Nicole tragó en seco y espero.
—¿En serio? No pareces…
—¿Una escritora de libros de terror y suspenso? —Preguntó sin poder evitarlo—Si me lo dicen a menudo.
Evans rio.
—Touché
Nicole sintió como sus hombros se relajaban, era la primera vez que alguien no actuaba como ella estaba acostumbrada cuando decía a que se dedicada, era algo refrescante que no te preguntaran cuantos días tardaba un cuerpo en descomponerse o cual era la mejor forma de esconder un cuerpo.
—¿Eso quiere decir que yo no te sirvo como modelo de portada para tus libros?
Nicole apretó los labios y fingió estar triste—Si no tienes un cuchillo en la mano, me temo que no.
Evans fingió estar decepcionado y fue inevitable para Nicole no reír, era una risa totalmente desinhibida y atrapante.
¿Dios, hace cuanto no se reía?
—¿Y dime como es que alguien tan pequeña y con una sonrisa tan brillante llegó a convertirse en una escritora de thriller?
Nicole se detuvo, sopesando como responder—Oh es una larga historia—añadió mirándolo a los ojos sin perder la sonrisa.
—Bien, yo diría que tenemos tiempo.
***
Casi al anochecer ambos sabían cosas triviales el uno del otro, Nicole sabia que Evans odiaba el pastel de calabaza y Evans que Nicole odiaba las aceitunas, lo único más profundo que compartieron era que Evans estaba en busca de inspiración y que ella estaba estancada en su última entrega.
—Oh no hay señal por la tormenta—comentó Evans mirando su teléfono con el rostro fruncido.
Nicole lo sospechaba cuando su celular dejó de vibrar, su editora debía estar colgándose de las paredes al ver que no le llegaban sus mensajes, pero hacía mucho tiempo que no estaba tan desconectada de ella misma ¿Cuándo fue la última vez que disfrutó de una conversación sin que incluyera la palabra navidad, sangre y fecha de entrega? Su exnovio no entendía su odio por la navidad y aborrecía que siempre anduviera corriendo con sus fechas de entrega para la editorial, decía que si se organizaba a tiempo no andaría corriendo en estas fechas especiales, pero lo que no entendía Alex es que eso era lo que hacía precisamente Nicole, estar ocupada en navidad para tener una excusa para no celebrarla.
—Me temo que vamos a tener cenar sopa de tomate—dijo Evans desde la cocina, Nicole sonrió y salió de la habitación donde había puesto a cargar su celular, también se había quitado los pantalones fucsia y el gorro y se había puesto algo un poco más cómodo.
—No puede ser, yo no traje nada de vivires porque supuestamente la despensa iba a estar llena—comentó Nicole con el rostro preocupado.
Evans la miró y un su mirada estaba claro lo ingenua que había sido.
—Si, ya sé. —dijo alzando los brazos con impotencia— Me lo merezco por confiar en extraños que renta su casa en internet.
—No te sientas mal, yo tampoco traje nada porque salí muy temprano de Londres y dije que pararía en la tienda para abastecerme y al final no lo hice.
Nicole exhaló.
—Al menos tenemos sopa de tomate.
Evans sostuvo la lata y estuvo de acuerdo.
Se pusieron manos a la obra, gracias a Dios había gas y pudieron calentar la sopa de tomate y poner unos panes en la tostadora. De vez en cuando sus cuerpos rozaban y Evans sentía una terrible necesidad de tomar el pequeño cuerpo de Nicole y empotrarlo contra la pared, enredar sus piernas contra su cintura y besarla hasta perder la conciencia, lo cual le sorprendió porque no era un hombre que se dejara llevar por sus instintos y tampoco se consideraba así mismo alguien primitivo, pero desde la primera vez que había visto a Nicole habían aflorado unos instintos en él que le preocupaban, estos sentimientos no parecían ser algo inofensivos.
—La sopa esta buena—Comentó ella dándole una cucharada. Ambos estaban sentados en la mesa del comedor y Evans pudo notar como sus rodillas rozaban las de ella. Evans dio una cucharada y casi estuvo a punto de escupirla.
—Dios, esta es la peor sopa que he tomado en mi vida—dijo haciendo una mueca con la boca
Nicole rio y tomo una servilleta para secarse los labios—bueno, tampoco esta tan mal
—Esta horrible.
—Bueno no quería ser tan dura con el cocinero
—Deja de comer, creo que vi algo de atún en la alacena.
Hicieron un sándwich de atún y lo acompañaron con algo de vino que Evans había dejado escondido en el baúl de su habitación, una cosecha de 1988. Parecía que la tormenta empeoraba a medida que la botella de vino se vaciaba y, a medianoche, una fuerte nevada se escuchó derrumbarse y la energía eléctrica, así como la botella de vino, se esfumaron