Durante mi relato con lo de Osvaldo, que era totalmente cierto, su rostro perdió tensión, con mi primer visita a la costa oeste –que también era cierto-intente tocar el localismo y entendí que ya no me bajaba, por ultimo me califique de tonto para mejorar su situación anímica, ahí apareció su sonrisa comprensiva –no lo podía creer, los mismos dientes separados uno de ellos un poco retraído- la misma sonrisa de Osvaldo. Le entregue los papeles que me dieron en AA y surgió el inconveniente de que el monto que pago es menor que la tarifa para la zona de ese hotel, ¿Cuánto es la diferencia?-Pregunte-dos dólares- respondió, No sé qué gesto hice o que paso por la mente del conductor que enseguida me dijo: no se preocupe que esta diferencia se la cobro al hotel, es costumbre de hacerlo cuando le llevamos clientes hasta afuera, buena idea- dije- y le agradecí. De ahí en más habló hasta por los codos, lo único que yo decía era, habla más despacio, me preguntaba también algo de Buenos Aires, pero le interesaba saber que conocíamos de su pago y para ser gentil le dije que siempre veía una serie de TV que mostraba mucho los Ángeles y que se desarrollaba en Sunsee street 77 pero que suponía que era un estudio de cine. Ni lo dudó, me dijo está en camino y podemos pasar por la puerta y en poco tiempo estacionamos frente al famoso edificio, le agradecí la oportunidad que me dio de conocer el “célebre” lugar y pronto tomamos una autopista que recorrimos por unos quince minutos acompañados por las referencias que iba dando mi guía-conductor. Nos fuimos separando de la mano de regreso y a poco de andar entramos en un estacionamiento y paramos frente al hotel. Un hotel de planta baja muy simpático, en el loby le pagaron los dos dólares al chofer, nos despedimos amablemente, me registre, pedí que me despierten a las siete y que me pidieran un taxi para las ocho. Me encontré con una excelente habitación con vista a la piscina. La ducha me relajó y luego de disfrutarla un rato me fui derechito a la cama. Surgió la tentación con forma de control remoto y me puse a ver a los tres chiflados, mejor dicho me dormí los tres chiflados porque a las siete y cuarto me despertó un ruido, estaban pintando las paredes en la zona de la pileta, por suerte comenzaron temprano porque de lo contrario perdía el vuelo. A las siete y treinta estaba quejándome y reprochando la falta de atención y al final de todo dije, quiero suponer que el taxi esta pedido y tras esto me fui a desayunar. A las ocho menos diez todo estaba más tranquilo solo un grupito de personas espera por un taxi. A las ocho apareció uno pero era para alguien de los que aguardaban, eran ocho y diez yo insistía al empleado del mostrador, al pobre ni le atendían el teléfono. En la espera continuábamos una joven china sin equipaje pero de uniforme una joven latina con equipaje y yo, comencé a conversar con la que seguro viajaba, la pobre era cero simpatía pero cuando propuse compartir el taxi hasta el aeropuerto miro la hora y le pareció una excelente idea, inmediatamente incorpore a la china al diálogo, parecía muy tranquila y su rostro inescrutable no nos daba pauta alguna, pero con uniforme azul muy oscuro con una chaqueta de botones forrados, y un ribete colorado que le rodeaba la solapa y un birrete al tono con un vivo colorado era de suponer que trabajaba seguramente en alguna empresa aérea o de servicios aéreos, fui hasta el mostrador vi la resignación-llamémosle así-en el rostro del empleado y me limite a hacer un ¿no? Acompañado con el gesto que el inmediatamente repitió; me volví hacia el par de mujeres buscando la mirada de la viajera, le hice una seña con la mano sobre los labios y cuando me acerque estaba completando la propuesta, la joven aceptó de buen grado y la conversación se distendió ya teníamos asegurado el primer taxi. Dieron las ocho treinta y ni noticias, ya hasta la chinita miraba el reloj cuando muy despacito arribo un taxi, cargamos las maletas y subimos en un orden preestablecido. Para ese tiempo ya sabíamos que la chinita era de Taiwán y trabajaba para la China Airways, digamos para la competencia y que la colombiana se iba con Avianca a Paris pero por Bogotá y yo a Japón con Pan American. Le solicitamos al conductor que se apresurara dentro de lo posible y poco antes de las nueve me dejaban en el espigón de embarque de mi vuelo, ofrecí pagar el viaje y no aceptaron, la chinita me explico que su empresa le pagaba el viaje que no tenía que agradecerle, de todas formas lo hice y me despedí. Minutos después estaba despachando mi equipaje, camine lentamente hacia la zona de embarque mientras pensaba que anoche había hecho un verdadero paseo turístico ya que superamos la hora para llegar al hotel, cuando en cambio hoy regresamos por el camino largo en unos veinte minutos. Me instalé cómodamente y me dispuse a esperar sin apremio alguno, sabía que me esperaban trece horas de vuelo y no podía impacientarme desde ahora, comencé por prestarle atención a un grupo de japoneses que fotografiaba todo, se movían en pequeños grupos e iban y venían sacando fotos desde una esquina frente a un ventanal que parecía el preferido. Pensé, los japoneses son tantos que mejor me voy aclimatando, he hice grandes esfuerzos para no prestarles más atención. Pasados unos minutos me levanté con la intención de dirigirme a ese ventanal y curiosear un poco, lamenté no haberlo hecho antes porque el espectáculo era increíble, se veía una larga pista y una enorme cantidad de aviones conectados cada uno a su manga de ingreso, cada posición entraba a la pista mayor que solo era una taxiway, camine hacia un extremo del salón y cuando miro hacia mi derecha me encuentro con la trompa de un avión y casi un piso más arriba la cabina de comando , calculé que el piloto estaba a más de tres pisos de altura, me desplacé alejándome para poder verlo de costado. ¡Y confirmado! era un monstruo con un timón de cola de siete pisos de altura. Llamaron para embarcar y de pronto por lo menos doscientos japoneses armaron una ancha fila ¿A dónde van todos estos? me pregunte y al instante vino a mi memoria una propaganda que vi, donde un 707 parecía un piper al lado de otro avión, el enorme 747. De eso se trataba, la fila avanzaba rápido y me acerque al control con la tarjeta en la mano, la joven la cortó, la doblo y la coloco en el bolsillo del saco mientras decía amable como todo el mundo feliz viaje, le dije feliz día mientras iniciaba la marcha por el pasillo rumbo a la barriga del monstruo. Entré a la maravilla que era ese avión, cuando seleccione el asiento me pareció que había muchos pero ahora estaba seguro que tenía muchos y me fui derecho a mi lugar me acomode y comencé a informarme del equipo. En diez minutos estábamos ante un grupo de azafatas que mostraban la clásica explicación y finalizada la misma comenzamos a carretear hacia la pista, llegamos a la posición de despegue y casi sin detenerse comenzó a acelerar, comencé con mi costumbre de tomar el tiempo y cuando pasamos los 35 segundos empecé a preocuparme , ni te cuento a los 40 y recién respire a los 43 cuando de pronto levanto la trompa se sintió que guardaba el tren de aterrizaje y percibías la presión del ascenso, obviamente corregí mi tabla de despegues. Por la ventanilla se podía ver como se iba dibujando el mapa de la costa californiana y como iba creciendo un océano pacifico cuyas aguas se fueron transformando en una acuarela de un azul verdoso indefinido. Deje de mirar al paisaje monótono que me ofrecía la altura y me concentre en las posibilidades de selección musical que me daban los auriculares, con la música y la inclinación del ascenso sumado a lo poco que descansé me dormí. El sueñito me pareció liviano y breve, por alguna razón sabía que volábamos por sobre los once mil metros y a menos de mil kilómetros por hora, pero en los auriculares solo se escuchaba una suave música country, el único cambio verificable era la mesa baja frente a mí, aparentemente íbamos a almorzar. Cerré los ojos y concentré mi pensamiento en lo ocurrido desde el domingo a la mañana, me parecieron un montón de cosas y solo habían pasado 24 horas, bueno, ahora no más inconvenientes. Tal como lo pensé el viaje fue largo pero apacible, primero que el jumbo ni se movía su vuelo era perfecto, segundo que salvo el tiempo usado en escudriñar inútilmente el horizonte con la tonta idea de ver tierra y el expendido en las películas y la comida, el resto me lo pase escuchando música, durmiendo y hojeando distintas revistas, una de ellas se llamaba “Shillins” y se dedicaba exclusivamente a la numismática, mi curiosidad me llevó al momento más amargo del viaje, no lo podía creer pero no estaba confundido, en la revista aparecía claramente la moneda de EE. UU. Acuñada en 1923 de cinco centavos de plata con la imagen del búfalo de tres patas, la misma moneda que había desaparecido de mi colección diez años atrás y que por supuesto nunca había vuelto a ver; el reconocerla me sacudió la nostalgia pero cuando mire el precio no sé qué se me sacudió pero le pedí a la azafata urgente algo para tomar, antes de cerrar la revista le eche una última mirada al precio, 4777. dólares. Anunciaron el arribo a Haneda en quince minutos y comencé a prepararme, el vuelo venía lleno su mayoría eran japoneses ya que en Hawái se había llenado de ellos, aterrizamos y me quede esperando para salir tranquilo ya que una persona me estaba esperando era mejor que no quedara mucha gente para facilitar el encuentro. Todo el tramite fue simple el diálogo en inmigración se trocó por un intercambio de tímidas sonrisas y en aduana ni sonrisas, Salí al enorme vestíbulo y comencé a leer míster mengano, míster fulano, míster zutano, míster pirulo pero mi míster no estaba, busqué un reloj y este me dijo que eran las ocho y cuarto de la noche, me desplace a una sección con confortables asientos y me dispuse a esperar. Media hora después estaba estudiando como deshacerme del equipaje que me condicionaba y en mi búsqueda encontré una ventanilla donde uno ponía las maletas y le entregaban un cartón todo escrito en japonés con un número arábigo, una vez verificado que el proceso inverso también se cumplía, cambié mi equipaje por un pequeño cartoncito. Me dirigí resuelto a la oficina de informes y saludé a la aburrida niña que “redondeó” sus ojos ante mi saludo, nunca supe ni sabré si fue sorpresa o espanto lo que si supe que en Japón también hay “acomodos” porque aquella joven no sabía casi nada de inglés pero no importó, en 15 minutos supe que el banco ya había cerrado que solo funcionaba detrás de esas dobles puertas automáticas que solo dejaban salir y que no había otra forma de conseguir cambio. El flujo de pasajeros era constante, entonces pensé que si ingresaba a contra corriente podía quedar esperando entre las dos puertas y cuando apareciera la próxima persona pasaría al famoso banco, dicho y hecho cuando salió la primer persona entré y me quede paradito al costado de la puerta esperando, pero ahí surgió el primer inconveniente, la gente que me veía parado suponía que algo irregular sucedía y pasaba por las puertas vecinas tanto fue así que un señor que venía distraído casi acciona la puerta pero fue verme frenar y entrar por la otra, vi venir un grupo de gente y tenía que hacer algo, no quería quedarme a pasar la noche entre dos puertas, entonces se me ocurrió, mirando hacia la salida me agache a atarme los mocasines y funciono, un par de personas pasaron a mi lado y me permitieron entrar a la zona del banco.