Lejos de las rejas

Capítulo 4 - Cuando estás triste ya nada te puede decepcionar

La señora Valeria fue muy amable conmigo, incluso me invitó a un restaurante, invitación que rechacé pues apenas la conocía. Ella me contó que era nueva en la ciudad, y que el avión en el cual viajaba venía desde Rusia, por eso estaba muy abrigada. No se percató del calor hasta que se lo comenté, entonces se deshizo de su bufanda.

La madre de mi nuevo vecino no paró su plática, me contó que ella era española y su difunto esposo Ruso, ella tuvo que sacar adelante sola a su hijo hasta que conoció a alguien más, pero esa relación no le funcionó y la dejó embarazada de una niña, quien apenas tenía siete años de edad.

Una hora había pasado y yo apenas me estaba despidiendo de la señora, aunque pareciese extraño, hablar con ella logró relajarme lo suficiente para olvidar mis propios problemas.

En cuanto salí de su apartamento fui recibida por unos ojos angustiados y sorprendidos a la vez.

— ¿Qué hacías en el departamento de nuestro vecino? — me interrogó Maggi.

— Nada, yo conocí a su…

— No importa, hablamos de eso después. Sol, tengo algo que contarte sobre tu familia… verás tu mamá me llamó para preguntarme si estabas conmigo, le dije que sí y que no regresarías a casa hasta pasado mañana pero ella insistió en hablar contigo. Parece ser que te estuvieron buscando todo el día de ayer, porque dijiste que buscarías mascarillas en el carro después de salir del restaurante y nunca regresaste.

— Estoy en problemas…

— Eso parece.

— Qué más da, solo les importo cuando desaparezco, pero cuando estoy ahí no existo.

Aunque no lo quise admitir sentí un poco de miedo, a decir verdad nunca me había escapado de casa. Pero decidí que eso ya no importaba, estaba cansada de todos.

— Sol… ¿No crees que lo mejor sería que yo buscara tus cosas? — preguntó preocupada.

— No, eso te buscaría problemas. Yo iré por mis cosas pasado mañana, no tienes que preocuparte ya he pasado lo peor.

Mentí, sabía en el fondo que esto solo empeoraría todo.

— Bueno si tú lo dices… pero te acompañaré.

— Está bien.

 

 

Entramos a su casa y no le permití hablar sobre mi visita al departamento de al lado cuando ya estaba tirada en mi cama durmiendo. Estos días solo quería dormir.

 

 

 

 

 

 

Dios, había dormido más de diez horas. Cuando me desperté me encontré con una Magaly al lado mío viendo una serie de Netflix, olvidé que en esta habitación ella tenía una televisión de sesenta pulgadas y que la de su cuarto se averió.

Ella solo me miró de reojo y me preguntó si dormí bien, solo fui capaz de balbucear un “sí” y me quedé viendo la televisión.

 

— Nuestro vecino es un papacito, ya entiendo por qué estabas en su departamento esta mañana —comentó sin dejar de ver la tele. 

— Eso no es cierto, ni siquiera lo conozco.

— ¿Entonces cómo estabas en el departamento de alguien que no conocías? — alzó una ceja incrédula.

— Eso no es así, a quién conocí fue a su madre. Me la encontré en la recepción peleando con Roberto, no la dejaba pasar porque nuestro vecino no dio aviso de que ella vendría, así que la ayudé. Eso fue todo— expliqué dando un largo bostezo.

— Ajá.

— ¡MAGALY! — le lancé una almohada.

— Te creo, te creo. ¿Entonces él no estaba en su departamento cuando ella llegó?

— No.

— Bueno, yo lo vi llegar a eso de las seis. Salí para botar la basura, él me ayudó con eso, pero lo extraño es que preguntó por ti.

— ¿Qué? Pero si ni lo conozco.

— Eso mismo me pregunto yo ahora. Pero, él me dijo que te encontró ayer y le pareciste linda, me preguntó si podía convencerte de salir con él.

— No saldré con un extraño que no conozco, además yo no recuerdo habérmelo encontrado…

— Es tarde, le dije que sí. Y que nos veríamos el sábado en un karaoke en calle cincuenta, es privado, puedes rentar todo el lugar por lo que es seguro — embozó una amplia sonrisa.

— ¿¡Estás loca!? Yo no quiero salir con nadie, ni menos con el vecino.

— Oh vamos Sol, te juro que no te vas a arrepentir. Además él me prometió presentarme a un amigo suyo, y lo mejor es que te gustará, está como para morirse el hombre aparte de amable.

— ¿Y si el hombre “amable” resulta ser tremendo loco? — inquirí.

— ¿Pues le lleno los ojos de gas pimienta?

— No iré.

— Bueno está bien, tú ganas.

No me convenció del todo su respuesta, se había rendido demasiado rápido.

— Sé que estás planeando algo, porque seguro piensas que el amigo del vecino se ve igual de bien que él. Pero te aseguro que no te saldrás con la tuya — advertí.

— Bueno me atrapaste, aunque sabes bien que siempre encuentro la forma —me guiñó un ojo a modo de victoria, negué con una risilla porque sabía que no llegaría a ningún lado con eso.

 

 

Dejé la charla un segundo y tomé mi teléfono de la mesita de noche, lo encendí, tenía más de veinte mensajes entre ellos de mi mamá y Alex.

 

Mary, mi mamá y papá están furiosos porque te fuiste ayer sin decir nada. Estuvieron discutiendo después de que mi mamá habló con Magaly. Mañana ellos van a salir, dejarán la casa sola y yo me quedaré aquí, no sé si quieras venir antes que ellos…

Decidí que lo mejor era ignorar el mensaje, en el fondo tenía tanto miedo de enfrentarlos, decirles en la cara que ya no quería seguir viviendo con ellos… pero las consecuencias de tales palabras podrían llegar a ser catastróficas, después de todo yo era la única que ayudaba en el negocio familiar. Siempre cargaba de forma indirecta con todos, y a parte de mi padre y yo los demás solo observaban mientras vivían la vida alegre.

— Alex me dijo que mañana mis papás saldrán, al parecer van a demorar —comenté sin despejar mi vista del teléfono.

— Eso es genial, podría llevar mi camioneta mañana para buscar todas tus cosas. Así no tienes que encontrártelos directamente.



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En el texto hay: comedia, chicossexys, picante

Editado: 27.11.2021

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