo despertar a voluntad.
Las paredes son iguales en cada habitación, así mismo la pintura que se desprende a causa de la sofocante humedad. Mis pies palpitan del cansancio, pero no me detengo, me muevo por inercia. Tengo la sensación de que la siguiente habitación será diferente, aunque al final siempre son similares, idénticas.
"¡Ahhhhhhhhh! " Un grito escalofriante se escuchó a 5 habitaciones de distancia, seguido de él, comenzó un llanto desgarrador.
Corro de habitación en habitación. La luz de cada una de ella comienza a cambiar de amarillo intenso a verde opaco.
Por fin llego al lugar de donde proviene el grito; vacío.
El silencio absoluto se ve perturbado por unas sirenas siniestras, mismas que se usan para indicar sismos en la ciudad. El grito se reanuda. Ahora es difícil adivinar si proviene de la misma habitación ó de una más lejana. Las luces comienzan a parpadear, y el espacio pareciera reducirse. La combinación de todo esto crea en mí una desesperación terrible, en realidad es miedo.
Una mano sostiene fuerte mi hombro. - Por favor ayudame. Por favor, por favor, por favor... -
Al voltear, me encuentro con un grotesco rostro ensangrentado. Un pedazo de cristal enorme divide su cráneo en dos. Uno de sus ojos cuelga de una tira roja que está a punto de desprenderse.
-Quítame esto de la cara, por favor. Por favor, por favor. -
Quiero correr, pero no puedo ¡No puedo! Mis piernas no responden, parte de mí necesita ver en qué finaliza, como si estuviera programado para hacerlo.
El llanto del hombre reaparece, ahora con el triple de sentimiento. Sólo se da la vuelta, y a pasos inestables se aleja lentamente. Cuando está a punto de salir del cuarto, el hilo rojo que mantenía su ojo pegando a su cara, se desprende. La esfera carnosa cae al suelo, desparramandose en él. El antiguo dueño se queda unos segundos mirando. La tenebrosa sirena se detiene, y las luces verdosas se apagan. Ahora lo único que ilumina levemente el lugar, es la luz tenue de lo que sea que esté afuera del edificio.
El cuerpo del hombre sigue ahí.
De pronto se voltea velozmente con una mirada asesina, y corre hacia mí. Entre sus pasos deja caer mucha cantidad de sangre, manchando las alfombras mojadas.
-¡TE DIJE QUE ME AYUDARAS¡ ¡QUÍTAME ESTÁ COSAAAAAAAAAA! -
¡Maldita sea, dejame correr!
Intento detenerlo con la kinesis pero aquí no funciona. Se acerca cada vez más, puedo sentir su putrefacto aroma.
Está aquí, esta aquí, maldita sea.
Justo antes de que pudiera tocarme, el contexto cambia: Ya no estoy en las habitaciones, ahora estoy en el bosque de noche.
Un chirrido me hace mirar hacia arriba, ahí se encuentra una ventana flotante, y las puertas están por abrirse.
Cuando despierte, juro que dejaré las drogas, lo juro. Todo esto es una mala jugada de mi imaginación, no debí ver esa estúpida película de Alicia.
Un fuerte golpe abre por completo la ventana flotante, unas llamas de fuego intenso la rodean en círculos. Escucho unas voces de su interior. Voces que de nuevo piden ayuda.
-No tengas miedo.- Susurra alguien desde la oscuridad del bosque.
Su silueta oscura se mueve de un lado a otro, de árbol a árbol. Finalmente se esconde detrás de uno lejano, y asoma medio cuerpo para observarme, sus ojos ovalados son enormes en proporción a su cabeza deforme. Su cuerpo es humanoide pero hay algo muy inquietante en su figura.
Sale de su escondite y corre hacia un árbol más próximo a mí.
A unos centímetros comienzan a caer pedazo de madera envueltos de fuego, que provienen de la ventana. De ella, cuelga medio cuerpo de un hombre insinerado, aún con vida. Al encontrar miradas con él, grita desesperadamente mientras se arrastra para después caer al suelo. Más cuerpos quemados se arrastran para caer al piso del bosque, pero todos se retuercen al impactar con la tierra, muriendo por completo.
¡Despierta ya, carajo!
La figura humanoide sigue observandome a unos metros de mí. Ya está muy cerca. Corre hacia otro árbol. Me percato de más sombras oscuras. Ahora son cinco humanoides.
Salen del último árbol, dejando ver su figura: Su altura es descomunal, sus pies están al revés, y sus ojos son parecidos a los pescados del supermercado. Sus brazos son un hueso enorme, su medida es el doble de su cuerpo. Solo están viéndome, me analizan de pies a cabeza, y cuando terminan, me muestran los dientes afilados llenos de su propia sangre.
Todos corren hacia mí.
De nuevo, el contexto cambia.
"Calle 22 con Abraira, 8 P. M" Reza un texto con una imagen con gusanos moviéndose de fondo.
Después de diez eternos minutos, despierto.